Afirmación
Publicación Anarquista
Buenos Aires — Rep. Argentina -
No deseo llevar la convicción, sino despertar la duda. Me complace que vuestro intelecto siga funcionando después del mío, aunque sea contra el mío. — R. Barrett
AÑO 1 | Valores a: ORESTES BAR | 1 Octubre de 1928 | Dirección: LORIA 1194 | Nro. 3 |
Actuación de las ideas
El amor, que tantas obras buenas produces, es también como las lenguas de Esopo que sirven para la bendición y para la maledicencia. En el intrincado mundo de las pasiones se encuentran amores y placeres que matan, como se encuentran odios y dolores saludables.
Es una de las causas del entorpecimiento que hallan las ideas anarquistas para su expansión y enriquecimiento. Quienes mucho las quieren suelen abrazarías con fervor delirante hasta el punto de ahogarlas entro los brazos, lo mismo que la madre arrebatada de pasión que asfixia al hijo con caricias. Cuidan las ideas como flores de invernáculo a fin de conservarlas, sin notar que la mejor conservación es la que obtienen los organismos tonificados por el sol y el aire.
Dentro de la grande variedad de caracteres, temperamentos y concepciones que integran una tendencia social, hay quienes se dedican a fortificarla en cada una de las diversas manifestaciones de la vida colectiva. El movimiento anarquista, con más razón que ninguna otra tendencia dogmática o autoritaria, cuenta con los militantes que consagran sus prédicas y desvelos a propagar las ideas y realizar los actos en determinadas esferas y de diversos modos. Está reconocido que el valor del movimiento libertario es proporcional a las distintas modalidades que se puedan adoptar y a las distintas esferas que se puedan influenciar. Si solamente hubiera entre nosotros los temperamentos persuasivos, no tendíamos muchas probabilidades de atraer a los temperamentos pasionarios que encuentran en aquellos una característica de "maricas"; por el contrario, ahuyentaríamos los caracteres plácidos, analistas y razonadores si todos los anarquistas fueran frenéticos, rugientes y tajantes.
Hay entre nosotros quien está acuñado por un dolor, y es sombrío y ceñudo, hay quien ha sido estampado por un alborozo y lleva siempre la sonrisa radiante en los labios. Lo mismo se puede defender la libertad, la justicia y la fraternidad con el gemido y el anatema que con el canto y los plácemes: unos entonarán el dolor de la iniquidad, otros ensalzarán jovialmente las acciones fraternas. El mundo es un concierto (¿quién lo dijo?) en el que todas las voces, graves y agudas, desempeñan una función complementaria en las armonías.
Para la exposición de las ideas poseemos afinidades y predilecciones. El que no entona bien al hablar en la tribuna, escribe; el que no se ha maña para hilvanar ideas por escrito, porque es demasiado espontáneo e impetuoso, generalmente se inclina a las arengas callejeras. Concebimos también y no lo desdeñamos, al compañero un tanto frívolo y dicharachero que en el corrillo o el círculo familiar desgrana contra los prejuicios y la rutina, el chiste incisivo o la cáustica ironía.
Comprendemos y valoramos del mismo modo al compañero de retiro y estudio que hace cultura libertaria en los círculos apropiados; al que navega, entre los escollos ofrecidos por el gremialismo, hacía la anarquía y no pierde la ruta; al que discute y al que impreca; al que difunde preceptos y al que concreta la propaganda en la dinamita. ¡Y quisiéramos que todos lo comprendieran como nosotros!
Pero se interpone el excesivo cariño a la modalidad adoptada. El compañero que agita y promueve la subversión directa no quiere comprender al que enseña ni se doblega a la razón de éste, según la cual no exista más subversivo que la incitación. El que actúa en los gremios quisiera que todos participaran de las tumultuosas o indiferentes asambleas. El que estudia quisiera que todos se encerraran en las bibliotecas.
Porque cada uno de estos modos es el mejor, según sus respectivos actuantes. Y cuando se emprende una obra que contraviene la modalidad cultivada, sus cultures se indignan. ¡Y con razón... amorosa! ¿No viene a restarle energías a lo que están haciendo, no le substrae elementos, disolviéndose la obra en la que ellos ponen desvelos, cariños, sacrificios, su vida entera? ¡Es realmente un puntazo en el corazón!
Al corazón debe calmarlo el cerebro con el bálsamo de raciocinio.
Para nosotros la actuación de la ideas debe estar libre del encadenamiento que genera el interés creado de las posiciones aoptadas [sic]. Todas las modalidades complementan la obra libertaria. ¿Qué una resta importancia a otra? Pero no se la resta al anarquismo. Los exclusivismos en la propaganda son desmedradores [sic]; restringen, limitan, no contemplan las infinitas circunstancias y capacidades. Es ciertamente natural que en momentos particulares la propaganda se acentúe en un sentido determinado. Que contra una invasión de formalismo, damos por caso, se intensifique una característica insurgente: que contra sea malsana supremacía gremialista se reaccione con grupos de militancia anarquista, o viceversa; que ante el peligro de distanciarnos de las masas laboriosas, de sus afanes e inquietudes, se propicie la ingerencia [sic] en los sindicatos.
Lo malo está en querer hacer en cada una de estas inclinaciones la norma permanente.
El acierto en suprimirle a la propaganda el rasgo requerido en los diversos períodos da el valor de la actuación anarquista.
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