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Bitácora de la Utopía: Anarquismo para el Siglo XXI


Nelson Méndez
Alfredo Vallota




(Versión 1.1; Caracas, Venezuela; octubre 2000)



ÍNDICE



PRÓLOGO

I.- LA ANARQUÍA: ESE MAR DESCONOCIDO...

II.- LO BÁSICO DEL ANARQUISMO

II.1) Aclarando dudas, respondiendo objeciones
II.2)
Anarquismo y violencia

III.- EL ANARQUISMO EN ACCIÓN
III.1) Organizarse en el trabajo
III.2) Cuestiones de alcance nacional / Luchas a gran escala
III.3) Relaciones interpersonales
III.4) Familia autoritaria, sexualidad y feminismo
III.5) La escuela y la educación
III.6) Acción y organización local

IV.- COMUNICANDO EL IDEAL
IV.1) La palabra impresa
IV.2) Actos públicos

IV.3) Internet, ciencia y tecnología

IV.4) Música
IV.5) Artes plásticas
IV.6) Radio, cine y TV
IV.7) Otros medios de comunicación

V.- A MODO DE RESUMEN...

VI.- FOLIOS DEL CONTRAMAESTRE
VI.1) “Ser y parecer anarquista”
VI.2) “4 notas sobre anarquismo, filosofía y libertad”
VI.3) “Liberalismo y anarquismo”
VI.4) “En torno a la autogestión”
VI.5) “Conociendo a Durruti”
VI.6) “Ángel Cappelletti y su enfoque de la historia social del anarquismo en América Latina”

VII.- FUENTES SOBRE ANARQUISMO EN CASTELLANO
VII.1) Bibliografía básica editada entre 1970 y 1999
VII.2.1) Sitios en el WWW
VII.2.2) Foros de e-mail para noticias y/o debate sobre anarquismo
VII.2.3) Radio en Internet
VII.3) Publicaciones periódicas actuales
VII.4) Cine y video



PRÓLOGO


“La utopía significa el sueño colectivo y si este sueño no existe la gente se desmigaja, se encierra en células y se vuelve más egoísta y depredadora. Y aparece el miedo y la insolidaridad. Estás más indefenso, eres menos generoso, más cobarde y por tanto más vulnerable. Sin utopías vives a merced de lo que el poder decida imponer en cada momento. Estás en sus manos...”
Joan Manuel Serrat


Cuando tuvimos ocasión de leer “Todo lo que siempre quiso saber sobre anarquismo y nunca se atrevió a preguntar” (ver <www.geocities.com/samizdata.geo/Todo.html>) obra del Anarchist Media Group, publicada por primera vez en 1988 y divulgada extensamente vía Internet después de 1995, nos pareció que la idea general y parte de los elementos conceptuales en ese texto podían servirnos de punto de partida para materializar un proyecto que hace tiempo veníamos considerando: la elaboración de un breviario actualizado sobre el ideario anarquista, visto desde una perspectiva latinoamericana en general y venezolana en particular; al momento en que la fecha cuasi cabalística del año 2000 es un buen pretexto para reconstruir los caminos de la Utopía, esa vieja compañera de la razón y los sueños humanos.

Los lectores que comparen esta Bitácora con el texto del colectivo británico encontrarán diferencias sustanciales de forma y de contenido, pues nos propusimos ir más allá de una nueva redacción de lo ya escrito adornada con detalles de sabiduría libresca o con obvias notas de actualización. Eso sería un absoluto contrasentido al entenderse que, como discutiremos en las páginas que siguen, el anarquismo exige de sus expositores afrontar el reto de reconstruirlo continuamente y estar prestos a adecuarlo a las cambiantes circunstancias humanas. Pero participar en esa re-elaboración constante implica también resaltar la validez de tantos otros esfuerzos del pasado y el presente por exponer con rigor y claridad los conceptos básicos del pensamiento libertario, pues hay numerosos libros y otras fuentes sobre el tema en los cuales están los indispensables complementos, revisiones y mejoras a lo que se dice aquí.

Este trabajo recoge y condensa la interpretación de gran cantidad de aportes que hemos recibido: libros, videos, canciones, obras literarias, páginas web, relatos orales, etc., y viene a ser el resultado de 15 años de intercambio sobre el tema entre los autores. De esas múltiples influencias, nuestro particular reconocimiento a dos: Ángel Cappelletti, el desaparecido filósofo argentino que vivió tantos años en Venezuela; y al animoso puñado de gente que se esfuerza por construir un movimiento anarquista en este país, reunida desde fines de la década de 1990 en la Comisión de Relaciones Anarquistas <ellibertario@hotmail.com> y su vocero EL LIBERTARIO <www.geocities.com/samizdata.geo/LIB.html>, así como a los que antes se agruparon en torno a CORREO A <www.geocities.com/samizdata.geo/CorreoA.html>, y más atrás en el C.A.L. con la primera etapa de EL LIBERTARIO.

También con esta obra queremos apostar a una atractiva posibilidad que hoy Internet hace plenamente factible: participar junto a los eventuales lectores en el proceso de corregir, rehacer y/o ampliar este resultado inicial de un esfuerzo al que aspiramos dar continuidad en el futuro. La propuesta de la utopía posible para el anarquismo nunca ha sido una imagen inmutable, se transforma e incesantemente se muestra con nuevos matices, por lo que cuando se intenta interpretarla lo mejor es hacerlo en términos igualmente dinámicos. De allí que el título no sea una muestra de pedantería, sino un llamado para una tarea que llevará todo el siglo que empieza y los siglos por venir, construir un mundo mejor, empeño que nunca será acabado ni perfecto sino cambiante y corregible con el aporte de todos y cada uno. Por eso la invitación para que nos envíen cuantas aportaciones, comentarios, críticas, correcciones, dudas, actualizaciones sean pertinentes, por las cuales desde ya expresamos nuestro agradecimiento y disposición a considerar con plena atención.

El modo más rápido es a través de los buzones de e-mail:

<mendezn@camelot.rect.ucv.ve>
<avallota@cantv.net>

pero también está la vía postal, en la dirección:
Profesores NELSON MÉNDEZ y/o ALFREDO VALLOTA
Departamento de Enseñanzas Generales, Ciclo Básico,
Facultad de Ingeniería, Universidad Central de Venezuela,
Caracas 1053, VENEZUELA



I.- la anarquía: eSE MAR DESCONOCIDO...



El anarquismo es probablemente la corriente política en torno a la cual ha habido más desinformación o equívocos a la hora de describirla. En lo esencial, es un ideal que preconiza la modificación radical de las actuales formas de organización social, que tanta injusticia, dolor, sufrimiento y miseria acarrean a la mayoría de las personas del mundo, buscando suprimir todas las formas de desigualdad y opresión vigentes, a las que considera responsables de esos males, sin por ello reducir un ápice de la libertad individual. Para lograrlo no propone ninguna “receta” preconcebida ni ofrece ningún plan ni figura milagrosa. El modo de alcanzarlo es el ejercicio pleno de la libertad de cada uno de nosotros, en un plano de igualdad con todos los demás y anteponiendo la solidaridad a cualquier otro beneficio. Parece sencillo decirlo, y muchos lo dicen, pero alcanzarlo implica una verdadera revolución no sólo en la sociedad sino en cada persona, luego de que milenios de dominación estatal y autoritaria han hecho perder la esperanza de su concreción. Sin embargo no han logrado modificar la conjunción de elementos individuales y sociales que conforman al ser humano, que es donde en definitiva se apoyan los ideales anarquistas.

Se aprecia que esto no tiene nada que ver con adorar e instigar el caos, la muerte y la destrucción como regularmente se identifica a la anarquía, al punto que la palabra aparece en los diccionarios como sinónimo de desorden, perturbación, confusión. Los anarquistas no van por ahí arrojando bombas a diestra y siniestra, ni les parece ninguna virtud agredir brutalmente a los demás en nombre del resentimiento social o individual, obedeciendo a un líder mesiánico o agitando la bandera de una ideología superior. Su búsqueda es menos estruendosa que la iluminada por la pólvora, pero a la vez es la única que sacude los cimientos de una estructura de dominación que, de tanto soportarla, parece natural pero no lo es.

Visto su objetivo, no es accidental que la siniestra caricatura del terrorista ácrata esté tan difundida. El Estado y todo tipo de instituciones autoritarias, que han obtenido y obtienen sus prebendas de la desigualdad y de limitar la libertad de cada uno, utilizan cualquier medio a su disposición para presentar la anarquía como una orgía irracional de caos y asesinato, mientras ellos se asumen como los defensores imprescindibles de la ley y el orden. Es lo que cabe esperar de los detentadores de poder, que ninguna supremacía tendrían si el anarquismo se impusiese. La historia muestra como en los últimos 150 años el anarquismo ha sido el movimiento que con mayor pasión y solidez argumentativa se ha opuesto a los privilegios de los poderosos y a la degradación de la condición humana de millones de personas derivada de esos privilegios, sin hacer la menor concesión amparados en alguna circunstancia particular ni justificando de ninguna manera la más mínima debilidad a favor de cualquier estructura de autoridad jerárquica.

En la necesidad de afianzar su dominio y la correspondiente sumisión para proseguir sus tropelías, el Estado, los medios masivos de difusión, la educación autoritaria y las diferentes religiones predican de mil maneras, abierta o implícitamente, la obediencia acrítica porque es en ella en la que basan sus ventajas y provechos ya que no puede haber dominio sin la correspondiente obediencia. En consecuencia, la anarquía ha sido el único y real enemigo contra todo afán de poder y por ello, si es mencionada, se lo hace como sinónimo de destrucción causada por enajenados. En este enfrentamiento, la actitud de los defensores del poder se explica porque, para encumbrar la opresión y el privilegio, es necesario que la libertad y la igualdad, así como la autonomía que de ellas se deriva, se combatan por todos los medios. Precisamente la libertad y la igualdad son los pilares en los que se funda el anarquismo en todas partes y en todos los lugares, más allá de las múltiples variedades que presenta y de la riqueza de sus propuestas.

La imagen perversa que se le adosa al anarquismo es bastante añeja y nace en la “época de oro” del movimiento socialista libertario – fines del S. XIX y primeras décadas de S. XX – por el obvio temor de los poderes autoritarios ante el avance de su más consecuente antagonista, y renace ahora, al principio del S. XXI, cuando diversos signos anuncian el resurgimiento del ideal y las prácticas ácratas, orientando las posibles opciones de transformación radical enfrentadas al orden existente; de modo que continúa siendo prioritario para los poderosos ocultar el sentido cierto de lo que el anarquismo es y se propone. Romper con esta mistificación interesadamente atribuida es necesario para quien quiera aproximarse con mente abierta y sin prejuicios a esta expresión de pensamiento y acción radical tan relevante ayer como hoy. A los que emprenden ese camino con poca información previa, grandes dudas y muchas preguntas va dirigida esta Bitácora.

La necesidad impuesta de potestades opresoras está tan arraigada en la mente del ciudadano medio que la anarquía, cuyo significado lo podemos resumir en "falta de autoridad jerárquica ", resulta impensable para la mayoría de la gente. Curiosamente las mismas personas que soportan y admiten que los reglamentos, regulaciones, impuestos, intromisiones y abusos de poder (por nombrar algunos de los efectos de la acción gubernamental) son irritantes, por decir lo menos. Pero sucede que a esa gente se la lleva a pensar que sólo queda aguantar en silencio porque la alternativa de "falta de poder, de autoridad y todo el mundo haciendo su propia voluntad" sería la “anarquía” a la que se asocia, falsa y arteramente, con el caos, la destrucción, el acabose. En cambio, el anarquismo persigue la eliminación de cualquier punto de control privilegiado desde donde se gobierne, la desaparición de todo grupo que se asuma como poseedor de algún privilegio para usufructuarlo en beneficio propio sometiendo a los otros. Como alternativa frente a las diferentes formas de gobierno - como la aristocracia, la teocracia, la democracia representativa, la dictadura del proletariado, la monarquía o la tiranía - sostiene la ausencia de gobierno o acracia.




Por miles de años las colectividades humanas vivieron y prosperaron sin Estado ni estructuras de poder jerárquico, como bien lo han confirmado la Historia y la Antropología contemporáneas, al destruir con abundancia de pruebas el mito de que la aparición de las estructuras estatales mejoró las condiciones de vida de las sociedades donde tal hecho ocurrió (por citar a un autor que demuestra convincentemente lo anterior, véanse los trabajos del antropólogo norteamericano Marvin Harris, entre otros el libro “Nuestra Especie” – Madrid, Alianza, 1997 -). Desde el punto de vista teórico, hoy es válido concebir una variedad ilimitada de sociedades posibles sin instituciones de poder autoritario, y no todas ellas serían desagradables. ¡Por el contrario! Cualquier tipo de sociedad anarquista nos ahorraría las terribles distorsiones que generan las estructuras de poder y el Estado que es su expresión más alta. Lo "negativo" del anarquismo, es decir, la abolición del Estado y de toda forma de poder opresor institucionalizado, se verá equilibrado por lo que viene en su lugar: una sociedad libre y de libre cooperación.

Hay varios tipos de anarquismo, y sus ideas difieren respecto a la organización de una nueva sociedad. Todos tienen en común la defensa de que la felicidad individual sólo se alcanza con la felicidad colectiva, que el bien propio sólo se realiza si se funda en el bien de todos, que la libertad personal se extiende con la libertad del otro, que los intereses personales no son incompatibles con los intereses de los demás, que el bienestar de cada uno depende del bienestar de los otros individuos, que alcanzar los logros que nos propongamos como individuos depende de que los demás y el conjunto también los alcance. En consecuencia, sostienen firmemente que el Estado y las actuales organizaciones, que partiendo de una igualdad formal promueven una desigualdad de hecho, deben ser sustituidas por una sociedad sin clases y sin la violencia, directa o encubierta, que hace posible institucionalizar esas diferencias.

Es precisamente debido a su creencia en la libertad con igualdad que el anarquismo se niega a establecer pautas dogmáticas de lo que debe ser y por eso hay tantas variantes que puedan adoptarse. Sólo ofrece modelos posibles que se apoyan en el quehacer del día a día, en el aporte siempre renovado de los miembros del colectivo que responsablemente toman el destino de sus vidas, y las de los otros, en sus manos. De hecho la sociedad anarquista ya ha existido históricamente en muchos lugares y épocas en el mundo. En el período moderno sucedió en Ucrania en 1919 y en España en 1936 y en ambos casos hicieron falta feroces represiones y guerras para liquidar esas experiencias, a las que todavía hoy nadie puede negar los éxitos sociales que alcanzaron. Para saber más de ellas, pueden verse el libro de José Peirats “Los Anarquistas en la Guerra Civil Española” – cuyos datos se indican en la Bibliografía de la sección VII.1 -, y sobre Ucrania, la obra de Volin: “La Revolución Desconocida” - México, Editores Mexicanos Unidos, 1984 -.

La ausencia de moldes obligatorios ocurre porque el anarquismo rechaza la existencia de un principio único, atemporal, suprahistórico, revelado por algún dios o por un ser privilegiado que ordena y manda sin apelación. Este es el origen etimológico del término anarquía, (an=sin, arje=principio). Es errado interpretarlo como que en cada momento y lugar no haya buenas y malas conductas y actitudes. Lo que busca es que la gente de hoy, con el aporte de las experiencias pasadas, de la historia, pueda tomar sus decisiones y edificar su propio futuro desde un presente dinámico, siempre en renovación. Sólo las personas libres, en diálogo igualitario con todas las personas que son y han sido, podrán construir el camino para alcanzar su felicidad personal y colectiva. Una felicidad que, por otra parte, nunca será perfecta porque la humanidad está esencialmente en devenir, siempre cambiante, con nuevas metas que presentan nuevos problemas que exigen nuevas soluciones, lo que compromete en un esfuerzo constante por crear la vida en colectivo.

Otra descalificación típica entre quienes tienen algún conocimiento de los principios anarquistas, es sostener que el anarquismo es una bella quimera intelectual, una idea hermosa, pero impracticable. Curiosa descalificación porque el movimiento anarquista no surgió de teóricos encerrados en torres de marfil sino directamente de la lucha por la supervivencia de gente oprimida común y corriente, y tiene un largo recorrido histórico que lo prueba. La anarquía siempre ha sido intensamente práctica en sus pretensiones y en su forma de hacer las cosas, como lo ha mostrado en las ocasiones en que logró alcanzar algún éxito, a veces con gran preponderancia, a veces parcialmente. Si en verdad el anarquismo fuera tan inviable, ¿Por qué tanto empeño por parte del Estado, como representante máximo de las fuerzas opresoras en destruirlo, sea el Estado de la seudo-democracia liberal, el fascista, el comunista o el religioso?, ¿Por qué tanto esfuerzo especulativo de sus adversarios del pasado y el presente para refutar un ideal que supuestamente es absurdo de principio a fin? Ningún integrante de los grupos que se han mostrado tan eficientes en dominar voluntades gastaría esfuerzo luchando por siglos contra un enemigo cuyas propuestas no tuvieran posibilidad de materializarse.


II.- lo básico del Anarquismo



Muy poca gente parece entender el anarquismo pese a que parte de una idea muy sencilla y clara. Básicamente su mensaje es "dirigir nuestras vidas en lugar de que nos manipulen" y hacerlo en armonía con los demás. Fue un movimiento que en el pasado alcanzó su mayor fuerza entre los trabajadores, pero que han adoptado también otros oprimidos y explotados en tanto aspiren a liberarse sin oprimir o tomar revancha sometiendo a su vez a otros grupos.

No hay nada especialmente complicado ni violento en el anarquismo excepto que algo tan elemental como la idea de llamar a cada quien a dirigir la propia vida se transforma en una conducta subversiva puesto que impide, precisamente, la manipulación por los otros, o por alguno de los otros. De ahí las ridículas objeciones que se le oponen, como "imagínate el caos que habría si todo el mundo hiciera lo que quisiera". Para el anarquismo, la fuente de las divisiones sociales está en el Estado, que es la causa que impide vivir una vida plenamente humana, precisamente por la opresión a que la concentración de poder estatal y económico nos someten. ¿Acaso ahora mismo no vivimos en el caos?. Millones de personas carecen de ocupación digna, mientras otras están sobrecargadas de trabajo; se labora en empleos por demás repetitivos y rutinarios, muchas veces perniciosos para nosotros, para los demás o para el medio ambiente, que sólo brindan beneficios a un pequeño grupo y pareciera que nada se puede hacer al respecto. Hay gente que muere de hambre a la vez que se arroja comida al mar o se almacena hasta pudrirse para mantener los precios; malgastamos recursos y contaminamos el aire para que circulen automóviles demasiadas veces ocupados por una sola persona, pues así se beneficia a los dueños de la industria; y el planeta entero está en serio peligro por la destrucción de su atmósfera, que parece inevitable porque protegerla afecta a los intereses de unos pocos. La lista de locuras, de situaciones caóticas y absurdas en la sociedad actual es interminable, generadas precisamente por aquellos que critican al anarquismo como fuente de desorden. ¡Y además se nos pide sacrificar nuestra libertad para promover este desastre cotidiano!.

Los supuestos "beneficios" recibidos a cambio de la existencia del Estado son, en esencia, ilusorios, cuando no dañinos. El cuidado de la salud, la educación, la protección policial son servicios que funcionan pobremente, pero que sirven para hacernos dependientes del Estado y lo peor de todo, nos compran por muy poco. Frenan la propia iniciativa de crear una seguridad social autogestionada y enfocada hacia nuestras necesidades, no hacia lo que desde el poder se define como asistencia sanitaria, que siempre deriva a ser herramienta de sometimiento y que debe agradecerse como regalo generoso. A su vez, la seguridad social, que pagan los asalariados, genera una disponibilidad de dinero de las más importantes en el capitalismo moderno, que se utiliza para explotar a esos mismos trabajadores. El Estado impide que podamos encauzar la educación de nuestros hijos sin someterlos a los designios de los amos de turno, como en Venezuela donde la injerencia castrense en el gobierno ha impuesto una odiosa instrucción premilitar en la educación de niños y jóvenes. En todas partes, los policías más que proteger de los delincuentes son sicarios que vigilan y controlan. Cualquier obra que se realiza con dineros públicos se paga muy caro porque en los costos se incluyen los enormes sobreprecios que demanda la corrupción. Y así todo.

El anarquismo es ácrata, no apoya la democracia y mucho menos la democracia representativa. La acracia es la ausencia de un gobierno central que asuma el poder. Toda delegación de poder lleva sin falta a la generación de una autoridad separada por parte de los delegados, que inexorablemente se dirige contra los que delegan. Por ello es que tampoco acepta la democracia representativa, porque más temprano que tarde los representantes se desprenden de los intereses de sus representados y sólo persiguen su propia conveniencia. Esto es natural, ya que un pequeño grupo de personas, aunque sean elegidos, no puede materialmente decidir sobre todas las cuestiones que hacen a la vida de una sociedad durante un lapso que, mínimo y en el mejor de los casos, dura 5 ó 6 años. Mucho menos cuando el gobierno está en manos de 4 ó 5 personas, o una sola, que decide con omnipotencia y omnisapiencia cualquier asunto.

La autoridad institucionalizada, por su propia naturaleza, sólo puede interferir e imponer cosas en su beneficio. En este sentido aún pensadores no anarquistas coinciden en que la fuerza de un Estado radica en el peso que la burocracia tiene sobre sus gobernados y es ocioso referirnos a la manera en que el aparato gubernamental, con sus controles, trámites y el requerimiento continuo de documentos y autorizaciones nos hace la vida miserable con sus exigencias, contradicciones y esterilidad, terminando por transformarnos en siervos que para todo debemos pedir permiso. Pero claro es que la burocracia sirve también para repartir cargos, favores, contratos, comprar voluntades, siendo por tanto un arma eficiente de desmovilización social en manos de los dueños del Estado, sea capitalista o el mal llamado socialista.

En Latinoamérica apreciamos con toda su crudeza lo que en otras regiones se presenta con más disimulo o mejor propaganda, como es la estrecha relación entre los capitalistas y el poder político. A pesar de la tan cacareada libertad de mercados, ningún empresario tiene posibilidades de prosperar si no cuenta con el apoyo gubernamental en lo legislativo, judicial, de control y/o financiero. Por su parte nadie puede aspirar a asumir la batuta del gobierno sin el soporte de grandes capitales para la subvención de su intento. En esta situación el habitante común apenas es una marioneta a la que se sacude cada vez que hay que avalar con votos este círculo realmente vicioso, cada 5 ó 6 años. En cambio gobierno y dueños del capital deciden día a día la marcha de los asuntos que incumben a todos pero benefician a unos pocos.

Es un principio básico del anarquismo que las personas directamente afectadas son las más indicadas para resolver los asuntos que conciernen a su comunidad, siempre mejor a lo que puedan hacerlo burócratas ávidos de poder o inversionistas ansiosos de rentabilidad. Seguro que los pobladores de un sector urbano pueden imaginarse alguna forma de uso del espacio que impida la destrucción de sus hogares y áreas verdes para construir edificios de oficinas, autopistas o centros comerciales; o que los padres pueden idear junto a sus hijos y los maestros una mejor educación que la recibida del Estado, de los mercaderes escolares privados o de la Iglesia; o que una asociación vecinal bien arraigada puede planear la seguridad local con mayor eficiencia que cualquier policía institucionalizada

Todo el caos, según el anarquismo, deriva de la autoridad opresora y del Estado. Sin clases dirigentes y su imperativo de mantenernos sometidos no habría Estado. Sin Estado nos encontraríamos en situación de organizarnos libremente según nuestros propios fines. Ello difícilmente daría base a una sociedad tan absurda como ésta en la que nos ha tocado vivir, pues la libre organización resultaría en una sociedad mucho más tranquila y equilibrada que la actual, cuyo mayor interés es el despojo sistemático, la infelicidad y el exterminio temprano o tardío de la mayoría de sus miembros. Corroboran lo que decimos estos datos de la Organización Mundial de la Salud: la actual producción mundial es suficiente para abastecer a 8 mil millones de personas pero, de los 6 mil millones que somos actualmente, una gran parte literalmente muere de hambre o de las consecuencias del hambre. Si preguntamos por qué, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo puede responder con sus estadísticas. Sucede, según cifras de comienzos de los 90 (y la situación ha empeorado), que el 20% de la población más rica del planeta consume más del 80% de la riqueza anual producida, mientras que el 20% más pobre apenas alcanza a consumir el 1,5%. De hecho, los 3.600 millones más pobres (60% de la población mundial) accede a poco más del 5% de lo que se produce en el planeta Tierra. Estos números llevan a una conclusión inexorable: la brecha creciente entre ricos y pobres es tan enorme que podemos afirmar, por brutal que esto parezca, que un alto porcentaje de la población mundial queda excluida de toda posibilidad no ya de bienestar sino de sobrevivir, y en ese grupo están la mayoría de los latinoamericanos. No hay duda que, como diría Shakespeare, algo está podrido pero no sólo en la Dinamarca de Hamlet, sino en el mundo entero. Suponer que tal situación puede empeorar porque la gente tome el control de sus asuntos en sus manos es una afirmación sin fundamento.


DEFINICIONES FUNDAMENTALES DEL ANARQUISMO


II.1) Aclarando dudas, respondiendo objeciones

Cuando se plantea la autogestión y el autogobierno, suprimiendo las actuales estructuras de poder simbolizadas y llevadas a su más alto grado en el Estado, surgen innumerables preguntas referidas a la manera en que se podría organizar una sociedad sin ese monstruo todopoderoso al que tan acostumbrados estamos.

¿Cómo es posible vivir sin el orden que el Estado impone? Comencemos reiterando que anarquismo no significa caos o desorden, ausencia de organización. En cambio quiere decir que el orden debe surgir de las exigencias de la vida misma y de los imperativos que impone, a cada uno y al colectivo que integramos. De ninguna manera debemos aceptar como única posibilidad la clase de organización impuesta por fuerzas exteriores a la sociedad toda, que ambicionan fines sectoriales o parciales, como los intereses de un grupo particular (religioso, racial, militar, político o económico), la persecución del lucro o el afán de poder de algunos individuos. El anarquismo tiene bien claro que la libertad no es hija del desorden, sino madre del orden.

En consecuencia, al mismo tiempo que rechaza al poder, el anarquismo reconoce la autoridad derivada de las peculiares habilidades de cada uno. El habitante común de la ciudad es inferior al campesino en el conocimiento de la agricultura, así como tampoco el enfermo supera al saber del médico en su especialidad, o el empleado de comercio al ingeniero civil en el diseño de un puente. Pero esta autoridad es siempre restringida, limitada, ya que tanto puede entender el médico de enfermedades como ignorar del campo lo que sabe el campesino, por lo que fundado en un saber peculiar nadie puede pretender un dominio total sobre todos los otros miembros de la sociedad, ni aspirar a una posición de privilegio permanente. Precisamente el Estado como poder total, ajeno a las cualidades de sus integrantes y a las necesidades puntuales que pudieran satisfacer, es el que consolida los privilegios de unos sobre otros independientemente de méritos y necesidades.

En la vida cotidiana hay muchos ejemplos de que la organización es perfectamente compatible con la ausencia de un poder central que someta a los demás, como sucede con el Estado. ¿No se organizan acaso las líneas aéreas o de trenes o marítimas en viajes multinacionales, sin que ninguna de ellas pierda su autonomía y sin necesidad de que haya una de ellas que domine a todas las otras? Basta para conseguirlo la coordinación de entes autónomos en pro del beneficio de todos, cediendo las instalaciones, servicios, etc., de una en beneficio de otra a cambio de similares beneficios que recibe de ella, y así entre todas. Si lo pueden lograr enormes empresas lanzadas a feroces competencias de mercado y que sólo persiguen las ganancias, bien lo pueden hacer otras instituciones y con más razón los individuos que tienen una gama más amplia de intereses y son naturalmente sociables.

¿Tienen los anarquistas algún sistema económico que impulsan? En esto, como en tantas otras cuestiones, el anarquismo no defiende ningún modelo en particular, sino que aspira a que los miembros de un colectivo, en forma libre, seleccionen la organización económica que más los favorece en vista de sus intereses particulares y colectivos. Pero, viendo la historia del movimiento ácrata, no es casualidad que se haya asumido ampliamente la identificación como socialismo libertario, pues siempre han llamado la atención de los anarquistas el mutualismo, el colectivismo y hasta formas del comunismo.

El mutualismo niega la propiedad pero acepta la posesión de uso, incluso la personal, partiendo de que la posesión surge del trabajo. La base del intercambio está en la asociación de consumidores y productores, con un precio derivado del costo de producción y suprimiendo el lucro. El colectivismo tiene como lema De cada uno según su capacidad, a cada uno según sus méritos. Sostiene la propiedad colectiva de los instrumentos de producción, pero el fruto del trabajo debe distribuirse en proporción al trabajo y a su calidad, con lo que se mantiene un tipo diferenciado de salarios. El comunismo anarquista tiene como lema De cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades, con lo que se suprime el salario diferencial, los medios de producción son comunes y la distribución se hace en función de las necesidades. A estas tendencias ha querido sumarse en años recientes una corriente anarco-capitalista, difundida particularmente en Estados Unidos, enemiga del poder estatal en tanto defensora a ultranza de la libre empresa y el mercado. La pretensión de asumirse como anarquista suele ser objetada por las demás corrientes, en especial por las diferencias que existen entre el modo en que vive la mayoría de los habitantes de la mayor potencia contemporánea y las desventajas que el mercado capitalista acarrea en los países donde ejerce su expoliación a plenitud. Para más precisiones en la crítica socialista libertaria al anarco-capitalismo o libertarianismo, ver la opinión del intelectual anarquista Noam Chomsky en el libro “Conversaciones Libertarias” – datos en Bibliografía de VII.1 - y en <www.hispamerica.com/gr/12/conlib3.htm>.

Esta breve presentación es suficiente para dejar entrever que las discusiones entre los anarquistas acerca de las ventajas de estos modelos económicos, y de otros posibles, forman parte importante de lo imaginable de una nueva sociedad, para cuya construcción no hay prejuicios acerca de la manera en que puede organizarse sino que se debe debatir libre y colectivamente lo que cabe pensar como soluciones, calibrando ventajas y desventajas, sin prejuicios ni ideas preconcebidas.

A menudo surge la pregunta de cómo una sociedad anarquista trataría a los delincuentes violentos. ¿Quién los pararía sin un Estado que esté a cargo del control policial? Comencemos apuntando que una parte de los asesinatos y otros crímenes violentos son originados en desordenes mentales o pasiones individuales extremas, por lo que ni la policía ni nadie los puede prevenir. Es factible esperar, sin embargo, que en una sociedad más “cuerda” y menos frustrante no habrá tantos de este tipo de delitos. Los demás asesinatos, y la mayor parte de las otras ofensas, derivan de la existencia de propiedad privada en gran escala por lo que, sí la forma dominante de propiedad fuese la colectiva y/o con muchas menos disparidades económicas, desaparecería un motivo muy importante de la delincuencia contra personas y bienes. La historia muestra que los grandes ciclos de aumento de criminalidad se producen en situaciones de grandes desigualdades socio-económicas, mientras que la violencia y los asaltos disminuyen drásticamente en épocas de una distribución más igualitaria de la riqueza. Es gracioso escuchar a los dirigentes de gobiernos latinoamericanos buscar asesoramiento policial en el Norte para la lucha contra la delincuencia cuando, en Canadá por ejemplo, no hay casi desocupación y el salario mínimo es 6 veces mayor que el de Venezuela, país donde la mitad de la fuerza laboral está desempleada o en ocupación precaria, sin protección social de ningún tipo, y con una de las distribuciones de riqueza más desiguales del planeta. Es fácil entonces imaginar las razones por las que en el 3er. Mundo se vive una situación de auge de los delitos contra las personas y, en su gran mayoría, contra la población de menores recursos, aunque sean los crímenes contra los poderosos los que recoge la prensa. Se trata de la lógica consecuencia de la acción del poder que exprime hasta un grado máximo la capacidad de la gente de soportar la injusticia.

Por supuesto que las comunidades necesitan algún medio para tratar a aquellos individuos que perjudiquen a los demás. En lugar de varios miles de policías profesionales, la mejor solución es a través de la organización comunal de la protección mutua. Quienes gobiernan proclaman que las fuerzas de seguridad (oficiales y privadas) existen para defendernos a los unos de los otros, cuando todos sabemos que en realidad sólo interesan a los de arriba en tanto puedan protegerlos a ellos, a su propiedad y a su poder sobre nosotros. Además, son instituciones condicionadas para responder a la violencia con más violencia, con lo que se genera un círculo vicioso que sólo beneficia al Estado policial y a los delincuentes que juntos se hacen así dueños de las ciudades. Por otra parte, ya son numerosos los intentos de asumir la protección independientemente de la policía, y sobre ellos los agentes del Estado ejercen fuertes presiones para controlarlos y evitar que la población tome conciencia de que no necesita uniformados para salvaguardar sus vidas e intereses.

Las cárceles son un fracaso a la hora de mejorar, reformar o por lo menos disuadir a los infractores. Los vecinos de una comunidad, conociendo las circunstancias personales de cada cual, aportarían soluciones mejores y más adecuadas tanto para la víctima como para el acusado. Por otra parte, el actual sistema penal es uno de los principales responsables de la promoción del comportamiento delictivo. Los reos que cumplen una condena más o menos larga a menudo se convierten en seres inadaptados para la convivencia fuera de las rejas. ¿Cómo puede imaginarse que encerrar a unas personas a cargo de otras de un carácter tan antisocial como ellos mismos (pues así suelen ser los carceleros), va a desarrollar en el individuo un modelo de comportamiento responsable y sensato? ¿Cómo pensar que se logrará ese comportamiento tras pasar por el infierno de las prisiones en Venezuela o tantos otros países? Naturalmente, lo que ocurre es todo lo contrario; la mayoría de los presos reinciden y con una grado mayor de agresividad.

Pero aún así, puede que nos encontremos con individuos que cometan delitos en la sociedad libertaria, individuos que pese a que se extremen las medidas de rehabilitación, sea imposible reincorporarlos a la sociedad. En tales casos, de una sociopatología manifiesta e insuperable, la sociedad tiene el derecho a protegerse expulsando al individuo de su seno, no por venganza o castigo, sino como reconocimiento a una relación sin posibilidad, que de mantenerse pone en peligro a los demás integrantes. Esto quizás sea considerado un castigo que despierta sonrisas, pero queremos mencionar un par de casos para mostrar su fuerza. Entre los griegos del período clásico, el exilio de la propia comunidad era considerado el peor castigo y Sócrates, el famoso filósofo, castigado y ante la opción, prefirió la muerte. Por otra parte, sabemos que si alguien es sancionado por incumplir los pagos de una tarjeta de crédito o librar un cheque sin fondo, el castigado pierde la posibilidad de utilizar ese medio de pago tan usado hoy en día, puesto que ninguna otra institución le abre crédito o le permite operar con cuentas, por lo que se cuida de hacerlo regularmente. No es pequeña cosa ser exilado, y mucho menos si se es en forma ignominiosa, sea de donde sea. La única condición que requiere es la responsabilidad de todos en cumplirla sin excepciones, por lo que, para ser efectiva, requiere un cambio tanto en los que castigan como en los castigados. (Para más consideraciones sobre criminalidad y penalización desde el punto de vista ácrata, ver <www.geocities.com/samizdata.geo/CACarceles.txt> y <www.geocities.com/samizdata.geo/CAPolicias.txt>).

Otra de las preguntas con las que se ha tenido enfrentar el anarquismo durante años es: ¿Quién haría todo el trabajo sucio, el trabajo duro que nadie quiere hacer? También se plantea la duda de ¿qué pasaría con aquél que se negara a trabajar?. Para responder debemos tener claro que las personas necesitan trabajar, precisan de hacer algo. La gente tiene una verdadera urgencia creativa. Basta atender a lo mal que nos sentimos cuando no tenemos trabajo o fijarse como nos pasamos horas arreglando un automóvil, cuidando un jardín, confeccionando una prenda de vestir, haciendo música. Todas estas tareas pueden ser muy entretenidas sólo que a menudo se las considera aficiones más que auténticas actividades laborales. El punto está en que se nos ha enseñado a calificar el trabajo como un tormento que es irremediable aguantar, pues lo hemos desligado de la satisfacción de necesidades reales para convertirlo en un medio de enriquecimiento de los capitalistas.

En la sociedad el trabajo es efectivamente un tormento, y lo rechazamos porque está estrechamente relacionado con un sentimiento de injusticia y explotación. En tales condiciones el trabajo es poco gratificante, pero no toda labor lo es como pretenden inculcarnos, y así impedir que podamos ser libres para elegir incluso aquello que nos es más propio, nuestro oficio. No se trata de que seamos holgazanes por naturaleza sino que aborrecemos que nos traten como si fuéramos máquinas, obligados a hacer una labor en su mayor parte desprovista de cualquier relación con lo que somos, con la satisfacción de alguna necesidad colectiva, sin justas evaluaciones y para satisfacer intereses económicos ajenos. El trabajo no tiene por qué ser así, y si estuviera controlado por la gente que lo desempeña, desde luego no lo sería. Fácil es ver que en una sociedad libre nunca van a faltar voluntarios para hacer un tipo de tarea u otro, en especial si esta diferencia de ocupaciones no se acompaña de una impertinente jerarquización de ingresos. Por supuesto hay faenas desagradables que es necesario ejecutar, y hay pocas formas de hacer que la recolección de basura sea una actividad divertida. Pero estos problemas no son tantos ni son tan graves y, en última instancia, una comunidad puede resolver el punto conviniendo en que todos sus miembros compartan lo que es una labor ingrata o con alguna otra solución equitativa.

Cuestión importante es señalar al desempleo como un problema creado por el capitalismo. En un mundo más justo no existiría. Si hubiera un exceso de mano de obra, en especial gracias al desarrollo tecnológico, la solución no es la actual en que algunos trabajan mucho y otros nada, favoreciendo así la disminución del salario. En una sociedad en la que el trabajo es el modo de generación de riqueza, lo más conveniente es que todos trabajen, pero que trabajen menos horas haciendo posible que se disfruten equitativamente de los beneficios. Si nos deshiciéramos de la explotadora clase dominante y su inflexible apremio por aumentar la rentabilidad de sus inversiones, nos libraríamos de la mayor parte de la presión económica que obliga a algunos a laborar largas jornadas, con bajas retribuciones, al par que lleva a otra gran cantidad a la desocupación. En el sistema vigente, esto es grave para los dominados porque el trabajo es actualmente el mecanismo, muchas veces arbitrario e injusto, de distribución de bienes, por lo que hay millones de desocupados que nada reciben. Quizás haya en el mundo países con seguros de desempleo que aplacan el problema, pero en Latinoamérica brillan por su ausencia o son una broma de mal gusto, por lo que la desocupación es sinónimo de miseria.

Si en última instancia hubiera quien se resistiese por todos los medios a integrarse mediante su trabajo o actividad al conjunto de las ocupaciones requeridas por una sociedad libertaria, en ese caso debería plantearse seriamente su interés en mantenerse en ese colectivo por lo que, por mutuo acuerdo o en todo caso unilateralmente, la comunidad puede excluirlo de su seno. Pero, una vez más, es imposible que alguien quiera permanecer sin hacer nunca absolutamente nada. Finalicemos la discusión sobre el enfoque anarquista del trabajo remitiendo a los lectores al provocativo ensayo “La Abolición del Trabajo”, de Bob Black <www.geocities.com/samizdata.geo/Abolicion.html>.

Otra objeción típica es: “bueno, eso a lo mejor opera a pequeña escala, en un atrasado pueblo rural, pero ¿cómo puede funcionar una sociedad tecnológicamente compleja sin necesidad de jerarquías permanentes?" En primer lugar el anarquismo entiende que la sociedad necesita ser dividida en núcleos menores que los actuales, siempre que sea posible, para que los conglomerados adquieran una dimensión más natural y puedan ser dirigidos directamente por la misma gente que los integra. Hoy en día, la teoría de la organización empresarial del capitalismo reconoce lo que siempre ha sido un principio básico del anarquismo: que los grupos pequeños trabajan juntos de forma más eficaz y son capaces de coordinarse mejor con otros conjuntos laborales parecidos, mientras que las agrupaciones informes y a gran escala son comparativamente más torpes en su desempeño y les resulta más difícil acoplarse con el entorno. Dentro de este mismo punto es interesante señalar que recientemente las famosas "economías de escala", que justifican por ejemplo las fábricas que cubren enormes superficies y con capacidad de producir volúmenes gigantescos, están siendo altamente cuestionadas. Llega un cierto tamaño en que las industrias, las explotaciones agropecuarias, las instituciones de servicio, las educativas, los sistemas administrativos y demás, pierden eficacia a medida que se hacen más grandes. Por otra parte, a todos es palpable, especialmente en Latinoamérica, la inhumanidad que encierra la vida en grandes conglomerados de gente, con malos servicios, habitaciones deleznables, muchas veces en situaciones que nada tienen que envidiar a cárceles y campos de concentración.

Puede ocurrir que para proyectos de envergadura, puntuales, específicos y de interés común, sea necesaria la unión de varias comunidades, pero esto no es un problema irresoluble ni su existencia justifica un poder central permanente como el Estado. De hecho la clase trabajadora de España encontró soluciones de este tipo para grandes problemas en la década de 1930. Así, la Compañía de Autobuses de Barcelona al par que doblaba sus servicios, contribuyó con el “colectivo de entretenimiento ciudadano” (actividades recreativas) y produjo armas para el frente en los talleres de autobuses. Todo esto se consiguió con un número de trabajadores bastante reducido, ya que muchos se habían ido al campo de batalla para combatir el fascismo. Este increíble aumento de la eficacia, a pesar de la guerra y de la escasez de materiales, no es tan sorprendente después de todo, porque ¿quién puede dirigir una compañía de autobuses de la forma más idónea, con el menor esfuerzo y el más alto rendimiento? Obviamente sus trabajadores y nadie mejor que ellos para coordinar con otros trabajadores la solución de problemas compartidos, cuando a ninguno mueve el afán de explotar a los demás en beneficio propio.

Para extendernos en este caso ilustrativo, puntualicemos que todos los trabajadores de Barcelona estaban organizados por sindicatos - formados por quienes laboraban en el mismo ramo - subdivididos en grupos de tarea. Cada grupo tomaba sus propias decisiones en lo referente al trabajo día a día y nombraba a un delegado que representaba sus puntos de vista en temas más generales concernientes a toda la fábrica o incluso a toda la región. Estos representantes eran voceros de las decisiones tomadas en asamblea por todos los compañeros y el cargo se turnaba con frecuencia. Los delegados podían ser sustituidos inmediatamente en caso de que incumplieran el cometido de ser meros portavoces de la asamblea (principio de revocabilidad). Los delegados eran actores que sólo podían decir los parlamentos que los autores de la obra, la asamblea de trabajadores, escribieron para ellos, sin apropiarse la función de componer sus propias líneas, como sucede en la ilusoria “democracia representativa” de nuestros días. Añadiendo más niveles de delegación es posible alcanzar una actividad a gran escala sin abandonar la libertad de trabajar en la línea que cada individuo elija. Esta idea de autogestión federal volverá a ser ilustrada en la sección III.6.- "Acción y organización local", pero a quien le interese saber más de la experiencia de organización anarquista en la revolución española de 1936 puede buscar en la extensa bibliografía sobre ese punto, donde destacaremos como un trabajo particularmente completo a “La Autogestión en la España Revolucionaria”, de Frank Mintz, incluido en el inventario de textos de la sección VII.1.

Sigamos con más objeciones. ¿Una sociedad sin Estado no estaría indefensa ante ataques exteriores? El hecho de vivir bajo la tutela estatal no ha salvado a los pueblos de agresiones armadas a gran escala y podría decirse que las han promovido. Los ínuit del extremo norte de América (mal llamados “esquimales”) que nunca han tenido una organización estatal y menos ejército, han vivido 500 años sin un enfrentamiento armado entre ellos. De hecho, en la mayoría de las naciones, las fuerzas militares y policiales son utilizadas, abierta o disimuladamente, en contra de sus propios habitantes como un ejército de ocupación. El Estado no protege sino que vigila y agrede para defender a una élite dirigente que, diciendo las cosas claramente, es el enemigo fundamental del pueblo de cada país.

En Latinoamérica es más claro que en otras regiones del mundo, pero todos sabemos que la gran mayoría de las guerras y enfrentamientos armados internacionales se han hecho y se hacen en beneficio de esas minorías, aunque bajo los pomposos nombres de la defensa de la patria y similares. Más aún, la evolución tecnológica y organizacional de los conflictos bélicos ha derivado en que el ejército no sea salvaguarda de nada, porque en la guerra actual el máximo esfuerzo y la mayoría de las víctimas se da entre los civiles que corren muchos más riesgos que los militares, quienes cuentan en tales circunstancias con la máxima protección y hasta la posibilidad de obtener jugosos beneficios. Basta citar que en las guerras más conocidas de los últimos años (Irak, Yugoslavia, Chechenia, etc.) los militares han tenido una cifra de bajas mucho menor que los civiles, quienes han sufrido casi todos los rigores del combate, de uno y otro bando.

Una respuesta anarquista clásica es reconocer que la defensa del pueblo está en sus propias manos y la solución es la de armarlo. Las milicias anarquistas españolas estuvieron cerca de ganar la guerra civil en 1936 a pesar de la escasez de armamento, de la traición stalinista y de la intervención de Alemania e Italia a favor del alzamiento de Franco y sus secuaces. El error fue subestimar las propias fuerzas y dejarse integrar en el ejército regular de la República. No cabe duda que una población armada sería difícil de subyugar por ningún atacante del exterior, como lo muestran la enconada resistencia y los éxitos que desde siempre han tenido guerrillas con auténticas raíces populares frente a ejércitos de ocupación más poderosos.

Pero es cierto que un ensayo de sociedad libertaria podría ser destruido desde el exterior. Los jerarcas del imperio norteamericano, como lo harían en su momento los dirigentes soviéticos y de cualquier otra potencia, probablemente nos exterminarían antes que permitirnos vivir en libertad e igualdad, por supuesto que con la interesada colaboración de todos aquellos que con la revolución vieran peligrar sus privilegios. Contra esa amenaza de destrucción la mejor respuesta es el movimiento revolucionario en otros países. Dicho de otra manera, la defensa más eficaz contra la bomba atómica yanki o rusa es el movimiento del pueblo y los trabajadores de Estados Unidos o rusos y de todo el mundo. En el caso del Estado bajo el cual vivimos, la mayor esperanza de evitar el exterminio se basa en quitarle el privilegio del uso de los armamentos de aniquilación masiva. Podríamos garantizarnos un verdadero sistema mundial de seguridad si la solidaridad internacional evolucionara hasta tal punto que los trabajadores de los distintos "países enemigos", adecuadamente esclarecidos, fueran capaces de impedir que sus respectivos gobernantes lanzaran ataques externos.

Y esto no es fantasía, pues hay precedentes; como el ocurrido en la década de 1920, cuando la Rusia Soviética se salvó de una intervención británica masiva gracias a una serie de protestas y sabotajes de los obreros británicos; o la movilización popular en Estados Unidos contra la intervención en Vietnam a fines de los años de 1960. Pero dijimos esclarecidos, porque también hay ejemplos en que los trabajadores fueron arrastrados a enfrentamientos que en nada los beneficiaban debido a una obnubilación resultado de la propaganda y el empleo de los múltiples recursos con que cuentan el Estado y la clase dominante.

II.2) Anarquismo y violencia

Una de las características de los gobiernos latinoamericanos ha sido la represión violenta de las protestas colectivas; represión que testimonia la incapacidad de los políticos de estas latitudes para asumir o solucionar los conflictos sociales de manera tolerante. En cada caso que el gobierno de turno quitó el bozal a sus fuerzas represivas, argumentó que lo hacía para defender el orden y los bienes (no a los ciudadanos) de la amenaza de la subversión y la “anarquía”, pues es un lugar común para el poder reinante y sus defensores equiparar anarquía con la violencia y desorden que se atribuye a los de abajo. Pero ¿qué dicen los propios anarquistas cuando se identifica de ese modo a su ideal?...

Negar la posibilidad de la violencia como un momento en la lucha revolucionaria está lejos del anarquismo. En algún lapso el enfrentamiento destructivo que ella conlleva se hace presente, pues siempre habrá que responder a grupos que apelen a la fuerza como argumento para defender sus privilegios. Pero si la violencia puede ser necesaria, en modo alguno es la guía para la transformación que se pretende, que es un cambio total en la organización social y económica de la humanidad. De ninguna manera este cambio radical puede ser el resultado de una revolución puntual y catastrófica, que a lo más podría llegar a dominar el poder político, lo que es contradictorio con la esencia del movimiento anarquista pues el objetivo precisamente es destruirlo. Está totalmente fuera de la tradición anarquista pensar que una algarada callejera, así logre tomar la Bastilla o el Palacio de Invierno, consiga transformar la sociedad tal como se desea, ni que sea el primer paso. En todo caso podría ser el último, porque la pretensión anarquista no se limita a la mera socialización de la economía ni menos aún a la adquisición del poder en alguna de sus formas, sino que busca modificar las relaciones entre los hombres fundándolas en la libertad, la igualdad y la solidaridad, lo que hace que la revolución se extienda a todos los aspectos de la vida de todos y de cada uno y encierre tanto un cambio de las relaciones comunitarias como un cambio personal.

No es por tanto que el anarquismo niegue la violencia, sino que rechaza esa violencia que es únicamente manifestación de la pasión destructiva y no está subordinada a la acción constructiva, y que ni siquiera sirve de detonante de un vasto movimiento popular revolucionario. No es en la violencia de un grupo de donde ha de surgir la creación de un mundo nuevo, sino de la participación e incorporación de todos y cada uno en esa tarea generadora. La violencia como momento destructivo es un punto de un proceso constructivo mucho más largo y amplio.

Sin olvidar que entre fines del S. XIX y comienzos del XX cierto número de anarquistas – impacientes ante la enorme injusticia y desigualdad que les rodeaba - apoyó las acciones violentas de lo que se llamó entonces “propaganda por el hecho”, eso es insuficiente para asociar anarquía y violencia de manera tan directa como se pretende en este continente, cuando lo cierto es que la represión policial de cualquier gobierno democrático-representativo latinoamericano ha matado más gente que, por ejemplo, los fallecidos por causa del gran movimiento filo-anarquista del mayo francés de 1968. En todo caso, recuérdese que tanto en aquel momento histórico como en todos los otros habidos en siglos, la gran mayoría del movimiento libertario no ha seguido vías estratégicas o tácticas que impliquen el uso sistemático del llamado terrorismo revolucionario. Tampoco se puede olvidar que los anarquistas han padecido, en el mundo entero y bajo cualquier régimen, más violencia que la que pueden haber ocasionado. Los anarquistas inmolados se cuentan por miles, muy pocos por la violencia ciega que ellos hubiesen propiciado, en cambio casi todos por defender - frente a los explotadores y opresores - ideas que son capaces de elevar a la humanidad a un nuevo estadio de dignidad. Ha habido menos violencia en los anarquistas que en las guerras santas de las religiones, que en los conflictos por conquistar mercados o en los movimientos por apoderarse del poder político; en cambio han aportado como nadie su permanente activismo a las manifestaciones pacifistas y en defensa de las minorías en pro de los derechos de todos y cada uno.

Si esto que decimos es así, entonces ¿De dónde surge la asociación anarquía-violencia? Un recorrido por la historia ayuda a explicar esto. La violencia anarquista nunca fue del estilo de los guerrilleros fundamentalistas (religiosos, étnicos o políticos) actuales, que igual atacan una patrulla del ejército, masacran a un poblado desguarnecido, o colocan bombas en escuelas y zonas comerciales muy transitadas. La violencia anarquista se ha caracterizado por ser puntual, específica, por atentar contra un Rey, un obispo, un Presidente, un torturador, por robar bancos, atacar a instituciones o empresas símbolos de la opresión. Los anarquistas siempre golpearon en las estructuras de poder, donde los privilegiados se sienten seguros y atacándolos directamente. De allí que los afectados se ocupasen especialmente de sobre-dimensionar esa violencia, porque les llega de cerca, haciendo que los medios señalen el horror de la desgracia de uno de ellos como más notable que lo padecido a diario por los miles que sufren sus desmanes.

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Las páginas anteriores han sido una breve introducción al pensamiento libertario. Hay muchas más reflexiones y detalles en textos, páginas web y publicaciones periódicas que tratan el tema (véase la documentación al final de este trabajo, secciones VII.1, VII.2 y VII.3), pero básicamente se entiende el anarquismo viviéndolo y trabajando en proyectos comunes con otros compañeros de ideas, manteniendo siempre presente que la utopía se construye con libertad propia y ajena, respetando la igualdad de todos y abriendo espacios cada vez más amplios de colaboración. Este es el tema del cual trata la mayor parte de lo que sigue: acción anarquista.


III.- EL ANARQUISMO EN ACCION



RASGOS DISTINTIVOS EN LA DINÁMICA DEL ANARQUISMO



Si se ha seguido con atención este compendio hasta aquí, el lector se habrá hecho ya una idea inicial de lo que es la visión anarquista de una sociedad libre. El problema es cómo llegar a ella, pues la utopía libertaria no es ilusión para consolarse, sino proyecto por construir.

Dentro del anarquismo hay muchas perspectivas diferentes pero todas ellas están relacionadas. Hay sistemas completos de teoría política anarquista denominados colectivismo anarquista, mutualismo, individualismo, anarcosindicalismo, comunismo libertario, feminismo anarquista, municipalismo libertario, etc. Los debates entre las distintas variantes del anarquismo se han sucedido durante mucho tiempo, siendo demasiado ricos y exhaustivos para exponerlos en este texto introductorio. Sin embargo, si pensamos en términos de lo que el anarquismo propone para hacer ahora, resulta que hay muchos puntos en común en todas las ramas. Cada corriente enfatiza la importancia de la acción en un área determinada de la vida. Pero no hay que dejar de decir que, por encarnizada que pueda ser la polémica interna dentro del movimiento y siempre lo ha sido, a nadie le cabe atribuirse el monopolio de “la verdad anarquista”, pues semejante pretensión dogmática es absolutamente ajena a la esencia del ideal ácrata.

Si alguien se decide a poner en práctica las ideas expuestas en estas páginas, empieza a crear su propia versión de anarquismo. Al hacerlo está añadiendo un participante a un movimiento que siempre necesita nuevos miembros, especialmente gente que esté siempre dispuesta a cuestionar teorías y reflexionar por si misma sobre la manera de construir un mundo mejor para todos y cada uno. ¡Discutir el tema con amigos, leer más del asunto, hablar con otros anarquistas!; ese es el modo de iniciar el largo camino hacia la autonomía. Reflexionar de forma independiente, y pensarlo con otros que también lo hagan, es la única manera.

III.1) Organizarse en el trabajo

Tradicionalmente, los anarquistas han apuntado que el problema fundamental es que el mundo se ha dividido en muchos asalariados oprimidos y una minoría déspota de amos y sus servidores inmediatos. Si pudiéramos dirigir nosotros mismos las empresas, y todas nuestras actividades, buscando la solución de las necesidades tanto personales como comunales, y no las de un grupúsculo opresivo, se mejoraría y transformaría claramente cada área de nuestra vida. Sin embargo, hay anarquistas que piensan que los trabajadores están tan acostumbrados a su esclavitud que hay que buscar algún camino alternativo para iniciar esta verdadera revolución.

En cualquier caso, un anarquista siempre intentó, intenta e intentará, cuando menos, que la gente se eduque y organice en el lugar donde labora, procurando difundir la idea de que la unión es el mejor medio de evitar la coacción patronal. Lo más adecuado es hablar con los compañeros de trabajo, romper entre todos desconfianzas y apatías, en lugar de presionar a la gente con discursos portadores de soluciones de librito. La mejor forma de aprender la solidaridad es poniéndola en práctica. En este sentido, la corriente anarcosindicalista o sindicalista revolucionaria ha sido una de las más fuertes dentro del movimiento, ha obtenido los logros más notables y no está de más mencionar que mucha de las conquistas obreras fueron originariamente banderas del anarcosindicalismo, adoptadas luego por otros movimientos.

Esto conduce a la natural conclusión de que los anarquistas se preocupan por las condiciones de trabajo y participan en los conflictos laborales cuando se presentan. Por lo general, la tarea principal es propagar la acción directa en lugar de delegar el poder en la burocracia sindical o en el gremio legal, muchas veces pro-gubernamental, evitando adoptar una actitud pasiva. El fin del anarquismo es controlar los propios intereses y uno de ellos es la propia situación laboral, por lo que no cabe descansar en el "representante autorizado" para luego quejarse con resignación si nos traiciona. La acción directa, que no es sinónimo de violencia sino la abolición de los intermediarios, es la forma más eficaz de mejorar las condiciones de trabajo. La unidad activa y consciente es la fuerza de los asalariados.

Para el anarquismo, los movimientos encaminados a conseguir pequeñas reformas y los conflictos aislados que involucran a tal o cual grupo de trabajadores no son especialmente revolucionarios. Pero tienen su utilidad pues, gracias a ellos, la gente aprende a organizarse y gana confianza en la fuerza colectiva, más allá de los éxitos que puedan alcanzarse. Estas experiencias son convenientes para cuando llegue la hora de desafiar con eficacia la estructura de poder en la empresa y edificar el futuro control de la actividad laboral por parte de las personas que la realizan.

Hay una larga historia de la que sacar provecho y muchas técnicas útiles que funcionaron en otros sitios para ir obteniendo algunas ventajas, que siempre serán parciales pero nada despreciables. Son muchas las maneras de plantear los conflictos laborales en pos de mejoras, y los asalariados han concebido numerosas alternativas, no exclusivamente de huelga franca, como generar opiniones de los trabajadores en todos los aspectos de la marcha de la empresa, hacerlas conocer permanente a los directivos y discutirlas entre los propios compañeros. En caso de que no se escuchen hay maneras de hacerlas oír. Para ello se pueden usar variadas tácticas como ir disminuyendo progresivamente el ritmo de trabajo hasta que se equipare con lo equivalente a nuestro salario (lo que en Venezuela llamamos “Operación Morrocoy”), o "huelgas de celo", es decir, hacer un trabajo muy escrupuloso sin reparar en el tiempo que cueste hacerlo (con la consiguiente caída del ritmo de producción), o las que cada grupo pueda crear en la situación concreta.

Pero lo que se debe tener claro es que estas acciones, y cualquier otra, sólo tienen sentido si se realizan en grupo y con unidad. Son ejemplos de acción directa, y para llevarlas a cabo, si lo decide el colectivo laboral, no es necesario tener la bendición de los “jefes sindicales” acerca de lo que hay que hacer. El método indirecto (el llamado representativo) significa resignarse a esperar la orden de los representantes para hacer algo y participar sólo en la elección gremial para votar, en el mejor de los casos, a favor de un "candidato progresista", que luego resulta que hace lo mismo que el dirigente corrupto que se quiso desalojar. Esto es algo muy frecuente en el terreno sindical en nuestros países y hace muchos años que los trabajadores latinoamericanos carecen de “representantes” capaces de defender sus exigencias.

Los socialistas libertarios esperan que el movimiento obrero vuelva (como en otros momentos de la historia en diversos sitios del planeta) a alcanzar el punto de unidad en la acción que le permita enfrentarse con toda su fuerza al Estado. El sometimiento de los sindicatos a las exigencias de los grupos políticos de poder los ha transformado en perritos falderos de las ambiciones de unos pocos, cuando deberían ser organizaciones muy importantes para enfrentarse al injusto orden mundial vigente. Sólo si en estas y otras agrupaciones de los oprimidos se dispone de la experiencia, fortaleza, preparación y conciencia adecuadas será posible destruir al Estado y a su aparato de dignatarios aprovechados, y avanzar hacia una sociedad anarquista que, visto lo presente, nunca puede ser peor que la actual y seguro que será mucho mejor. En esta marcha se debe comenzar por la acción en los lugares de nuestra vida cotidiana, el trabajo, el lugar donde se habita, donde se estudia.

Hay varios análisis anarquistas que exponen cómo podría llegarse a esta situación. En general se apoya la idea de construir sindicatos dirigidos por las bases y sin roscas dirigentes inamovibles, como es lo habitual. Este tipo de anarcosindicalismo abarca diversas tácticas revolucionarias, muchas de las cuales han probado su eficacia en el pasado. Los modos de organización sindical pueden variar en función de las particulares circunstancias que se vivan, pero deben tender a incluir a todos los trabajadores de todas las empresas con el fin de desarrollar su auto-organización hasta el punto en que los trabajadores mismos puedan gestionarlas al llegar la ocasión. Allá donde sea necesario, las huelgas deben recibir el apoyo de afiliados de otras agrupaciones y desde distintos lugares que se solidaricen con ellas. Cuando se hayan sindicalizado de este modo suficientes trabajadores se podrá apelar a medidas de intención revolucionaria como la huelga general. Con una huelga general activa y plena, el Estado queda paralizado y nada puede hacer a menos que confíe en el ejército, que no se enfrentará sin graves fracturas contra la población trabajadora, pues llegado este momento los ideales libertarios de seguro habrán hecho mella en la disciplina castrense, particularmente entre la tropa vinculada por afectos y amistades con el pueblo insurrecto. La huelga general es un levantamiento total, o desemboca en uno. A partir de aquí se puede comenzar la construcción de una utopía de libertad, igualdad y solidaridad.

Algunos anarquistas rechazan aspectos de este plan. Desconfían del alcance de los sindicatos, aunque sean sindicatos descentralizados. Les preocupa la posible aparición de líderes profesionales con el peligro de reducirse a gestionar pequeños logros cotidianos y olvidar las metas globales. La alternativa que se ofrece en su lugar es reemplazar la actividad sindical tal como la conocemos por la asamblea permanente de trabajadores. Sin embargo, si bien esta opción resuelve algunos problemas, también genera otros riesgos como la caída en el llamado asambleismo inoperante o el manejo de las reuniones por activistas profesionales, así como exige un compromiso de permanencia por parte de los trabajadores no siempre factible de mantener.

En cualquier caso, esta diferencia es superable al procurar la difusión del ideal socialista libertario entre los trabajadores, aun cuando hay que tener claro que actualmente las condiciones para crear sindicatos anarquistas, especialmente en países donde el anarcosindicalismo se ha debilitado completamente o nunca ha existido como fuerza social significativa (éste es el caso de Venezuela), son poco alentadoras a corto plazo. En tales circunstancias, lo mejor es promover lazos entre los asalariados que se enfrentan al sindicalismo burocrático o sometido a intereses político-partidistas y generar, al menos, una fuerte corriente de opinión en contra del manejo externo de la actividad sindical. Debe animarse toda acción que tienda a poner el control en manos de los trabajadores, como por ejemplo las asambleas de base y el reclamo para que el liderazgo sindical se someta a sus decisiones. Resultaría de utilidad que los anarquistas que trabajen en la misma empresa, sector laboral o comarca geográfica busquen comunicarse y coordinar acciones permanentemente. Si faltan los contactos, promover conferencias o encuentros sería un buen punto de partida.

Examinando otros problemas para reactivar la implantación anarcosindicalista en el ámbito latinoamericano, nos encontramos también con que el amplio desprestigio de la dirigencia sindical no ha conducido a una renovación de sus cuadros sino a la desaparición del movimiento obrero organizado, en particular en Venezuela, al menos como fuerza respetable. Esto es casi tan o más lamentable que la caída en manos de la burocracia porque ha dejado indefensos a la mayoría de los trabajadores, que quedan a merced de la “generosidad” de los gobernantes y poderosos. En otros países de nuestra América, los liderazgos sindicales han permitido que sus dirigentes usufructúen esas posiciones en beneficio propio, sea económico o político.

Como dijimos al comienzo de este trabajo, el aparato de dominación en pleno, a pesar de sus diferencias, converge en su enfrentamiento al anarquismo. Por ello, desde todos los frentes busca eliminarse hasta la mención al anarcosindicalismo y a sus luchas por los trabajadores desde hace 150 años, llegándose a extremos como “olvidar” que la conmemoración del 1 de Mayo se estableció para recordar la acción y el sacrificio de un grupo de anarcosindicalistas en Chicago. El sindicalismo libertario ha organizado y participado en los más grandes y combativos gremios que ha dado la historia del continente, como los mineros bolivianos, la FORA de Argentina, los IWW o “wobblies” norteamericanos, sin olvidar que hubo activos anarquistas entre quienes gestaron el movimiento obrero venezolano, comenzando por las luchas petroleras en los años de 1920 y 1930 (Para más detalles sobre el sindicalismo anarquista, ver el texto de Germinal Esgleas “¿Qué es el anarcosindicalismo?”, en <flag.blackened.net/huelga/que.htm>).

III.2) Cuestiones de alcance nacional / Luchas a gran escala

Los socialistas libertarios ven con desconfianza muchas movilizaciones y luchas a gran escala, en parte porque suelen estar controladas por representantes de entidades religiosas, activistas profesionales de sospechosas ONG (Organizaciones No Gubernamentales), agitadores de diversos grupos de izquierda marxista o de otras fuerzas políticas, etc. En caso de ser manipuladas por personajes tales, estas luchas se convierten en algo tan vacío que ningún anarquista medianamente despierto se acercaría a semejante cuento. De hecho, el sistema de conducción de muchos de estos grupos es una parte importante del régimen para controlar los movimientos de protesta y canalizarlos hacia niveles asimilables, donde terminan siendo utilizados para fines totalmente distintos a los que originaron su creación.

Ejemplo palpables de semejantes maniobras lo hemos tenido en Venezuela por vía de la injerencia de militantes políticos en estos movimientos, que por mucho tiempo se ha hecho con el evidente propósito de someterlos al control partidista, una táctica que se repite con distintos actores en estos tiempos mal llamados de cambio. Además, el debilitamiento de las organizaciones políticas tradicionales ha permitido que una nueva categoría de arribistas intente construir su prestigio electoral por vía de falsificar o inflar una trayectoria en las luchas y organizaciones de la sociedad civil, que se desnaturalizan al convertirse en meros trampolines para ingresar a cargos en el aparato estatal o perseguir ambiciones de poder.

Mencionemos también la expansión de tantas ONG de interesado “apoliticismo” y extraña indiferencia a todo lo que esté fuera de su muy restringido campo de actividad, que han resultado instrumentos inmejorables para que el Estado, la Iglesia o los empresarios domestiquen las más variadas luchas sociales. Sin embargo, tampoco todas son sospechosas y muchos ácratas creen que es positivo involucrarse junto a ellas en campañas como las relacionadas con el ecologismo, el antimilitarismo, movimientos pro-derechos humanos, contra la discriminación étnico-cultural o sexual o religiosa, etc. El argumento es que, gracias a esto, algunas personas pueden comenzar a involucrarse en acciones directas en la defensa de sus intereses y llegar a conocer propuestas anarquistas por el contacto con los libertarios que intervienen en la misma lucha.

Además, las campañas que aportan temas esenciales a la atención pública generan oportunidades de mostrar que los males particulares están relacionados con la situación general y que hay la necesidad de una revolución ya que todo se encuentra vinculado en la red social y no hay soluciones parciales. En algunos casos, la presencia de activistas libertarios en estas organizaciones es un antídoto para combatir la manipulación por parte de grupos políticos o poderes institucionales. A veces es incluso posible generar formas de funcionamiento autogestionarias y promover que sean asumidas posiciones específicamente anarquistas respecto al tema que originó la movilización. Tampoco merecen despreciarse, en el mar de carencias en que habitamos, pues cualquier mínimo derecho conquistado es un avance que contribuye a que las poblaciones intelectualmente oprimidas amplíen sus perspectivas.

Por ejemplo, un anarquista involucrado en una campaña contra el servicio militar obligatorio podrá señalar la relación entre la militarización social, el armamentismo, los intereses de clan de la oficialidad, la opresión estatal y la sociedad dividida en clases, impulsando objetivos de lucha que vayan más allá de promover modificaciones cosméticas en las leyes y procedimientos del alistamiento militar. De hecho, en éste o cualquier otro tipo de campaña, bastaría con difundir métodos organizacionales descentralizados y basados en grupos pequeños federados entre sí que permitirían apreciar la ventaja de dar a cada miembro mayor oportunidad de auto-desarrollo, impedir la aparición de manipuladores de la organización y mostrar la posibilidad cierta de la autogestión.

Pocos anarquistas afirmarían que movimientos sectoriales como el de los desempleados o el que denuncia la situación carcelaria sean revolucionarios; probablemente ni siquiera consigan por sí mismos el pleno empleo o la desaparición de las prisiones respectivamente, y apenas podrán contribuir a resolver algún problema puntual. Sin embargo, podemos esperar que gracias a ellos se vaya despertando la conciencia política del público y muchos tomen conciencia de cómo funciona esta sociedad realmente. Los grandes logros son el resultado de muchas pequeñas dificultades superadas en los términos humanísticos y éticos de organización que propone el anarquismo, modificando la sociedad al tiempo que las personas se modifican a sí mismas.

En el mundo contemporáneo, la evolución de las campañas en gran escala conlleva casi indefectiblemente la internacionalización de las luchas, más aún cuando hace tiempo que el Estado y demás poderes opresores vienen desarrollando estrategias de contención y represión social que no reconocen lindes nacionales (prácticamente sólo hay fronteras para el desplazamiento de los individuos). En este aspecto, los anarquistas pueden aportar la valiosa experiencia de una larga tradición de internacionalismo, de organización en redes descentralizadas para la comunicación entre activistas de distintos países. Desde fines del S. XIX, el anarquismo logró coordinar importantes movilizaciones por todo el planeta, sin hacer mengua de la autonomía de los grupos nacionales participantes. A esas lecciones históricas de la actividad libertaria necesariamente tienen que remitirse los nuevos movimientos sociales de la alborada del S. XXI, pues ofrecen una perspectiva de integración mundial flexible y respetuosa de las particularidades locales, pero eficaz para unificar globalmente objetivos y acciones, por lo que a los anarquistas contemporáneos les corresponde servir de traductores y divulgadores de esa experiencia a las circunstancias y procesos del presente. La única manera, puesta de manifiesto desde hace mucho, para enfrentar a la globalización de las empresas y del mercado es con una globalización de las luchas de los trabajadores y demás oprimidos. A quien todo esto le suene genérico o irreal, vale remitirlo a los testimonios y análisis actualizados del tema contenidos en el # 19 – septiembre de 2000 – del periódico EL LIBERTARIO de Venezuela <www.geocities.com/samizdata.geo/LIB.html>.

III.3) Relaciones interpersonales

Como hemos dicho anteriormente, el anarquismo conlleva una preocupación por los derechos del individuo. Ningún sentido tiene estar teorizando o ejecutando actividades si finalmente ello no va a servir para mejorar la vida de cada uno de nosotros.

A diferencia de los marxistas y otros seudo-socialistas, los ácratas insisten en que se deben intentar poner en práctica en el día a día los principios que se defienden. Si se cree en la igualdad, se debe tratar a los demás como iguales siempre que se pueda. La forma en que nos relacionamos unos a otros refleja lo que pasa en la totalidad de la sociedad y una sociedad anda mal si la gente se trata mal, y a diario vivimos ese maltrato.

Los hippies de la década de 1960 y los “new age” del 2000 están equivocados. Es falso que "todo esté en tu mente" o que todo valga igual. Respuestas individuales como las drogas evasivas (legales o ilegales), el esoterismo y la vida en aislamiento campestre resultan no ser soluciones en absoluto, sino simplemente escapismo, por más que se recubran de coartadas místicas o verborrea semi-filosófica. En el mundo de hoy es imposible vivir como si se fuera libre aislándose de los demás, pues no puede hacerse, ya que siempre nos relacionamos con otras personas y si a ellas les falta la libertad, tampoco la tenemos nosotros. La libertad de cada uno llega hasta donde llega la libertad del vecino, no hasta donde comienza, y se extiende con ella. La solución exclusivamente individual, sin atender a que otros también logren resolver sus premuras, es ajena a lo que el anarquismo persigue porque nunca es una solución.

La condición para la revolución es la de creer, como seres humanos razonables, que es posible un mundo razonable. Es difícil, pero no imposible, evolucionar con la ayuda de los otros a una situación mucho mejor que la simple condición de dependencia, brutal sometimiento y anulación de las potencialidades de cada uno, en que esta sociedad intenta mantenernos. A menos que podamos ayudarnos y ayudar a la gente a perder el miedo, la ansiedad y la inseguridad, carece de sentido esperar que haya un comportamiento con mayor sensatez al que ahora predomina y empecemos a construir una sociedad libre y creativa. Las ideas autoritarias y el odio irracional a minorías étnicas, extranjeras, religiosas, culturales, políticas, sexuales, u opositores de cualquier tipo son parte de la locura colectiva. Para vencer esa demencia general debemos comenzar por combatirla en nosotros mismos, retro-alimentándonos con la superación que logren todos mediante una comunicación ininterrumpida.

Muchos ácratas consideran que vivir en comuna con compañeros de ideas es una forma de cambiar la sociedad, pero debemos tener en claro que si bien es una decisión respetable, habitar en la misma casa con un grupo de afinidad política no es en sí mismo la clave del futuro afectivo ideal, como no lo fueron los monasterios en la Edad Media. Lo importante es cambiar las actitudes propias y las actitudes de todos, abrirse a los otros, ser más solidarios y menos competitivos, unirse en lugar de temer a, o huir de, los demás. La generalidad de los libertarios se esfuerza por ser, al menos, un poco más sociable que la mayor parte de la gente, haciendo lo que se puede a favor de los demás, conscientes de que la perfección es imposible en una sociedad represiva, pero que sólo así podemos ir cambiándola. No hay santos anarquistas, sólo hombres y mujeres que pretenden ser mejores con ellos mismos y con los otros.

El estilo de organización anarquista propicia un prometedor camino: la tendencia a actuar en grupos pequeños, donde es más fácil romper con las barreras psicológicas que pudieran inhibir la acción social de muchos individuos. El trabajo de estos colectivos de afinidad puede ser de gran ayuda y crear autoestima en las personas que los forman, ya que este modo de organizarse tiende al desarrollo positivo de la salud mental de trabajadores, consumidores y usuarios, mujeres en lucha por sus reivindicaciones, okupas de casas y otros espacios, defensores de los derechos de las minorías, grupos de autogestión de la salud, colectivos culturales alternativos, etc. Todo lo que anime a las personas a romper con el miedo de adquirir responsabilidades en las luchas por el cambio y a examinar sus relaciones con el resto del mundo debe apoyarse. Finalmente, los libertarios esperan que las actitudes cambiarán lo suficiente para permitir a la gente que vuelva a tomar las riendas de su propia vida, de las que se les empezó a despojar sistemáticamente con la aparición del Estado.

III.4) Familia autoritaria, sexualidad y feminismo

Un mito común, tanto en el fascismo como en variantes menos agresivas de las ideologías conservadoras y religiosas, es la "santidad" de la familia y de la "bendita" institución de la maternidad. Sin embargo muchas mujeres hoy en día luchan contra el abandono de ser madres solitarias y, en otros casos, contra la dominación de mujeres y niños por parte de los hombres a su vez oprimidos por el sistema, que es en lo que consiste la familia para la inmensa mayoría. La realidad de la vida familiar difiere bastante de la idea sentimental que glorifican los curas, los planificadores gubernamentales y los guionistas de telenovelas. Malos tratos, agresiones y abusos a mujeres e infantes no son sucesos accidentales ni aislados; son el resultado de un condicionamiento dentro del hogar para aceptar el sometimiento que harán el Estado y otros poderes opresores de los individuos adultos.

Para el anarquismo, hasta que no se tengan libertad e igualdad en la vida diaria, no habrá libertad ni igualdad en absoluto. Basta con mirar los patrones de "amo y esclavo" de cualquier revista o film pornográfico para comprobar que la represión lleva a la dominación y a la sumisión. Si el poder es más esencial que la realización afectiva en tu vida sexual, también lo será en los demás aspectos de tu vida. De allí que los anarquistas apoyen el amor libre. Si no es libre, no es amor. Claro que esto es distinto a la pretendida libertad sexual de hoy en día, más bien promiscuidad alentada por los factores de poder luego de descubrir que hacer del compañero sexual simple objeto erótico conduce a una pérdida de compromiso con uno mismo y con el otro, lo cual se ha mostrado como un modo excelente de dominio sobre individuos así desvalorizados.

La hipocresía reinante y la Iglesia hablan mucho sobre el tema sexual y lo que ellos llaman "moralidad" y "pureza" sexual, pero en todos los casos identifican lo “correcto” con alguna forma, abierta o disimulada, de dominio y represión, tutelada por el interés en todos los estamentos de poder de privilegiar las relaciones autorizadas mediante un permiso. Al respecto, los anarquistas rechazan el matrimonio convencional, que no es otro que esa relación que tiene permiso, sin implicar necesariamente compromiso. Se oponen a que las relaciones sexuales sean un asunto sometido a la injerencia del Estado o la Iglesia. La verdadera seguridad emocional tanto para los hijos como para los adultos es diferente a lo que propicia una unión artificialmente mantenida y legalmente autorizada, pues cabe encontrarla en una red más extensa de relaciones, que puede tener un componente sexual o no, fundada en un compromiso integral, no sólo legal, con el otro y con los descendientes.

Un hecho transformador del Siglo XX ha sido la revolución de la mujer en la sociedad; los anarquistas han apoyado desde siempre este proceso y esperan mucho del movimiento de liberación de la mujer aunque no todas las feministas sean revolucionarias. Con dolor se observa que han reproducido en su marcha los mismos vicios que criticaban en cuanto a las pautas de sometimiento a las que las mujeres estaban encadenadas, siendo muchos los casos en que sus afanes sólo procuran incorporarse con ventaja en la competencia por ganar el favor de los poderosos. La revolución feminista no consiste en que la mujer alcance igual posición que el hombre en el proyecto explotador vigente. Tenemos situaciones como en Norteamérica y Europa, con activistas pro-derechos femeninos que consideraron un triunfo que las mujeres tuvieran acceso al control de misiles nucleares o ingresaran en los cuerpos represivos de élite; mientras que en Venezuela las conductoras del movimiento han impuesto estrategias de sometimiento al Estado y han canalizado la lucha a la búsqueda de tibias reformas legales y, la mayoría de las veces, una posición de privilegio para si mismas. Alcanzar por ley el 30% de los cargos gubernamentales no ha logrado que descienda la tasa de mortalidad de las mujeres parturientas, ni el desamparo de las madres adolescentes, ni el abuso laboral, económico y sexual.

Sin embargo, hay una valiosa corriente anarquista dentro del feminismo que enfatiza la asamblea, la autogestión y la importancia de que las mujeres acepten y comprendan sus sentimientos hacia los demás, porque la revolución feminista no diverge de la revolución general, ya que desafiar la dominación masculina debería conducir a desafiar todo tipo de dominación, pues ninguna mujer mejora su situación pasando del sometimiento a un varón insensible a la anuladora obediencia a una jefa despótica. La revolución anarquista no tiene sexo pues pretende sencillamente que hombres y mujeres sean libres, iguales y solidarios entre sí. Una exposición particularmente sintética y coherente de lo que es el feminismo anarquista o anarco-feminismo, está en el artículo “Feminismo y Anarquismo” <www.geocities.com/samizdata.geo/CAFemAnar.txt>, mientras que en el # 10 del períodico EL LIBERTARIO de Venezuela <www.geocities.com/samizdata.geo/LIB.html> hay varios textos también pertinentes.

III.5) La escuela y la educación

De lo visto hasta aquí, es fácil deducir que los anarquistas tienen gran fe en el poder de la educación, aunque desconfiando por principio de la escolaridad institucionalizada controlada por cualquier poder autoritario. Una de las mayores fuentes de esperanza para un mundo mejor es que la próxima generación, con la ayuda necesaria, crezca menos sometida y neurótica que la anterior y para ello es necesario una adecuada y fértil educación. Algunos dicen incluso que educar a los niños para la libertad es la auténtica esperanza real de crear una sociedad anarquista.

Esta herencia de los pensadores de la Ilustración europea del Siglo XVIII es compartida por todos los anarquistas desde sus primeros pasos como movimiento político-social moderno, pasando por todas las alternativas que ha conocido en su trajinar histórico, hasta los actuales esfuerzos en la organización de escuelas, ateneos, bibliotecas, publicaciones, centros de discusión, etc. La urgencia por la educación sólo se iguala con la urgencia por cubrir las necesidades mínimas de supervivencia de todos, alimentos, salud, vestidos y habitación. No puede haber una revolución anarquista sin una clara conciencia revolucionaria y a ella se llega mediante el cultivo de la mente y de los corazones.

Las escuelas, así como la educación en todos sus niveles tal como existen hoy en día, se ocupan principalmente de seleccionar y dividir a niños y jóvenes en categorías con el fin de prepararlos para su futuro papel en una sociedad jerarquizada, asegurándose de que asimilen al máximo la aceptación de las escalas permanentes de rango, el respeto a la autoridad y la competitividad del mercado. Por ello se han dado, y se dan, fuertes enfrentamientos para definir quien es el propietario de la educación - padres, Estado, religión, partido político, sistema económico -. Para el anarquismo los niños no son propiedad de nadie y si son responsabilidad de todos. En todo caso, si pertenecen a algo, pertenecen a su libertad futura para la cual debemos prepararlos. En cambio, el actual sistema exige que la mayoría de los niños se sientan inferiores para que lo sigan siendo cuando adultos. Por eso los anarquistas sostienen, por ejemplo, que las pruebas académicas son una medida insignificante del potencial de una persona para desde allí determinar la importancia del papel que han de cumplir en la sociedad. El culto al experto, particularmente cuando se extiende a áreas ajenas a su estricta competencia profesional, está diseñado para destruir la aptitud de valorar posibilidades y capacidades con un juicio propio.

El fundamento de la pedagogía libertaria es la libertad y por ello adversa resueltamente el castigo y toda forma de coacción física o moral en la educación. La imposición y la obligatoriedad destruyen el entusiasmo natural por saber y comprender. La verdadera educación es lo contrario a la escolarización obligatoria, donde se aprende principalmente a temer y doblegarse ante la jerarquía impuesta. Necesitamos, en cambio, que los educandos desarrollen, a la par que la indispensable capacitación, una actitud crítica para entender el mundo, para que puedan ver los cambios que es necesario hacer a fin de crear un lugar mejor para todos, y ser capaces de llevar a cabo estos cambios. Claro que esto no es sinónimo de una ausencia de responsabilidad por parte de los jóvenes, que deben comprender la que les compete en el conjunto social: prepararse de la mejor forma posible para enfrentar los retos que un futuro dinámico y en desarrollo seguramente ha de generar. Pero la responsabilidad y la preparación hacen necesaria la libertad en la realización de la tarea, ya que sin libertad no se puede ser responsable. El ejército es la única institución en la que la ciega obediencia es un mérito, pero es la institución cuya meta es la destrucción. Construir, y construir un mundo mejor, requiere de otras condiciones.

Los anarquistas también se oponen al aleccionamiento religioso y de cualquier tipo de dogma en los colegios. El miedo, la superstición y el adoctrinamiento están fuera de lugar en una instrucción ética. La educación doctrinaria debe abolirse y sustituirse por la discusión de cuestiones morales y filosóficas basadas en la preocupación y el respeto a los demás y sus posiciones. El anarquismo no acepta la persecución al que exprese creencias religiosas ni sostiene el dogma del ateísmo obligatorio, sino que promueve el conocimiento de los saberes que puedan contribuir al mejor desarrollo del individuo considerado en el seno de un colectivo. Para sintetizar el razonamiento, se repudia la conversión de la escuela en lugar para el adiestramiento político-ideológico a la orden de cualquier teoría, raza, credo o corriente de pensamiento, incluyendo la del anarquismo. Como bien lo expresa la educadora libertaria española Josefa Martín Luengo <www.geocities.com/samizdata.geo/LIB16escuela.html>, el objetivo debe ser construir una escuela de la anarquía y nunca una “escuela anarquista”.

Es una locura pensar que la educación sólo consiste en pasar parte de nuestras vidas en instituciones cerradas que nada tienen que ver con el mundo exterior. Sería mucho más saludable que nuestro período de escolaridad integrara aspectos del trabajo cotidiano y la vida social, tanto para los jóvenes como para los adultos. Así, las habilidades de cada uno podrían ser reconocidas por la sociedad y utilizadas para la educación de otros. Necesitamos destruir las líneas divisorias entre trabajo, juego e instrucción. La educación debería estar disponible en cualquier momento de nuestras vidas, en lugar de estar confinada arbitrariamente a esos años que pasamos en la escuela. Todos somos alumnos y profesores potenciales, todos tenemos habilidades que desarrollar y que enseñar durante la vida entera. Hermosa sería una escuela en que parte del plantel de profesores estuviera constituido por los mismos padres de los alumnos, ofreciendo a los jóvenes en ella - entre los cuales están sus propios hijos - la dotación de sus saberes y habilidades sean cuales fueren, y donde esos padres pudiesen ocupar un lugar junto a los más jóvenes porque también necesitan y desean adquirir conocimientos, destrezas y habilidades.

Los ácratas están generalmente de acuerdo en que la completa liberación de la educación depende de la creación de una sociedad anarquista. Sin embargo, esto no ha sido impedimento para intentar crear entornos más libres donde los niños puedan crecer y aprender, aquí y ahora. Ciertos libertarios han educado a sus hijos en casa, algunos los han educado conjuntamente con otros padres e hijos y han trabajado juntos en lugar de permanecer en núcleos familiares aislados. Desde fines del Siglo XIX y en muchos lugares, las escuelas libres se han establecido basándose en principios anarquistas, y han desempeñado un servicio muy valioso demostrando de forma práctica que hay alternativas posibles. Sin embargo, han tenido que enfrentarse a constantes problemas económicos y a todos los otros retos que supone vivir en una sociedad como la existente intentando crear una sociedad mejor. Entre estos promotores de la educación libre, tal vez la figura más destacada fue el catalán Francisco Ferrer, quien terminó siendo fusilado por quienes no tuvieron otro modo de detener su innovadora actividad pedagógica. Experiencias contemporáneas particularmente notables, son la escuela Paideia en España y la escuela Buenaventura en Francia.

No han faltado anarquistas, y otros que comparten sus puntos de vista sobre la educación, que ante la lejanía de una revolución libertaria, sostienen que debe intentarse cambiar las escuelas desde dentro, integrando en ese objetivo tanto a los padres como a los profesores, ya que ahora y en el futuro cercano la mayoría de los niños han de asistir a escuelas estatales. Esto pasó en el caso británico, donde hacia fines de los años de 1960 el aparato escolar oficial empezó a utilizar los métodos libertarios de Summerhill, la escuela experimental de Alexander O´Neill, sólo accesible para hijos de padres ricos, que se horrorizaron al ver que propuestas similares se estaban adoptando en escuelas públicas para niños de clase obrera y emigrantes. Los intentos más fructíferos se dieron en Risinghill School y en William Tyndale School de Londres, pero al llegar los años del gobierno conservador de Margaret Thatcher (década de 1980) fueron abortados por las autoridades educativas y los profesores más comprometidos terminaron expulsados, señal del éxito que tuvieron en su desarrollo. También cabe mencionar a las Comunidades Escolares de Hamburgo, la Kearsley School, la Kinderheim Baumbgarten de Viena, etc. La lección a extraer para aquellos que lo intenten es que es esencial romper el aislamiento al que se somete a las escuelas respecto a la comunidad, para que los padres entiendan y participen activamente en la implantación de la pedagogía libertaria en los centros educativos.

Concluyamos este apartado señalando que las referencias sobre el tratamiento anarquista del tema de la educación son múltiples y valiosas, pero recomendamos a quienes deseen partir de lo básico los libros “Breviario del Pensamiento Educativo Libertario” de Tina Tomassi y “La Escuela de la Anarquía” de Josefa Martín Luengo (datos bibliográficos de ambos en VII.1), el artículo “¿Por qué la Educación Libertaria?” de Pauline Mc Cormack <www.geocities.com/samizdata.geo/LibEd.html>, así como las páginas web de EduKaos <members.xoom.com/au_la/edu.html>, Foro Electrónico Escuela Libre <reclus.unizar.es:1024/PERSONAL/JULIO/FEEL.html> y Todo Educación <www.geocities.com/SoHo/Gallery/1447/index.htm>.

III.6) Acción y organización local

La acción directa es la única manera de mejorar las condiciones de áreas de vivienda, lugares de trabajo, centros educativos, hospitales y otros ámbitos. Aunque estas reformas en sí mismas no representan una contribución determinante para la construcción de la sociedad anarquista, es importante que la gente vaya tomando conciencia del potencial de la acción directa y de sus propias fuerzas. También esta práctica lleva a promover sentimientos de espíritu colectivo y de auto-organización, despierta la conciencia política y puede resolver problemas. Los anarquistas no piensan que las situaciones deben empeorar para que su opción triunfe, no juegan a agudizar las contradicciones del sistema, como decía el marxismo revolucionario. Si la gente se une para solucionar paulatinamente los problemas que hoy sabemos que el sistema es incapaz de resolver, y lo logra, tomará conciencia de sus fuerzas y así se dará cuenta de que puede tomar en sus propias manos muchas más responsabilidades de su propia vida, sin dejarlas a merced de sus “representantes” o a las auto-nombradas vanguardias del pueblo.

Claro que si reiteradamente las acciones emprendidas salen mal, pueden llevar a algunos a la frustración y a una desilusión total respecto a la humanidad. Hay bastantes ejemplos de estos desencantados parloteando en reuniones vecinales, asambleas o donde encuentren auditorio, siempre dispuestos a enfriar los ánimos de quienes se disponen a acometer alguna iniciativa de cambio. Sin embargo la esperanza de progresar nunca debe perderse, porque está en las propias manos de la colectividad hacerlo, no en las de quien ejerce el poder, sino en las de todos, teniendo siempre presente que el mejorar no debe reducirse a una simple ventaja económica.

¿De qué tipo de acciones hablan los anarquistas? Si hace falta una vivienda, la ocupación de una deshabitada o si el Estado posee tierras ociosas, instalar en ella un grupo que las ponga a producir. Así se desafía a la autoridad estatal y a la propiedad privada, mostrando su inutilidad. La ocupación demuestra con eficacia el disparate de que existan casas vacías o terrenos baldíos a la vez que hay gente sin hogar y sin trabajo. Por desgracia, el prejuicio popular, reforzado por las frenéticas campañas de los medios de des-información masiva en defensa de la “inviolable” propiedad privada, impide que la táctica “okupa” obtenga el apoyo generalizado necesario para un cambio real.

Las ocupaciones corren también el riesgo de convertirse en verdadero vandalismo, que es algo distinto del anarquismo. Son muchos los casos, y se ven a diario, donde la ocupación ha permitido un mejoramiento no sólo de la situación de los ocupantes, sino de las condiciones generales de la zona en que se realizó la acción por los beneficios comunitarios que se aportaron. Pero tampoco faltan las que encubren actos de delincuentes disfrazados de necesitados, de traficantes de las ocupaciones o de acciones políticas que persiguen la desestabilización en pos del poder o tomar venganza de enemigos. En ocasiones, como ha sucedido y sucede en Venezuela, se amparan las ocupaciones de propiedades de adversarios partidistas, a manera de revancha política, siendo que el Estado es el mayor terrateniente del país con varios millones de hectáreas sin trabajar, listas para otorgarlas en corruptas prebendas. Como en todo, los anarquistas no establecen una regla general de apoyo a una dada actitud, ni se rigen por abstracciones muertas sino que atienden a todos los elementos que convergen en ella y así como se apoyan muchas ocupaciones, bien se puede tener que criticar otras. Cada grupo anarquista, en vista de la particular situación, luego de enterarse de los pormenores y discutir con los compañeros, asume sus posiciones, pero sin seguir lemas vacíos de contenido o adherirse ciegamente a consignas que se dictan autoritariamente desde lejos del lugar de los acontecimientos.

La vida comunitaria del sitio donde se vive puede mejorarse de infinidad de maneras, convirtiendo áreas abandonadas en zonas de recreo y esparcimiento, organizando teatros callejeros, reuniones musicales, encuentros de charlas, compartiendo libros, etc. Para ello lo más importante es el deseo de hacerlo y si hace falta algún dinero, hay múltiples actividades que pueden realizarse para recolectar los fondos necesarios, como festivales, “cayapas” vecinales, conciertos, etc. Por supuesto, a menos que se habite bajo un régimen tolerante, este tipo de acciones pueden tener sus inconvenientes, pues difícilmente los que gobiernan aceptarán que se lleve consistentemente a la práctica esa vieja consigna de “las calles son del pueblo, no de la policía”, y tomarán las medidas del caso ante el progreso de la organización popular autónoma, a la que se buscará quebrantar con el garrote y/o la zanahoria, para lo cual se debe estar preparado. El Estado jamás permite que nada de esto se desarrolle sin intentar dominarlo y/o destruirlo.

Los anarquistas han soñado, y a menudo han participado y concretado, todo tipo de propuestas de autogestión, incluyendo un mejor aprovechamiento de la tierra, sistemas rotativos de trabajo, esquemas de colectivización de los productos, administración colectiva de fábricas, etc. Estas son una muestra de independencia y de la viabilidad de formas alternativas de intercambio económico, con un gran atractivo pero siempre exigiendo muchos esfuerzos y atención frente a los obstáculos, como el que representan los burócratas de alma que, con el pretexto del “realismo”, intentan desvirtuar ideas, anular iniciativas y hasta, en caso de haberlos, destruir sus beneficios auténticos haciéndolas parte del capitalismo.

La palabra autogestión encierra uno de los objetivos del anarquismo, pero hoy el estatismo la ha reducido a la búsqueda de fondos propios, sin que haya ninguna concesión real de poder en la elección de las metas, ni en la conducción autónoma a través de los caminos que el colectivo decida seguir para el logro de sus objetivos, ni siquiera en la administración de los recursos obtenidos. Así como se proclama “democracia participativa” al régimen en que unos pocos deciden y luego “participan” a los demás lo que tienen que hacer, la autogestión tal como la pregona el Estado consiste en que muchos consiguen los recursos y unos pocos deciden qué hacer con ellos. Sin embargo, el espíritu de autonomía que va con la autogestión consecuente es una de las aspiraciones anarquistas, que la promueve en todos los órdenes.

Siendo un aspecto tan significativo de la acción anarquista, lo más recomendable es profundizar en el conocimiento de la practica y la teoría de la autogestión libertaria, para lo cual sugerimos ir a la sección VI.4 de esta Bitácora, al ya mencionado libro de F. Mintz sobre la Revolución Española, a las obras de Bonanno y Massari indicadas en la Bibliografía (sección VII.1), al sitio del WWW “Autogestión” <pagina.de/autogestion>, y al texto de Alejandra León: “Guía múltiple de la Autogestión” <blues.uab.es/athenea/pages/articulos/Congreso/Alejandra.htm>.

Otra área principal de la actividad anarquista es la de involucrarse en campañas locales. Estas resultan útiles a la hora de desarrollar la conciencia publica, la capacidad de organización comunitaria, y pueden tener la virtud de invitar a la gente a pensar sobre cuestiones políticas. La movilización respecto al cambio de régimen de un servicio de transporte masivo de pasajeros (Metro, autobuses u otro), sea privatización o estatización, por ejemplo, hace surgir a la luz qué intereses político-económicos presionan por tal decisión, acerca de sus fundamentos como salida a los problemas que presente ese servicio, por qué debe predominar la búsqueda de rentabilidad por encima de la necesidad colectiva de transportación barata y eficiente, las corruptelas que impregnan las condiciones de precios e impuestos, etc.

Por desgracia, la gente a menudo se deja comprar por limosnas, confundir por la propaganda interesada o admite los cuentos de la "democracia representativa" y la política parlamentaria, con lo que acaban desvinculándose del asunto o engañados por las promesas. Esto puede llevar a la desilusión y a la apatía, o peor aún, al cinismo de los que viven de las migajas de la corrupción y el clientelismo municipal. Por eso, los anarquistas intentan asegurarse de que el resultado de cualquier campaña local sea el rechazo de soluciones impuestas, promoviendo la acción directa de los interesados y enfrentando las maniobras que pretendan delegar las decisiones en la voluntad discrecional de los representantes institucionales.

Este hincapié en la acción directa es lo que ha hecho que tradicionalmente los anarquistas se hayan negado a participar en las engañosas campañas electorales. Nunca olvidan aquel refrán que dice que “la elección de nuevos amos no nos hace menos esclavos”, por lo que adscribirse al juego de la democracia representativa es algo contradictorio para quienes no son demócratas sino ácratas. Más que juzgar como mejor o peor a este o aquel gobierno, los anarquistas consideran que todo gobierno es malo ya que desplaza el manejo de los asuntos que interesan a todos a unas pocas manos, que inexorablemente van a defender los intereses que convengan a la élite gobernante y la historia ha mostrado que los intereses de esa camarilla raramente coinciden con el de todos. Como decía aquella famosa novela policial “Shibumi”, refiriéndose concretamente a Estados Unidos, cuando alguien llega a jefe de un gobierno, es porque moral o intelectualmente no merece serlo. Para los libertarios, carece de sentido gastar energías y fuerza espiritual para promover el ascenso de un individuo o grupo al poder, cuando bien pueden gastarse esas energías en beneficio de todos y cada uno, sin tener luego que lamentar engaños e incrementar desesperanzas.

Es difícil encontrar el equilibrio entre involucrarse para conseguir reformas inmediatas (con lo cual se promueve una creencia falsa en el Estado como fuerza benévola) y examinar las implicaciones a largo plazo de las acciones. Si se deja que la expectativa por resultados inmediatos se desmande, es fácil acabar creyendo en el reformismo, desesperados por contener de algún modo los males que afligen a la sociedad. Esto es comprensible, pero contraproducente a la hora de arrancar los males de raíz. Contentarse procurando mejoras en el sistema significa reforzarlo, y a la larga, aumentar la miseria humana. Si bien se da un paso a la vez y no siempre son posibles los grandes saltos, esos pasos no pueden ser azarosos sino que deben orientar, más rápido o más lento, en una dirección que debe ser la del bienestar colectivo permanente. Esto sólo es posible respetando la libertad y la igualdad en un marco solidario, fijando metas comunes y medios compartidos.

Cuando las condiciones locales se vuelven insostenibles, ocasionalmente se generan revueltas violentas (como el “Caracazo” de febrero de 1989 en Venezuela y tantas otras explosiones sociales que han sucedido antes y después en América Latina). Pero estos tumultos esporádicos, nacidos de la frustración y con poca o ninguna organización, no son particularmente revolucionarios ya que nada se puede construir sobre ellos. Si hubieran estado organizados, habría ocurrido una real insurrección más que una manifestación emocional. En cambio, la mayoría de las veces las fuerzas opresoras, que si lo están, terminan por aprovechar esos movimientos para acentuar el sometimiento como sucedió en Venezuela, en donde tras el estallido social hubo tal retroceso en los esfuerzos de asociación consciente de los desposeídos que se terminó por caer en liderazgos puramente personales, carismáticos e irresponsables, arbitrarios e impredecibles.

Entonces, ¿cómo se organizan los anarquistas? Los individuos se pueden reunir en grupos de afinidad ya sea por simpatías personales, por vecindad de habitación, por compartir lugares de trabajo o coincidir en problemas y soluciones con los demás integrantes de ese colectivo. Desde allí el paso siguiente es coordinar sus acciones con otros grupos que comparten ideas similares, no porque sea una obligación de cualquier clase o para que les digan lo que tienen que hacer, sino para discutir actividades compartidas. En cada caso, el grupo entero discute una acción particular, pero sólo aquellos que estén a favor la llevarán a cabo y siempre la participación es estrictamente voluntaria. Eso contrasta por completo con las células de las organizaciones marxista-leninistas, en las que el individuo tiene que aceptar la línea que baja desde el mando de su partido y obligatoriamente debe actuar en concordancia con ella. A pesar de la crítica al marxismo, la mayoría de las formaciones políticas en Latinoamérica ha adoptado este mismo modelo de organización y la participación en cualquier tienda partidista, sin importar su ideología, implica como punto de partida la obediencia acrítica y la pérdida de toda opinión personal.

Entre los anarquistas sucede todo lo contrario. La oposición a una propuesta o la negativa a participar en alguna actividad, razonada y expuesta ante los compañeros del grupo, es simplemente la expresión de la autonomía de cada participante, sin acarrear ningún calificativo o sanción. Si la solidaridad está vigente, habrá otra oportunidad posterior en la cual quienes hoy no intervengan lo harán a plenitud. Asimismo, los que actúen no adquieren ningún privilegio por ello porque no tiene nada de extraordinario seguir lo que su buena razón y pasión les señala como lo más idóneo. Ningún miembro de grupo tiene derecho a imponer sus personales decisiones, pero por supuesto que puede y debe defenderlas y tratar de convencer a sus compañeros de que las apoyen.

Para los anarquistas, el desacuerdo en un tema importante que nunca debe reprimirse ni pretender anularlo. A lo más, en caso de que las diferencias impidan mantener la previa afinidad y se tornen insuperables, simplemente significan la probable aparición de un nuevo colectivo, con el que se podrán seguir realizando acciones compartidas. Las discrepancias no tienen que significar ruptura total entre distintos grupos, ya que la idea es reforzar puntos y lazos en común, pero sin homogeneizar ni anular la diversidad en la que radica la riqueza de las decisiones. Por ello, en muchos países existen federaciones de diversos colectivos libertarios, que de este modo permanecen reunidos, no sometidos, en una instancia encargada de coordinar las acciones, pero manteniendo sus particulares puntos de vista, lo cual también opera cuando las instancias federativas son de orden internacional (como la Asociación Internacional de Trabajadores <www.iwa-ait.com> o la Internacional de Federaciones Anarquistas <flag.blackened.net/liberty/ifa.html>). Tal estilo de organización ya se ha generalizado en otras expresiones de la actividad política, como por ejemplo, en grupos de mujeres y en algunas asociaciones de vecinos. Si el anarquismo crece, cabe esperar que aumente esta forma de coordinación, con lo que nos acercaremos a una sociedad anarquista.

Grupos de personas en un vecindario o en un trabajo o en cualquier lugar donde haya actividades compartidas, pueden organizarse así para tomar decisiones que les incumben. En todo caso, pueden mandar delegados a encuentros a mayor escala. Pero en este aspecto los anarquistas han sido muy rigurosos a lo largo de la historia, porque un delegado es sólo eso, un portador de instrucciones que debe seguir al pie de la letra, un emisario del colectivo que representa, siguiendo claros y estrictos mandatos de lo que tiene que decir. Más aún, es norma entre los libertarios que el cargo sea rotatorio, revocando los nombramientos regularmente o si alguno pretende auto-instituirse en líder e irrespetar la estricta condición de vocero que se comprometió a asumir. ¿Una idea irrealizable? Ya funciona en muchos grupos, a pequeña escala, y ha funcionado muchas veces en la historia ¿Qué es lo que parece tan difícil? La razón de la dificultad está en la distorsión que el poder jerárquico ha introducido en nuestros pensamientos y por eso, algo que es tan natural parece implicar una cambio tan drástico en nuestros hábitos. Lo que se necesita para aplicarla es nada más – y nada menos - que una revolución total en la conciencia cotidiana. De esta forma, podría surgir un sistema anti-autoritario de organizar todos los aspectos de nuestra vida, desde la cuna a la tumba. Sería un tipo federalista de sociedad anarquista.


IV.- COMUNICANDO EL IDEAL


El anarquismo encuentra vital educar a la gente para una nueva sociedad. Algunos incluso dirían que es todo lo que cabalmente se puede hacer, porque intentar imponer la revolución con el esforzado activismo de una minoría muy pequeña es insensato dentro de la propuesta libertaria ya que, incluso con las mejores intenciones, eso sólo podría conducir a una nueva esclavitud y así lo ha mostrado la historia. Una verdadera revolución sólo puede hacerse si una gran mayoría, por no decir todos, la quiere y participa activamente en la creación de un mundo nuevo. Y si es una mayoría, debe ser muy cuidadosa de los derechos de la minoría que se le oponga.

Por supuesto, el anarquismo parte de la base de que tendría muchas más oportunidades si la gente reflexionase sobre los problemas y cuestiones que les propone para luego organizarse en concordancia. La confianza de los anarquistas en cuanto a que lo más razonable para quienes conocen su ideal es seguirlo, hace que una de sus prioridades sea difundirlo. Para ello, la educación en todos los aspectos juega un papel importante en la aspiración anarquista a un mundo mejor. Puede que la sabiduría no nos haga felices, pero los libertarios están seguros que la ignorancia no lo logrará. Por eso es absurdo presionar a la gente con sermones de catequista, o disertaciones sabihondas, o arengas de caudillo, pues más que meros seguidores se desean individuos que piensen, conozcan, critiquen y generen alternativas. Pocas cosas hay peores para el anarquismo que presentarlo como una doctrina de certezas absolutas. El anarquista no quiere predicar, sino hablar con la gente.

Este punto es de fundamental importancia, pues queriendo los libertarios comunicarse – en el más pleno sentido de la palabra – resulta que, probablemente, el síntoma más claro de la degeneración de la sociedad moderna es que la comunicación cada vez se hace más impersonal, más estandarizada y más unidireccional. La comunicación se ha convertido en un artículo adquirible, sonidos y bytes que se compran en cintas de plástico, en discos compactos o en pantallas luminosas. Casi todos los medios de comunicación contemporáneos tienen dos cosas en común: se debe pagar para obtenerlos y no hay forma de participar en ellos: se mira o se escucha, nada más. El estímulo a la pasividad del receptor es una clara estrategia para reducir la posible rebelión de los sumisos.

La creencia anarquista en la libertad lleva a exigir libertad de expresión y libertad de prensa. Esto podrá sonar común, como si se tratara de una manifestación más de quienes pelearon contra las tradicionales dictaduras militares en América Latina. Ahora bien, buena parte de esos luchadores anti-dictatoriales cesan sus luchas y parecen satisfechos cuando consiguen que estas libertades se estampen en las leyes. Pero la mayoría de las veces, esto se reduce a que “ellos” logran esas libertades, puesto que son inalcanzables para los comunes mortales, y menos aún para "extremistas peligrosos" como los anarquistas. Y aunque sea posible decir (casi) todo lo que nos guste, no siempre en horas de máxima audiencia, o escribir sin obstáculos lo que queramos, no siempre publicado en la gran prensa, los dignatarios de las democracias en América Latina han desarrollado una peculiar sordera y ceguera ante las opiniones que les adversen, porque la gente carece de organización para castigar a dirigentes que se hacen los desentendidos. A menos que se tenga una verdadera oportunidad de ser escuchado, la libertad de expresión poco significa, y por eso no preocupa a los poderosos concederla. A su vez, hay otras libertades más peligrosas que la libertad de expresión y sobre ellas hay referencia en el punto VI.2.

Los periodistas, trabajadores gráficos, escritores, técnicos y actores quizá deban jugar un papel muy importante en este aspecto de la lucha por una nueva sociedad. Está en sus manos decir la verdad (como queda en manos del público protestar cuando no se le dice) y deberían avergonzarse tanto de la basura que se ven obligados a producir, que tendrían que haber renunciado a sus trabajos si no los presionara la necesidad de subsistencia o los tranquilizase el conformismo. Pero también debería estar avergonzada la gente que adquiere esos mismos productos y con su consumo avala que se siga comerciando ese material que solo sirve para degradarnos. Es urgente que la industria de la comunicación se ponga al servicio de la concientización política, y que los trabajadores y el público determinen los contenidos de sus productos y no un grupo que persigue sus mezquinos intereses. Para ello, el papel de la audiencia es determinante, porque nadie hace comida para cerdos si no hay cerdos que alimentar.

Debido a que los ámbitos comunicacionales están tan controlados por una oligarquía y un Estado que saben muy bien de la importancia de su poder, hay pocas probabilidades de difundir ideas anti-convencionales como las anarquistas a través de los espacios establecidos, por lo que se impone el esfuerzo adicional de encontrar alguna otra forma de propagar esta visión hasta que llegue el momento que la colectividad gestione los medios de comunicación. Además, la forma en que el ideal se comunica es casi tan importante como el ideal en si, ya que al permitir o promover la participación de la gente para que deje de ser mera audiencia y pueda expresarse por sí misma, el anarquismo impulsa un desafío directo a un sistema de poder que está decidido a mantener la docilidad colectiva.

El anarquismo ha sido empujado a los márgenes de lo social, por lo que ha tenido que crear sus propios medios para comunicarse. Naturalmente, todo ello a pequeña escala y por eso con cada panfleto, revista, fanzine, página web, emisión radiofónica, etc. alcanza a un grupo reducido de gente. La esperanza es que cada pequeña acción se vaya sumando. Después de todo, se piensa que mil panfletos o diez horas de radio no son un desperdicio si logran interesar a una sola persona de las bondades del mensaje libertario. Por otra parte, la multiplicidad de opiniones es el fundamento de la búsqueda anarquista por la mejor y más compartida solución, por lo que la diversidad de emisores - cada uno con su enfoque y su punto de vista - es siempre bienvenida, mucho más que una voz masiva y homogeneizadora.

Por lo tanto, difundir el ideal, es decir, “hacer propaganda", es y ha sido uno de los objetivos primordiales de la estrategia anarquista. Por encima de todo, una revolución anarquista requiere que la gente sepa lo que hace, por qué lo hace y que los otros estén enterados de sus motivaciones. Nadie puede ser obligado a ser libre, o se elige y se actúa por ello o no es verdadera libertad. Esta labor es más dura que la de los Testigos de Jehová, los Mormones, o cualquiera de los predicadores de diverso pelaje que van de puerta en puerta con la salvación en la mano. Para los libertarios es insuficiente decir a la gente lo que tiene que pensar: o piensan por sí mismos, o no se alcanzará el verdadero anarquismo.

Siendo esto tan importante, se ha intentado en muchas ocasiones y de muchas formas distintas. He aquí varios métodos utilizados por los anarquistas para comunicar sus ideas:

IV.1) La palabra impresa

El movimiento anarquista ha gastado cientos de toneladas de papel produciendo panfletos, revistas, periódicos y libros a lo largo de su historia. Sus publicaciones alcanzan las decenas de miles, algunas con una tirada excepcional y otras que apenas fueron leídas por un puñado de personas; unas pocas ocupan un lugar en la literatura universal y muchas han caído en el olvido para siempre. Una parte de esa vasta obra mantiene vigencia y debe seguir divulgándose, pero dado el carácter que hemos comentado de ser un ideal en continua re-elaboración, vivo, cambiante, siempre se necesita nuevo material libertario en cantidad y bien producido. Aquellos que quieran saber deben tener posibilidades de información a su alcance y una manera de clarificar las propias opiniones sobre el tema anarquista es tratar de exponerlas a los otros.

Los volantes, a menudo impresos rápidamente en fotocopia u offset para una acción concreta, son una posibilidad barata y simple. El estilo debe ser sencillo y directo; las ilustraciones, incluidas las fotografías, pueden agregarse para ganar atractivo, pero implican un gasto algo superior. Hoy día, gracias a las micro-computadoras y los sistemas de impresión conexos, cabe mejorar mucho su calidad gráfica y presentación, sin agravar los problemas de costos. De parecida hechura en la edición son los panfletos baratos y resumidos sobre temas particulares, que siempre pueden tenerse a mano cuando surja una conversación o debate sobre esos asuntos. Por ejemplo, se puede imprimir por separado la sección II.1 de este manual (“Aclarando dudas, respondiendo objeciones”) para todos aquellos que insisten en las acostumbradas preguntas sobre la viabilidad de la sociedad anarquista.

Un tipo especial de panfleto libertario que en años recientes ha ganado difusión es la tira cómica (“comic” o “comix”), en algunos casos como simple parodia de los “cartoons” más conocidos, que se usa como vehículo del mensaje anarquista. A veces con ello se busca también una estética y una expresión más creativa, que quiere trascender desde lo simplemente propagandístico hacia lo artístico.

Las revistas y periódicos pueden ser de dos tipos: aquellos de interés sólo para los que conocen algo de anarquismo, y los que apuntan a una multitud que todavía ignora sus propuestas. Mientras sean el refugio de grupos cerrados, la tendencia en las publicaciones ácratas ha sido concentrarse en textos para anarquistas ya convencidos, pero un signo alentador es que en sus páginas ganan cada vez más espacio los artículos destinados a sacudir las conciencias dormidas, señal del acercamiento de nuevos interesados en las soluciones anarquistas para los conflictos de hoy. Por ello, es importante mencionar el relativo renacimiento de la prensa anarquista (tanto en castellano como en otros idiomas) ocurrido a fines del Siglo XX, además de destacar la existencia de algunos medios impresos ácratas de gran calidad, con firmas de grandes pensadores del movimiento. Por otra parte, muchos libertarios están relacionados, como trabajadores o como columnistas, con publicaciones periódicas donde es posible escribir sobre el tema (Ver una lista con los más conocidos órganos de prensa anarquista en castellano en la sección VII.3).

La publicación de libros y su distribución son también una parte importante del esfuerzo divulgativo. Para incentivar estos procesos, habría que superar el desinterés o desconocimiento que muestran tanto los editores comerciales como las bibliotecas públicas y académicas para poner obras anarquistas a la disposición de sus lectores, e incentivar la práctica de la lectura como el medio más adecuado para acceder a información sobre temas que exigen reflexión. También quedan muchos libros por escribir. En el mundo contemporáneo son absolutamente pertinentes trabajos sobre teoría del socialismo libertario, así como más análisis de la sociedad actual y de las estrategias adecuadas para su transformación radical. La ficción, la poesía, el ensayo y la crítica también entran en esta esfera de acción (Para un vistazo a la bibliografía anarquista reciente en castellano, ver sección VII.1).

Autores anarquistas más representativos

William Godwin (inglés; 1756-1836), Max Stirner (alemán; 1806-1856), Pierre J. Proudhon (francés, 1809-1865), Mijail Bakunin (ruso,1814-1876), Elisée Reclus (francés; 1830-1905), Piotr Kropotkin (ruso, 1842-1921), Enrico Malatesta (italiano, 1853-1932), Ricardo Mella (español, 1861-1920), Emma Goldman (lituano-norteamericana, 1869-1940), Rudolf Rocker (alemán, 1873-1958); Herbert Read (inglés, 1893-1968).
Enrique Roig San Martín (cubano, 1843-1889), Manuel González Prada (peruano, 1844-1918), Ricardo Flores Magón (mexicano, 1873-1922), Florencio Sánchez (uruguayo; 1875-1910), Rafael Barret (hispano-paraguayo, 1876-1910), Neno Vasco (luso-brasileño; 1878-1920), Rodolfo González Pacheco (argentino; 1881-1949), José Oiticica (brasileño, 1882-1957), Juan Lazarte (argentino, 1891-1963), Diego Abad de Santillán (hispano-argentino, 1897-1983).
Daniel Guérin (francés; 1904-1988), Luce Fabbri (ítalo-uruguaya; 1908-2000), George Woodcock (canadiense; 1912-1995), Murray Bookchin (estadounidense; 1921- ), Edgar Rodrigues (luso-brasileño; 1921- ), Paul Feyerabend (austríaco; 1924-1994), Agustín García Calvo (español; 1926- ), Ángel Cappelletti (Argentina-Venezuela; 1927-1995), Osvaldo Bayer (argentino; 1927- ), Noam Chomsky (estadounidense; 1928- ), Carlos Díaz (español; 1944- ).


Hay un sitio en inglés del WWW <dwardmac.pitzer.edu/anarchist_archives/> llamado Anarchy Archives, que está particularmente bien provisto en cuanto a datos biográficos, imágenes y presentación de la obra de autores anarquistas de todo el mundo. Sobre los latinoamericanos la mejor referencia general es el extenso ensayo introductorio de Ángel Cappelletti para el volumen “El Anarquismo en América Latina” – que se comenta adelante, en el texto de VI.6 - y para algunos autores específicos, consultar las páginas web:
M. González Prada <www.evergreen.loyola.edu/~tward/GP/index.htm>,
R. Flores Magón <www.sindominio.net/sublevarte/regeneracion/textos.html>,
R. Barret <www.ensayo.rom.uga.edu/filosofos/paraguay/barret>,
L. Fabbri <www.brecha.com.uy/numeros/n659/lucce.html>,
E. Rodrigues <www.ceca.org.br/edgar/anarkP.html>, y
O. Bayer <www.geocities.com/Athens/3646>.

IV.2) Actos públicos

Hubo una época y algunos lugares en que las movilizaciones anarquistas de calle reunían a 30 o 40 mil personas en una sola ciudad. Hoy, sin aspirar a semejante convocatoria, los eventos abiertos al público - en ámbitos al aire libre o en recintos cerrados de muchas partes del orbe - vuelven a dar testimonio de la restaurada actividad del movimiento libertario. Se trata generalmente de actos de magnitud modesta comparada con aquellas jornadas, que adoptan diversos formatos (manifestaciones, conferencias, festivales, foros, presentaciones audiovisuales, etc.), donde de una manera u otra se ha ido catalizando un interés creciente por la teoría y la acción anarquista - particularmente entre la gente joven - que no ha dejado de ser reseñado por la TV y la prensa del poder, con la alarma y el amarillismo del caso.

La ocasión para tal revitalización de la actividad de calle de los ácratas se ha abierto cuando otras agrupaciones político-sociales e ideológicas renuncian a ella, bien sea por debilitamiento, por considerar que el cultivo de una imagen mediática vale más que la relación física directa, o porque son incapaces de enfrentar abiertamente a un público inquisidor. Como quiera que sea, los anarquistas de todo el mundo aprovechan estas oportunidades para hacer notar su presencia y divulgar sus ideas, ya que la participación del público da pie para eliminar prejuicios y facilitar que nuevos integrantes se acerquen al movimiento, o al menos llame la atención de algunos que empiecen a preguntar y a preguntarse qué significan la bandera negra y la A dentro del círculo.

Mención particular en la actividad pública merece el teatro anarquista, que en años recientes ha conocido manifestaciones tan relevantes como las obras del dramaturgo italiano Dario Fo (Premio Nobel de Literatura en 1997) o los montajes del “Living Theatre” de Julian Beck y Judith Malina. En buena medida se trata de un teatro agitador, que conmueve y cuestiona, buscando ser al mismo tiempo alternativa y continuidad de la actividad pública anarquista más tradicional, pues en buena medida está concebido para la calle y para hacer de su representación acto político; y aun cuando no sea posible para todos alcanzar el nivel de calidad escénica de los mencionados, se ha abierto una posibilidad comunicacional que están explorando diversos colectivos libertarios, cuyo trabajo también indaga en otras expresiones de la escena como la danza, el café-concert, el performance, el happening y la mímica. Esto es así por cuanto el anarquismo entiende que el arte no debe ser meramente un aspecto decorativo de la vida, sino una manifestación creativa de la misma, que debe vincularse a lo que nos conmueve o hace felices

IV.3) Internet, ciencia y tecnología

Ahora tenemos también las posibilidades que ofrecen las computadoras e Internet. Hay un animado debate entre muchos anarquistas respecto a los riesgos y perspectivas que entraña el uso de estas tecnologías en la difusión del ideal socialista libertario (consultar al respecto los artículos “Computadoras y Anarquismo” <www.geocities.com/samizdata.geo/CACyA.txt> y “¿Existe una Tecno-Anarquía?” <www.geocities.com/samizdata.geo/LIB14tecno.html>); pero lo cierto es que ha sido un terreno muy concurrido y utilizado por los ácratas del mundo entero, quienes han volcado mucha creatividad en este ámbito, produciendo multitud de páginas web en diversos idiomas y con información abundante sobre el anarquismo y temas afines. También se han aprovechado otras modalidades en la red como los canales de IRC o “Chat”, la radio en Internet, las tele-conferencias y, de modo muy importante, el correo electrónico, que ha permitido construir foros internacionales de noticias, discusión e intercambio que figuran entre los más concurridos y animados del ciberespacio. (Ver VII.2.2 para conocer los foros anarquistas de e-mail en castellano, y una panorámica de la presencia mundial del anarquismo en la WWW en <www.anarweb.freesurf.fr>).

Es cierto que el problema de los costos y requerimientos de “hardware” y “software” necesarios hacen que el acceso a esta posibilidad sea en muchos casos difícil, especialmente para la generalidad de los habitantes del Tercer Mundo, aunque algunos de esos inconvenientes se han ido superando, individual o colectivamente. No hay duda de la ventaja de abrir una vía de intercomunicación instantánea entre grupos y personas anarquistas de todo el planeta, ya que esta técnica se adaptó fácilmente a una dinámica de coordinación federada que desde siempre ha existido en el movimiento libertario. Frente a las muchas dificultades de difusión masiva del ideal anarquista, Internet es un medio, en rápida expansión, que la facilita. Es de reconocer el espacio de discusión, información directa e igualdad que representa Internet, sin ningún mando que la domine todavía a pesar de los esfuerzos por controlarla y usufructuarla que se han hecho desde diversas instancias de poder.

Vale diferenciar entre la presencia anarquista en la red de redes y la ideología “cyber-libertarian”, de origen derechista y neoliberal que, particularmente desde Estados Unidos, se trata de imponer como modelo intelectual dominante en Internet. Los “libertarians”, anarco-capitalistas, tienen una versión particular del anarquismo en tanto que ven en el Estado la única entidad de supremacía opresora en la sociedad, sin reconocer que hay otras expresiones de dominación jerárquica como el poder de las empresas capitalistas, las instancias y usos culturales autoritarios o las religiones institucionalizadas, todas las cuales exigen para constituirse y preservarse la existencia de un régimen político-social de opresión como el que les garantiza el Estado. La abolición del Estado para el anarco-capitalismo se traduce en una privatización de las funciones que sustentan su poder, sin alterar para nada la esencia opresiva de dichas funciones, que pasan a someterse a las reglas del “libre mercado”.

En Internet, los “cyber-libertarians” presentan una idílica reivindicación de la red de redes, como espacio máximo de libertad, que debe ser defendido de agresiones. Pero, a su juicio, las amenazas sólo provienen del poder estatal y afines, sin hacer mención de la discriminación socio-económica que caracteriza al acceso a este medio, como bien constatamos en América Latina, ni a los crecientes esfuerzos de someterlo al control y a los criterios de rentabilidad del gran capital. Sin duda que esta visión parcializada resulta de las particulares condiciones de sus expositores en un país que siendo el centro dominante disfruta de todas las ventajas que puede producir el capitalismo, muy diferente de otras regiones que pagan los costos de esa hegemonía imperial.

Como Internet es una de las expresiones más claras del papel de la ciencia y la tecnología en la sociedad en que vivimos, aprovecharemos este apartado para agregar a continuación un somero comentario sobre ese tópico según la perspectiva anarquista, no sin antes recomendar a los interesados que lean los trabajos de Murray Bookchin en referencia al tema, tanto en los libros indicados en la Bibliografía como en <www.hispamerica.com/gr/12/bookchm.htm>.

A pesar de que muchos libertarios han encontrado medio para la difusión de sus perspectivas en el movimiento ecologista – donde suele predominar una visión crítica y a veces hasta negativa del tema - el anarquismo siempre ha considerado a la ciencia y a la tecnología positivamente, como ámbitos en los que también cabe expresar los ideales. Se trata de resultados de un hacer de la humanidad que deberían estar destinados a la solución de sus problemas materiales, permitiendo que pueda liberarse del yugo que implica obtener los medios para la subsistencia. El homo sapiens ha sido históricamente una especie sujeta a contingencias nacidas del entorno natural (hambre, enfermedades, desastres geológicos o meteorológicos), cuyo impacto negativo se multiplica por la opresión y desigualdad social. La ciencia y la técnica pueden ser elementos para liberarse de tales limitaciones naturales y permitirle no sólo sobrevivir sino vivir bien, trabajando menos, en condiciones más confortables, alargando su vida y sanitariamente protegido. Por eso es objetivo de los anarquistas que allí trabajan oponerse con todo vigor a que los procesos científico-tecnológicos se orienten según los intereses de los poderes dominantes a la creación de instrumentos de lucro y dominación, cuando podrían originar herramientas de bienestar y liberación. Como en tantos otros aspectos, el objetivo es poner estos desarrollos al servicio de la felicidad humana, no anularlos, impidiendo que sigan siendo artificios que acentúen la esclavitud y la miseria. Nada más ejemplar de lo que decimos es la injusticia que representa, frente a la masiva difusión del SIDA en África, que las vidas de millones estén supeditadas a que consigan el dinero para pagar las costosas medicinas que enriquecen groseramente a las transnacionales farmacéuticas.

IV.4) Música

La música rebelde o revolucionaria tiene una historia mucho más antigua que la que puedan imaginar desmemoriados jóvenes de hoy o hippies y radicales jubilados de ayer. Créase o no, muchas óperas de los Siglos XVIII y XIX giran en torno a temas revolucionarios. En el 1600 la difusión de la flauta dulce, asociada con el dios Baco, fue considerada pecaminosa, mientras que en la década de 1730, la posesión de un instrumento musical en Inglaterra estaba vetada para los estamentos sociales más bajos. Desde la Edad Media los músicos errantes eran verdaderos agitadores sociales, llevando de un lugar a otro las noticias del descontento. A finales del XIX y en el primer tercio del Siglo XX, los payadores libertarios gauchos eran cronistas y heraldos de las luchas agrarias en el cono sur latinoamericano, mientras que muchos autores de tangos y milongas eran miembros activos del movimiento anarquista y expresaron en sus obras la fuerza de sus ideas, como así también en luchas gremiales exitosas. Las canciones de los zapatistas y los magonistas en México, aún cantadas hoy, fueron manifestación de sentimientos anarquistas. En Venezuela los toques de tambor en tiempos de la esclavitud siempre estuvieron en la mira de autoridades que los consideraban pretexto para revueltas y “rochelas” o fugas masivas, y hasta no hace mucho la gaita zuliana fue un modo de expresar descontento social, lo que pone de manifiesto que ha sido bastante la música popular protestataria de contenido libertario.

Muchos anarquistas eligen la música como medio de comunicación con la gente. Es una forma de actividad llamativa para difundir las ideas, y además es divertido hacerla, por lo que ahora es casi permanente su presencia en los actos públicos. Por desgracia, bastante de la actual música que se presenta como anarquista, ni es anarquista ni es música, pero hay alguna buena, y hasta incluso muy buena. Por supuesto, la valoración de la calidad será en buena medida cuestión de gustos, particularmente con respecto a los estilos musicales que prefiera o deteste quien juzgue. Pero la gran diversidad de expresiones anarquistas en la música permite que siempre se pueda encontrar el mensaje en alguna manifestación artística que nos agrade.

La música tiene la fuerza de apelar a las emociones directamente. Es posible comunicarse de una forma más básica. También se puede utilizar para hipnotizar y manipular a la gente, pero eso no es lo que buscan los músicos anarquistas. Lo que se persigue es hacer que la música llegue a la gente, pero no sólo pasivamente, como simples consumidores, sino animarles a que cada uno pueda intentarlo, que pueda sacar a relucir su creatividad artística y la ofrezca a los demás. Lograr que cada grupo sea capaz de disfrutar la música oyéndola, pero también pudiendo interpretarla generando las destrezas y las oportunidades de hacerlo.

En este sentido las posibilidades de la grabación independiente y la distribución cooperativa son muy interesantes, en particular considerando el abaratamiento que han sufrido las tecnologías de reproducción sonora más avanzadas. Para los libertarios es necesario crear circuitos alternativos que desafíen a los oligopolios del negocio musical y para ello se debe propiciar el contacto directo entre los intérpretes y el público en conciertos y encuentros de toda clase, superando las restricciones que imponen los grandes empresarios del ramo.

IV.5) Radio, cine y TV

Entre los diversos espacios en que desarrollaron su actividad los movimientos libertarios de la primera parte del Siglo XX estuvieron la radio y el cine, pues claramente se entendían sus posibilidades para difundir el ideal y generar reflexión y/o adhesión. Pero al declinar la incidencia socio-cultural del anarquismo, su presencia prácticamente desapareció o fue desterrada. Caso singular es el de la TV, en la que ni siquiera pudo asomar por décadas, excepto cuando se difunden obras, originalmente destinada a otros medios, que tienen un contenido libertario.

Esa desaparición fue tan drástica que, llegando la última década del siglo, la discusión sobre análisis o posibilidades alternativas en cualquier campo, normalmente ignoró la participación de anarquistas en los medios audiovisuales y hasta la mención de la palabra, excepto en su matiz peyorativo. Es casi seguro para cualquier lector de mediana edad que habrá tenido en su televisión o en su radio a voceros de todas las tendencias políticas, desde militares derechistas hasta guerrilleros marxistas, religiosos recalcitrantes de diversas confesiones o ateos declarados, psicólogos sociales de todas las tendencias, a economistas neoliberales o socialistas, pero nunca escuchó o vio a un anarquista. Pero desde 1990 ocurren cambios sociales, políticos y culturales que reactivan en cierta escala al movimiento libertario y vuelven a poner en el tapete la riqueza de sus ideas y propuestas.

Pero al anarquismo tampoco se desvive por entrar en el “show business” y le interesa más que todos se involucren. Hoy surgen posibilidades tecnológicas que abaratan costos de producción, lo que confluye para que nuevamente el anarquismo pueda tener presencia – pequeña pero en sostenida expansión por todo el planeta – en la radio, el cine e inclusive en iniciativas de TV comunitarias, alternativas y hasta específicamente anarquistas. En cada vez más sitios del mundo, ante la ausencia de horizontes claros, el aporte permanente de los anarquistas en todos los órdenes (incluyendo en estos medios de comunicación colectiva) no puede ya ser ignorado.

Siendo aún limitada en cantidad y estando por lo general confinada a áreas de difusión al alcance de las posibilidades cuasi-artesanales de que dispone, la incidencia del anarquismo en la radio, el cine y la TV actuales no obstante es cualitativamente significativa en los desarrollos alternativos y experimentales más dinámicos (movimiento de las radios libres y comunitarias, cine de vanguardia, “TV de guerrilla”, experiencias multimedia autogestionadas, uso de Internet como vehículo para estos medios, etc.); de manera que una propuesta que en las décadas de 1950 y 1960 se anunciaba como históricamente cancelada, ha resurgido con las más ricas posibilidades para el futuro inmediato (Véanse el apartado VII.2.3 para la radio y la sección VII.4 para algunas expresiones libertarias concretas en cine y video).

IV.6) Artes plásticas

Las obras (pinturas, esculturas, cerámicas, etc.) expuestas en las galerías han sido descritas como arte de museo; eso quiere decir que son objetos para ser admirados a la distancia, y a lo más comprados y vendidos. De esta forma los intereses dominantes separan el arte de la vida y de la gente. Ese arte sólo justificable por nebulosas elucubraciones estéticas y secas cotizaciones de mercado, es lo mejor que este sistema puede ofrecer. El arte como actividad creadora colectiva para la transformación social no podría entenderse ni permitirse más allá de lo que pueda controlarse.

Para el anarquismo, siempre hay una necesidad imperiosa de que la gente libere sus capacidades creativas, y ha insistido en poner en práctica este principio cuando actúa. Una forma de materializar este anhelo, esta expresión de las potencialidades de los individuos es el trato con el arte. En aquellos lugares y momentos donde el socialismo libertario orientó amplios movimientos de masas, durante el primer tercio del Siglo XX, junto a sindicatos y organizaciones sociales ácratas siempre coexistió una amplia gama de instancias artístico-culturales, como los ateneos libertarios en España, Argentina, Uruguay, en los que los miembros tuvieron oportunidad de familiarizarse con las diversas formas de arte y desarrollar sus propuestas. Los anarquistas piensan que se pueden encontrar formas de trabajar para el movimiento sin excluir la creación artística, porque a través de la obra de arte se puede llegar a dimensiones que no permitirían otras maneras de expresar las propias ideas y sentimientos. Los resultados de esta actitud van desde el movimiento DADÁ hasta la formación de cientos de músicos populares, pintores, poetas, escritores y escultores que llenaron de belleza el mundo naciendo desde un taller de arte anarquista.


BASES DE LA PERSPECTIVA ESTÉTICA DEL ANARQUISMO

- visión del compromiso social del arte y el artista; exigiendo vincularse a la lucha por la libertad y la igualdad, pues el combate por la Anarquía es también por un arte libre de constricciones que lo empobrecen y someten, en lo básico originadas en el poder;
- relaciones entre forma y contenido en el arte; no se establecen cánones preceptivos en forma o contenido (tipo “realismo socialista”), se llama a la experimentación (“culto a lo ignoto”) sin despreciar lo que hay de vital en la tradición (“culto a lo conocido”); y
- interpretación del fenómeno artístico; aceptando que el arte tiene obvias raíces histórico-sociales, la estética anarquista reivindica la autonomía de su proceso creador, ya que explicar la actividad artística por un determinismo estrecho impide potenciar su función innovadora y subversiva.


IV.7) Otros medios de comunicación

Este título tan vago quiere cubrir medios de expresión heterodoxos que van desde las chapas hasta los graffittis, pasando por las franelas o camisetas estampadas y las calcomanías o pegatinas, a los cuales han tenido que recurrir los colectivos ácratas motivados en buena medida por la escasez de recursos para asumir otras posibilidades más costosas y elaboradas de divulgación. Por su misma precariedad y limitadas dimensiones, este tipo de medios sólo permite mensajes simples, lo que para los libertarios en particular ha sido entendido como posibilidad de promover sus consignas y símbolos esenciales, tarea en la cual el anarquismo de estos tiempos se encuentra ante un resultado sorprendente para sus modestas posibilidades, pues sus signos ya comienzan a ser parte común del paisaje urbano contemporáneo y del entorno estético con que se rodea a un amplio sector de jóvenes. Ciertamente, en un momento de la historia en que tanto se ha hecho para cubrir en el olvido al movimiento, estos medios sirven porque para muchos representa la única manera de tomar conocimiento de la existencia de un tesoro de ideas que hay que descubrir.

La misma exitosa difusión de estas manifestaciones – como la presencia de la A en el redondel en cientos de paredes de calles y sitios públicos de localidades donde no hay actividad anarquista organizada, o en el atavío de multitud de adolescentes que practican la moda del anti-convencionalismo – ha impuesto a los libertarios la necesidad de multiplicar sus esfuerzos por aclarar que su propuesta no es simple pose estética de rebeldía sin causa o de nihilismo juvenil como en las películas hollywoodenses, de manera que quienes entren en contacto con la simbología y los lemas impactantes también reciban – o sepan donde encontrar – informaciones más explicativas sobre el socialismo libertario. La meta es lograr que quien porte el emblema sepa y sea consciente de lo que ese símbolo expresa.


V.- A MODO DE RESUMEN...



Este texto apenas se propuso esbozar, en términos actuales y desde una óptica latinoamericana, los elementos esenciales de la teoría y la acción anarquistas. Por su declarado objetivo de ser un sumario básico e introductorio, no se hizo una consideración más detallada de cómo la teoría anarquista cuestiona al orden establecido y sus supuestos, explica la naturaleza de la sociedad a la que aspira y define su estrategia para lograr la transformación revolucionaria. Pero la idea de escribirlo y llevarlo a los lectores era estimularlos a sacar sus propias conclusiones, de manera que ellos mismos – al llegar a este punto – comenzaran a avanzar en esa profundización, que por lo demás sólo es posible si la reflexión de lo expuesto se complementa con la lectura de obras más analíticas que ésta en la expresión del ideal libertario, con el esfuerzo por conocer la historia rica, sorprendente y olvidada del movimiento ácrata, con el conocimiento de cómo los libertarios han hecho de sus vidas el mejor texto para leer sus ideas (ver la biografía resumida de Buenaventura Durruti en VI.5) y, lo que es más importante a nuestro entender, la aproximación a la práctica contemporánea del anarquismo.

En ningún modo estamos hablando de un movimiento de existencia puramente testimonial, como escribas adversarios o desinformados insisten con curiosa vehemencia tratándose de un supuesto cadáver histórico insepulto. Careciendo por el momento de la concurrencia masiva en sus filas que tuvo en el pasado - lo que no se excluye pueda ocurrir en el futuro -, el anarquismo revive como presencia cultural e intelectual que conlleva un reto frontal frente a la estructura de poder vigente, proporcionando herramientas teóricas y opciones prácticas para quienes con fundadas razones rechazan el “happy end” de la globalización, el “fin de la historia” y el pensamiento único.

Por lo tanto, más que en los volúmenes de sus pensadores claves, más que en la historia extraordinaria de personajes y gestas que lo han caracterizado, debe buscarse al anarquismo en su práctica de este comienzo del Siglo XXI, que es donde también podremos atisbar la posibilidad para alcanzar esa esquiva idea humana de la utopía racional y razonable de la libertad con igualdad, solidaridad mediante.


Huellas históricas fundamentales del Anarquismo


(Tanto en Internet como en la Bibliografía que se indica en VII.1 hay información y análisis detallados de los eventos históricos arriba mencionados y su asociación con el socialismo libertario, mayormente sobre la etapa “clásica” – desde las luchas del S. XIX hasta la Revolución Española -. Las últimas fases de la evolución del anarquismo – después del mayo francés – son quizás muy recientes como para permitir tantos y tan densos estudios como los que se han hecho de las etapas antecedentes.)


VI.- FOLIOS DEL CONTRAMAESTRE


Esta sección recopila artículos previamente publicados, donde hemos desarrollado de modo independiente algunos aspectos de significación para esta Bitácora, por lo que nos pareció que valía la pena presentarlos como complemento a lo expuesto. El autor de los 4 primeros textos es A. Vallota y los 2 finales son de N. Méndez. En cada caso, al final se indica la publicación y fecha original de aparición.

VI.1) “Ser y parecer anarquista”

“Quiero seguir siendo este hombre imposible,
ya que todos los que hoy son posibles no cambiaron”

BAKUNIN


“Ha caído la máscara odiosa, el hombre queda sin su cetro:
libre, sin coerciones, hombre igualitario, sin clase, sin tribu, sin nación,
exento de toda casta, culto, orden. Señor de sí mismo, justo, noble, sabio...”

SHELLEY


El anarquismo ha tenido entre sus teóricos y pensadores una notable característica: se ha podido condensar en una frase posiciones cuya exposición sistemática requeriría cientos de páginas. Así, tenemos expresiones como Ni Dios ni amo de Bakunin, La propiedad es un robo de Proudhon, o La pasión de destruir es una pasión creadora, del mismo Bakunin, que nos dicen más que libros y libros de sesudos análisis. Esto no es casualidad.

Las razones son varias. La primera es la capacidad de una persona brillante de plasmar, de dar forma a una sentencia que logra - superando todo el complejo de palabras y de acciones individuales y sociales, de las motivaciones mediatas e inmediatas de cada uno, del peso y los prejuicios de la historia - alcanzar el núcleo de un complejo problema.

Pero hay algo más, porque no es gratuito que esto lo expresen en su más alto grado los anarquistas. La razón es que los anarquistas son un conjunto de personas que buscan rescatar lo esencial de cada ser humano, que no es otra cosa que su libertad e igualdad. Es por ello que pueden oponer a la visión de la historia presentada por los sistemas de interpretación dominantes la espontaneidad creativa de la humanidad. Son y serán eternos buscadores, pues reconocen que por encima de cualquier doctrina acerca de la vida está la vida misma. No pretenden ser creadores de sistemas inmodificables o proyectos perfectos de sociedad, que obliguen a cada uno a ser teórico conocedor antes que práctico que participe.

Los anarquistas no temen el desorden pues confían en la fertilidad que conlleva y la rica armonía en que desemboca, armonía que no es sólo de la razón sino de la totalidad del hombre. Por eso mismo, su objetivo es una sociedad abierta, un estado de mutación permanente por la viva interacción entre el individuo y la sociedad, sin autoridad ni gobierno. Sólo así es posible para un gran intelecto individual llegar a ese núcleo, definiendo en pocas palabras un rasgo de la naturaleza humana concreta y de su aspiración.

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Intentemos ahora aclarar lo que entendemos por anarquismo, tarea pertinente cuando la palabra ha tenido significaciones tan equívocas. Anarquismo es respetar al individuo y su libertad, asumir el socialismo auténtico, luchar contra el Estado y su opresión, ser crítico e irreverente; pero la inversa no necesariamente es cierta y expliquemos por qué.

Respetamos al individuo y su libertad, pero no todo individualista es anarquista. Pensamos que una persona libre no puede dejar de asumir su compromiso social pues es inherente a la condición humana vivir en comunidad. Un individuo que niegue este compromiso o que se aproveche egoístamente de lo colectivo, es individualista pero no es anarquista.

Por ello es que también somos socialistas, pero no todo socialismo es anarquismo. Ese socialismo que en nombre de lo colectivo somete, anula, sacrifica al individuo negando su libertad, impidiendo la expresión de todas sus capacidades, es una de las maneras en que se ha expuesto alguna interpretación del socialismo, pero no es anarquismo.

Enfrentamos al Estado, pero no todo el que protesta contra el Estado es anarquista. La lucha contra el Estado es un aspecto de la lucha contra todo poder permanente cualquiera que sea. Por ello, luchar contra el Estado sin luchar contra otras formas de poder como el económico, el social, el político, el religioso, el de las costumbres y prejuicios, el de la educación, no es anarquismo. Nuestra lucha contra el Estado no es coyuntural, ni contra el partido de gobierno, ni hasta lograr el poder, sino que es un aspecto en la búsqueda de una sociedad autogestionaria, fruto de la libertad e igualdad de sus miembros.

Somos irreverentes contra los ídolos que nos tratan de imponer, sean políticos, históricos, religiosos, estéticos o filosóficos. Pero no todo irreverente, tremendista o de verbo audaz, con ropas y actitudes de protesta, es anarquista. Nuestra actitud es la de rechazo a toda imposición por la fuerza, sea física, del hábito, de la educación o del chantaje moral, y por ello asumimos actitudes irreverentes. Pero la intención es construir una sociedad mejor. Sin el aspecto constructivo, el desenfado y el tremendismo no pasan de ser modas vacías, que no pocas veces ocultan la pretensión de disfrutar de ese poder contra el que dicen luchar.

Entonces, como en muchas otras cosas, ni son todos los que parecen, ni parecen todos los que son, aunque es fácil confundirse, porque de anarquista y de loco todos tenemos un poco. Aunque por ahora ese poco no sea suficiente.

(CORREO A, # 8, pp. 9-10; febrero 1989)


VI.2) “4 notas sobre anarquismo, filosofía y libertad”

Libertad e Igualdad: fundamentos del anarquismo
Una de las habituales preguntas a un anarquista es: ¿A favor de que están Uds.? Porque son buenos críticos destructivos pero lo constructivo no se les ve por ningún lado. Sin embargo no es el anarquismo un simple dar golpes a la piñata y su crítica ha sido siempre clara y precisa para quien quiera entenderla y reflexione acerca de ella, porque el anarquismo es una verdadera filosofía social y política.

Si tratamos de caracterizar a esa filosofía social y política que es el anarquismo, debemos comenzar por señalar como rasgo más destacado su íntima vinculación con una determinada ética. Es tal este enraizamiento ético que se podría decir que lo social y lo político se disuelven en lo ético-moral, y son los valores ético-morales los que se elevan por encima de todo valor pragmático. Contrariamente a lo que se dice, el anarquismo es una filosofía, quizás la única, que concibe a la sociedad como estructurada sobre valores éticos.

De los valores ético-ontológicos en los que se apoya esta filosofía destacan dos principales: la Libertad y la Igualdad. De ellos habla todo Occidente, pero no como lo hace el anarquismo, para el cual no son valores opuestos, ni contrarios, ni yuxtapuestos, ni siquiera complementarios, sino valores idénticamente necesarios el uno para el otro. No se puede ser libre sin ser igual y no podemos ser iguales sin ser libres. No podemos afirmar la libertad de nadie, y menos la nuestra, sin afirmar la igualdad de todos, y a su vez para que todos seamos iguales es necesario que afirmemos la libertad de todos y de cada uno.

Otros sistemas sostienen también ambos valores pero no les asignan la importancia que les asigna el anarquismo. El capitalismo afirma la Libertad pero lo hace sacrificando la Igualdad. Defiende la libertad del opresor pero negando la libertad del oprimido. Prueba de ello son las voces que cada tanto, cuando las diferencias se hacen muy marcadas, se alzan reclamando más democracia social y económica, es decir más Igualdad. En otras palabras, en el capitalismo hay Libertad pero no para todos, porque no todos somos iguales.

Los “socialismos reales” pecan en el otro extremo. La Libertad es algo que se puede suspender, algo derivado, algo provisional, algo que podemos dejar de lado por tiempo indeterminado. El valor supremo es la Igualdad y por ella se sacrifica a la Libertad, o al menos eso dicen intentar. A la larga, la ausencia de Libertad conlleva la aparición de nuevas desigualdades.

Para el anarquismo, Libertad e Igualdad tienen idéntico valor, ambas son igualmente necesarias, no es ni puede ser la una sin la otra, ninguna es sacrificable, ni postergable, ni segunda. En caso contrario, no hablamos de Libertad sino de explotación o no hablamos de Igualdad sino de opresión. De esta concepción ética es que emerge esa manifestación del anarquismo que es la oposición a todo tipo de poder permanente, al Estado y al Gobierno. Pero éste será tema de otro día.

(CORREO A # 5, p. 7; junio 1988)


De, para y con la Libertad
El término libertad encierra numerosos equívocos que permiten que todos la usen para los fines más variados. Así, la política económica de estos gobiernos que padecemos apoya un mercado libre de la interferencia estatal, cuando no hace mucho se propiciaban Estados interventores que libraran al pueblo de la codicia de los empresarios. Hay libertad de expresión pero el gobierno y los propietarios de los medios censuran los mensajes para liberarnos de la difusión de ideas contrarias al orden reinante.

De manera que es bueno hablar de la libertad y exponer algunos de nuestros puntos de vista para destacar porque no compartimos del todo la libertad de esta democracia en que vivimos. Ante todo, es preferible no hablar de la libertad como algo sustantivo, sino que preferimos referirnos a la cualidad de ser libre. Tampoco nos interesa preguntarnos si el hombre es libre, porque preferimos preguntarnos si tú, Pedro, Alicia o yo, somos libres. El hombre en general tiene tantos matices, diferencias y aun contradicciones, que bajo su amparo se admiten las más variadas respuestas.

Vamos a acercarnos al problema estableciendo algunas distinciones. Se puede ser libre de, libre para y libre con. El primer caso, libre de, es lo que se llama libertad negativa. Significa falta de coerción, de impedimento, de oposición, que puede ser de variado tipo. Por ejemplo, no somos libres de no comer por una coerción biológica. Pero en el ámbito político, cualquier régimen puede decir siempre que sus ciudadanos son libres de algo. Somos libres de comprar lo que queramos, aunque el Estado también es libre de fijar sueldos mínimos de miseria; somos libres de cambiar de empleo, aunque haya desocupación; somos libres de estudiar, aunque no haya cupo en las instituciones escolares; etc. Es bueno aclarar que la coerción no es siempre externa sino que puede ser interna, promovida a través de la educación de deseos, de prejuicios, de temores. Liberarnos de nuestros propios impedimentos es el primer paso para ser libres.

Sin embargo, si bien una amplia libertad de - ausencia de coerción - es necesaria, ella no es suficiente y debe complementarse con la llamada libertad positiva, libertad para, que es la que da significación y fundamento. Libertad para comprometernos, para fijar metas, para completarlas, para pensar y decir lo que pensamos, para sentir y actuar. Ser libre de elegir no es el fundamento de ser libre si cada uno de nosotros no elige también las alternativas. ¿Somos libres si elegimos un presidente entre dos candidatos que nos imponen y que luego no podemos ni juzgarlo, ni sacarlo, ni cambiarlo, ni protestar? Precisamente es esta libertad para la que no tenemos y la que todo régimen estatal se cuida bien de que no tengamos, aunque podamos disfrutar de mayor o menor libertad negativa. Ya Aristóteles decía que el hombre es libre si es libre para determinar su vida y sus acciones, a diferencia del esclavo a quien son otros los que le determinan su vida y sus acciones.

El tercer aspecto está muy unido a la libertad positiva ya que para hacerla efectiva debemos ser libres con otros humanos. Lo social es inherente a nuestra especie, por lo que las potencialidades de cada uno sólo pueden concretarse viviendo en relación con sus semejantes. La libertad no es un don, un regalo, sino algo que hay que hacer y, para lograrla, es menester ser con los demás y todos juntos hacernos libres. Siendo egoístas podemos alcanzar la libertad negativa. La libertad para hacer algo sólo es posible con otros, solidaria y fraternalmente unidos.

(CORREO A # 19, p. 11; mayo 1992)


De la libertad y la determinación
El tema de la libertad es, en la teoría y en la práctica, central en la preocupación de los anarquistas. Sin embargo no por ello es algo agotado y, por el contrario, debe ser motivo de permanente reflexión y discusión, para ir conformando lo que entendemos y anhelamos como libertad. No en vano se han registrado más de 200 significados para la palabra, y se parece al amor en tanto que ambos se enmascaran de algo distinto cada vez que nos acercamos a ellos.

Tratando de dar sentido a las afirmaciones de un compañero, he creído encontrar en él una identificación, en lo que se refiere a la conducta esperada de otra persona, entre libertad e indeterminación. En otros términos, reclamar a alguien el compromiso voluntariamente contraído que determine una conducta, exigir el cumplimiento de la palabra empeñada que determina sus acciones, o en caso contrario exigirle explicaciones, sería un acto autoritario que coartaría la libertad de ese otro.

Estimo que entender la libertad como conducta incoherente es quedarse muy corto. Más aún, esta interpretación se funda en entender al mundo como algo predeterminado, como teniendo un destino fijado de antemano por Dios, o por fuerzas místico-naturales incontrolables e insondables. En ese mundo de futuro preestablecido, la misión del anarquista (fracasada de partida) es oponerse ciegamente a toda legislación, a toda norma, convención, regla, acuerdo o expectativa. El anarquista se concibe a sí mismo como un héroe individual y trágico, libre porque se enfrenta a toda coherencia y fracasado porque la coherencia está predeterminada.

Pero si bien la contingencia, el azar, es una condición necesaria para ser libre, se queda pequeña porque no es suficiente. La indeterminación es posible porque no hay predeterminación. En consecuencia abre espacios para la libertad, pero no los llena porque es necesario determinarnos. La incoherencia rompe las ataduras de la determinación, pero con ello no basta si desconocemos para qué queremos desatarnos. Si, como decíamos arriba, se concibe al futuro como establecido e inexorable, predeterminado aunque no sepamos cuál es, el para qué no tiene sentido y debemos dedicarnos a romper sin esperanzas con el porvenir. En cambio si el futuro es pensado como algo que hay que determinar, construir, crearse entre todos, entonces la indeterminación sólo puede ser condición para determinarnos y hacernos responsables de esa determinación.

La construcción del futuro requiere de una voluntad firme, pero ello por si mismo no determina el curso de la acción, solamente nos mantiene en él. La edificación de la casa que habitaremos no es posible si a la indeterminación del futuro le sumamos la indeterminación de nuestra conducta, e interpretamos que poner un ladrillo en su construcción es quitarnos la libertad de no ponerlo. Entender que todo reclamo a nuestras incoherencias con respecto a la palabra empeñada o el compromiso adquirido es coacción o intento de arrebatarnos libertad, es equivalente al reclamo por poner un ladrillo. Es imposible dar forma al incierto porvenir fundados en la inconsistencia personal o en la falta de autodeterminación de nosotros mismos, que no es otra cosa que asumir razonadamente un comportamiento coherente y con intenciones definidas. Ser libres es ser responsables de nosotros mismos con nosotros mismos y con los demás.

(CORREO A # 26, p. 16; septiembre 1994)


Libertad, verdad y posmodernidad
Bastante se habla hoy de posmodernismo. Muchos lo hacen porque es la moda. Pero creo que debemos acercarnos al tema con toda seriedad porque es demasiado lo que está en juego. Propongo hacerlo con una de sus vertientes, la noción de verdad.

A lo largo de la historia, el hombre ha pensado la verdad de diversas maneras. Para los griegos la verdad estaba en las cosas y en la relación con las cosas el hombre podía acceder a ella. En el medioevo la verdad era la palabra de un ser superior, Dios, revelada a los hombres, interpretada por la Iglesia. En la modernidad la verdad viene dada por el hombre y desde él se la establece. Pero en todos los casos la verdad era única.

Con el criterio de hombre-centro se edifica la modernidad. Una modernidad que parece estar en crisis y para salir de la cual el hombre ha de edificarse una nueva casa. Ese proyecto es la posmodernidad. Como todo lo que se construye simultáneamente a algo que se destruye, no está todavía muy claro qué pertenece a la destrucción y qué a la construcción. Podemos sin embargo detectar algunos lineamientos de esa nueva casa, que pareciera contener elementos notables del pensamiento anarquista.

Es hoy moneda corriente que no hay una verdad, ni divina, ni humana (humana en tanto que el hombre quiera ocupar el lugar de Dios). Todas las verdades rigen con igual valor, y hay más de una. La consecuencia es que la convivencia ha de modificarse radicalmente. Si no hay una verdad, y no la hay ni en el reducto más sagrado de la verdad que es la ciencia, no puede haber leyes que pretendan representarla, ni podrá haber autoridad ni poder que pretende defenderla (y aprovecharla), ni podrá nadie apropiarse de ella y ser su paladín y pontificar desde ella.

Será entonces mi verdad y la de cada uno. Pero esto no nos convierte a cada uno en el centro del universo, justificando un egoísmo extremo. Seré centro pero en todo caso centrado por los otros hombres, con los que naturalmente tengo que convivir pero a quienes no podré imponer mi verdad. Y a su vez cada uno de ellos será centro - centrado en este caso por mí y los demás -. La pregunta es ¿cómo relacionarse sin verdad única, sin ley, sin autoridad, sin poder? Pensar en una sociedad tal es lo que llamamos pensar en una sociedad autogestionaria. En ella lo fundamental no es la forma en que se va a vivir sino la forma en que se va a convivir: libres, iguales y solidarios. Aunque para muchos todo tiempo pasado fue mejor, nuestra propuesta es que avancemos a esta nueva organización social. Y nadie dice que será fácil construirla.

(CORREO A # 10, p. 12; agosto 1989)


VI.3) “Liberalismo y anarquismo”

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Qué duda cabe que luego de medio siglo de franco retroceso - entre las décadas de los 20 y los 70 de esta centuria que se acaba - el liberalismo ha vuelto por sus fueros, lo que no deja de traer alguna confusión entre muchos anarquistas. La razón es que durante años centraron su lucha en un enfrentamiento contra un Estado poderoso y ahora que las nuevas corrientes liberales lo están haciendo desaparecer, nos encontramos como el que dijo Dios ha muerto, pero que mal la estamos pasando sin Él. ¿Es el anarquismo, según se lo ha descrito, una forma exacerbada de liberalismo? Ante la interrogante, es menester discutir las similitudes y las diferencias para que no nos tomen de sorpresa cosas como el anarco-capitalismo, del que ahora comentan hasta los mismos periódicos que no hace mucho consideraban al anarquismo una mala palabra.

El liberalismo y el anarquismo, delineados en el Siglo XIX, surgen como corrientes herederas de la Ilustración. Si resumimos aquellos puntos en que coinciden podríamos enunciarlos en:
- La creencia en la capacidad humana de autodeterminación moral y desarrollo de una razón crítica.
- La creencia en que el progreso humano, concebido como la liberación de una minoría de edad que nos mantenía sometidos a fuerzas supraindividuales, es posible y lo es en todos los órdenes de la vida.
- El rechazo a todo tipo de especulación que pretenda sustraernos a una referencia con la realidad experimentable racionalmente interpretada, pues de no hacerlo marchamos inexorablemente a una irracionalidad opresora.
- Los ideales a perseguir son los de igualdad, libertad y preponderancia del individuo frente a todo tipo de institucionalización.

Estos principios, que forman parte del bagaje liberal, sin duda también son compartidos por muchos anarquistas. Sin embargo la distinción se encuentra básicamente en el último punto. Porque todo individuo vive en sociedad, vive con otros, convive. ¿Cómo debemos entender a la sociedad y a la relación que con ella deben tener individuos libres e iguales? Para el liberalismo la sociedad surge de un pacto mítico entre los individuos, por medio del cual se ceden algunos de los derechos que naturalmente nos corresponden en aras de asegurar una estabilidad y una seguridad que permite una más exitosa persecución de los fines individuales que cada uno tiene como meta. La sociedad es concebida como un mal necesario, por lo que mis deberes con ella deben ser siempre los mínimos. Necesito de la comunidad para llevar adelante mi existencia, pero mis obligaciones para con ella deben ser estrictamente las necesarias y de ninguna manera pueden entorpecer la persecución de mis fines personales. El Estado y el gobierno surgen como concreción institucional de este pacto.

Fácil es de ver aquello que el anarquismo ha denunciado reiteradamente. Porque el Estado así instituido en realidad nunca defendió al pacto como tal sino a los intereses de grupos minoritarios, en muchos casos apenas de individuos, que impusieron sus objetivos a todos los demás aprovechando esa cesión de derechos. Por eso, cuando en el Siglo XX el Estado tuvo que asumir una actitud de defensa de los intereses generales por la presión de los históricamente perjudicados, los hasta entonces favorecidos del sistema iniciaron esa feroz lucha contra la institución que les había permitido erigirse en los beneficiarios principales del esfuerzo comunitario. Ello fue posible por un debilitamiento general de los oprimidos, que en una actitud suicida e ilusionados por algunos logros obtenidos a través del Estado benefactor, optaron por abandonar toda lucha y dejar la defensa de los intereses a la misma institución que hasta entonces los había sojuzgado. Fue entonces cuando los verdaderos sustentadores del Estado decidieron disolverlo, dejando en la indefensión a grandes masas de población, y lo que es peor incapaces de asumir por sí mismos la autodefensa, al menos en forma inmediata.

Los anarquistas difieren radicalmente en este aspecto. La comunidad, la sociedad no nace de un pacto. El hombre es un ser social por naturaleza, depende de los otros, de sus padres, de su familia, de su comunidad durante por lo menos un tercio de su vida. Más que por ser incapaz de proveerse solo de los medios materiales para su subsistencia, es porque el humano es un animal educable, necesita desarrollarse física e intelectualmente para llegar a ser adulto. Además, su componente afectivo necesita de los otros durante toda su vida en la forma de amores y odios, amistades y enemistades, simpatías y antipatías. Es por ello que, si bien considera natural la persecución de fines individuales, esas metas no pueden ser ajenas al interés comunitario.

Pero ese no pueden no es impuesto, ni obligado mediante la represión de un poder que oprime, sino el resultado al que el individuo debiera llegar por su formación, por la toma de conciencia que cada uno debe hacer de que su individualidad se funda en la participación en un colectivo, un colectivo que integra sin menoscabo de su individualidad. Por ello el énfasis que siempre hemos hecho en el proceso educativo, que no se reduce a la escuela sino se extiende a la charla, al intercambio permanente de ideas, a la empresa de tareas comunes, a la solidaridad, a la ayuda mutua, a la construcción de utopías, que son las maneras en que los sentimientos comunitarios se refuerzan, se enriquecen y aprendemos a apreciarlos. De esta actitud surge naturalmente la autogestión como el mejor medio para estructurar la vida en común.

Hoy la manera en que el Estado se desarma no es para alegrarnos, porque representa la reposición a nivel local de la ley del más fuerte. Claro que para ello ha sido preciso que todos hayamos perdido totalmente conciencia de nuestra fuerza para que un grupo de débiles morales, con la fuerza del poder institucional y físico, transformasen nuestra sociedad en un coto privado de caza, en donde desde un plan de obras públicas hasta la negociación de la deuda externa, pasando por sospechosas soluciones de crisis bancarias o la organización de una cumbre presidencial, han permitido que un conjunto de antisociales, de sociópatas, se haya apropiado de las más grandes riquezas comunes, a costa del 95 % del resto de la comunidad. En este sentido nuestra actual situación no es anarquismo, ni siquiera liberalismo ilustrado, es barbarie.

(EL LIBERTARIO, #10, enero/febrero 1998, p. 1)


VI.4) “En torno a la autogestión”

Explicando el concepto
La autogestión es una de las metas que el anarquismo se propone. Es conveniente por tanto exponer que entendemos bajo esa idea y revisar sus problemas, alcances, posibilidades, etc.

La autogestión es un proyecto o movimiento social que tiene como método y objetivo que la empresa, la economía y la sociedad entera estén dirigidas por los trabajadores de todos los sectores vinculados a la producción y distribución de bienes y servicios, propugnando la gestión y democracia directa.

Examinemos lo anterior con detenimiento. La autogestión se opone a la heterogestión, que es la forma de conducir las empresas, la economía, la política o la sociedad desde fuera del conjunto de los directamente afectados, tal como ocurre ahora, que a las empresas y a la economía las dirige el Capital, a la política los partidos, a la sociedad el Estado.

La autogestión es un proyecto o movimiento, es decir no es un modelo acabado. Su estructura, organización y aun su existencia es y será fruto del deseo, el pensamiento y la acción de los miembros del grupo involucrado (una fábrica, una finca, una escuela o la sociedad toda) sin preconceptos ni imposiciones.

La autogestión es social en tanto no es individual. La gestión es la tramitación de diligencias para un asunto, por lo que implica la participación de más de una persona. Si esta gestión se realiza en el seno de un grupo, mediante acuerdos y sin coacciones exteriores, no se afecta la libertad individual que es la base para que un acuerdo no sea sometimiento.

La autogestión es método y objetivo, es decir, su fin es ella misma en tanto la plena participación del individuo en el conjunto social, asumiendo en forma directa y colectiva la conducción de su grupo. La única forma de lograrlo es mediante la ejecución de acciones autogestionarias. No hay un método que nos lleve a la autogestión excepto su propio ejercicio en el seno de un colectivo.

Se mencionaron dos aspectos, social y económico, y en este último hay dos niveles: microeconómico y macroeconómico. En el nivel microeconómico, la empresa autogestionada se caracteriza por estar la dirección en manos de los trabajadores y no en manos de los dueños, sean privados o el Estado. En el nivel macroeconómico lo anterior se traduce en la total perdida de peso del Capital en las decisiones económicas, siendo los trabajadores y sus intereses colectivos quienes dirigen la economía; creando para ello, si es necesario, nuevos sistemas de organización. Extender la autogestión a la sociedad implica hacer desaparecer todos los centros de poder que ahora se reservan la gestión político-social, tales como los partidos políticos, las burocracias sindicales, el Estado, el Ejército, etc.; poniendo en manos de todos los miembros de la colectividad sus asuntos, sin intermediarios o dirigentes, organizándose de la manera que a buen saber y entender juzguen más adecuada.

(CORREO A, # 4, p. 4, mayo 1988)


¿Autogestión o cogestión?
Antes definimos lo que es autogestión y hemos tratado de analizar lo que significa. En pocas palabras, es la toma por parte de los trabajadores, directamente, de sus propios asuntos, tanto económicos como políticos, sociales, de defensa, sin la injerencia de otras instancias como serían los representantes del Capital, los partidos políticos, el Estado o las Fuerzas Armadas.

Hay dando vueltas otro concepto que la burocracia sindical o los empresarios enarbolan de cuando en vez y es el de cogestión. La cogestión es un modelo de participación, caracterizado por la composición paritaria de las instituciones. En otras palabras, patronos y trabajadores participan en igual número en la dirección de la empresa (en el mejor y más hipotético de los casos), con un hombre “neutral” para resolver situaciones de empate. Este sistema opera en Alemania desde 1976, y en menor o semejante grado en otros países.

La autogestión es algo muy diferente de la cogestión. Como dijimos, la cogestión es una forma de participación, es decir, tener parte en una cosa. Pero tener parte, en este caso, significa admitir una estructura preexistente, la empresa o la fábrica, haciendo los trabajadores un aporte a la dirección de algo que no les pertenece. En la cogestión el patrón cede inteligentemente una parte de su poder dictatorial para conciliar o superar fricciones entre empleados y propietarios. Pero de ninguna manera se pone en duda quien manda, quien tiene la última palabra, quien es el dueño: el Capital, sea privado o estatal, nunca los trabajadores.

La autogestión no es participación. En la autogestión no hay dueño del capital, privado o estatal, que participe o coparticipe. Es la totalidad de trabajadores la que asume la dirección y administración de la empresa. No se trata de limitar el papel del “natural interés de los capitalistas” en la conducción de la empresa, sino de eliminarlo, transformando radicalmente la manera de concebir la empresa. Con la autogestión la empresa no tiene porque desaparecer, ni perder eficiencia, ni dejar de contribuir a la satisfacción de sanas necesidades, sino que tiene que cambiar el polo alrededor del cual giran sus intereses. Si les parece imposible, es lo mismo que sucedió cuando Copérnico dijo que la Tierra giraba alrededor del Sol y no el Sol alrededor de la Tierra. Y resultó que así anduvo mejor la Astronomía.

A esto se suma que la autogestión también pretende una transformación total y radical de la sociedad, y no sólo de la empresa, porque se trata de otra versión de la revolución copernicana. En cambio la cogestión es un sistema de participación que puede coexistir con cualquier sistema político y adaptarse a cualquier organización social. La autogestión es un intento de modificar la organización social y la noción de política, poniendo en manos de todos y cada uno, de manera directa y sin intermediarios, todos sus asuntos.

(CORREO A, # 6, p. 8; agosto 1988)


Autodescubrimiento = autogestión
Muchos han sido y serán los comentarios respecto al V Centenario del 12 de octubre de 1492. Es llamado el Descubrimiento, el Encuentro de Dos Mundos o la Salvaje Conquista de América. En cada caso hay razones que justifican que se lo considere de una u otra forma. Llamarlo Descubrimiento se funda en que nuestro continente no era conocido... en Europa. Nombrarlo como Encuentro de Dos Mundos minimiza los hechos de violencia que acompañaron al acontecimiento, así como llamarlo Salvaje Conquista ignora todo el aporte cultural que de la península ibérica vino a estas tierras y que es innegable. Sin olvidar la gran influencia que en bastantes zonas de América tuvo la etnia africana, que también es “invasora”, aunque habiendo sido forzada a ello.

Asomar y discutir estos temas es positivo, pero creo que no debe de ofuscarnos de manera que descuidamos lo que estimo debe ser nuestra principal preocupación. Medio milenio es mucho tiempo de mezcla entre ibéricos, indios y negros. Sin negar la importancia del origen, ha surgido de ello un tipo singular de habitante del planeta fruto de esas culturas que lo constituyeron, pero también de una geografía, de una historia, de experiencias, de éxitos, de fracasos, de luchas, de esperanzas, que les son propias. Esta humanidad que aquí se ha desarrollado no es peninsular, ni indígena, ni negra, ni una sumatoria de ellos. Es diferente. Diferente de las otras oportunidades en que mezclas étnicas semejantes han ocurrido. Es un ser humano distinto, ni mejor ni peor que otros sino con sus aspectos positivos y negativos que lo distinguen.

Este hombre latinoamericano, ya con 500 años de historia, tiene una empresa de capital importancia para su futuro y los tiempos están maduros para que la asuma. Llamo a esta empresa su AUTODESCUBRIMIENTO. Descubrirse a sí mismo, pero no solamente mirando al pasado, discutiendo su origen, lamentando las oportunidades perdidas o regocijándonos en los logros de los que ya fueron, sino atentos al futuro. Es buscar en nosotros mismos, indagar lo que somos, en lo bueno que tenemos y en lo que son nuestros defectos, para seleccionar las metas que orienten hacia el futuro que elijamos construir. Apuntar a lo que queremos, que no tiene que ser lo que otros quieren, y tratar de alcanzarlo de la manera que mejor se adapte a lo que somos, que tampoco tiene que ser la manera en que otros consiguen lo que se propusieron. Hace por lo menos 50 años que hay el sentimiento de estar corriendo detrás de algo que no es nuestro, utilizando modelos que no terminan de convencernos, mal copiando las experiencias ajenas, con el resultado de un deterioro económico, cultural y moral de nuestros hombres y mujeres. Son tiempos de retomar la obra que los más visionarios constructores de la Independencia advirtieron pero que no pudieron concluir: AUTODESCUBRIRNOS como humanidad latinoamericana, como condición primera para poder AUTOGESTIONAR nuestro futuro.

(CORREO A, # 17, p. 13; noviembre 1991)


VI.5) “Conociendo a Durruti”

Condensar en pocas líneas la biografía de quien fue expresión cabal de la rebeldía y la utopía anarquista es tarea complicada pero necesaria, porque el testimonio de libertad en lucha que fue la vida de Buenaventura Durruti debe divulgarse ayer, ahora y siempre. Nació segundo de 8 hermanos el 14 de julio de 1896 en León, capital de la provincia española del mismo nombre. Se inicia de adolescente en la misma senda de su padre, obrero afiliado al sindicato socialista UGT. Como miembro de su sección ferroviaria, participa con ardor en la huelga general revolucionaria de agosto de 1917, impulsada en conjunto con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT, anarcosindicalista); eso le costó la expulsión de la UGT por radical, la persecución policial y la huida a Francia, donde se relaciona con exilados anarquistas, afiliándose a la CNT de Asturias al retornar a España en enero de 1919.

Se une a la pelea frontal contra la agresiva patronal de las minas asturianas y cae preso por primera vez en marzo de 1919; se fuga y en diciembre está en San Sebastián, ciudad industrial del país vasco, trabajando como metalúrgico. La burguesía impulsaba entonces una ola de asesinatos de sindicalistas y Durruti se integra a un grupo de autodefensa - Los Justicieros - que en represalia planea un golpe sensacional: atentar contra el rey Alfonso XIII que visitaría la ciudad en agosto de 1920, pero son descubiertos y deben escapar. Durruti prosigue en la labor ilegal más arriesgada por toda la península; así conoce a Francisco Ascaso, quien sería fraterno amigo y camarada. En agosto de 1922 van a Barcelona y con gente afín fundan el grupo Crisol, que luego tomará un nombre que se hará celebre en la historia libertaria: Los Solidarios. El grupo reunió a lo más valioso del proletariado catalán golpeando a la reacción donde le dolía, hasta que la crisis política hispana trajo la dictadura del general Primo de Rivera, instaurada en septiembre de 1923 con pleno apoyo del rey. De Los Solidarios nunca se resaltará bastante la valiente defensa que hicieron de la CNT en hora tan desesperada, cuando cientos de militantes cayeron y sólo pudo sobrevivir y recuperarse por sus nexos profundos con los trabajadores, pero el costo para ese colectivo combatiente y decidido fue alto: casi todos Los Solidarios murieron o purgaron largas condenas, mientras que Durruti y Ascaso tuvieron que refugiarse en París.

El fracaso de los planes insurreccionales cocinados en el exilio les impulsa a viajar a Latinoamérica en diciembre de 1924, acompañados por Gregorio Jover, en procura de fondos para el proscrito y agobiado anarcosindicalismo ibérico. Siguieron 15 meses de andanzas increíbles con acciones de guerrilla urbana para agenciarse recursos inéditas por estos lares, persecuciones y fugas escalofriantes, la ayuda solidaria de un sinfín de compañeros, las burladas furias policiales, la frugal supervivencia como asalariados en los momentos de calma, el trabajo sindical de base desarrollado en varios países y, por supuesto, la creciente leyenda en torno a la figura de aquellos hombres. En abril de 1926 regresan a Europa y les seduce una idea espectacular: secuestrar al monarca y al dictador españoles cuando visiten París el 14 de julio; antes de eso la policía los captura y, luego de un agitado proceso, son expulsados de Francia en julio de 1927, prosiguiendo como militantes semi-clandestinos en el exterior hasta la caída de Primo de Rivera y la proclamación de la República en abril de 1931.

La vuelta a Barcelona es de efervescente actividad para Durruti, ahora con su compañera Emilienne embarazada de Colette, que nacerá en diciembre de 1931. Se integra a la Federación Anarquista Ibérica - FAI, organización específica anarquista creada secretamente en julio de 1927 - y con militantes allegados forma el grupo Nosotros, animadores en la CNT de una tendencia radical que no se hacía ilusiones tácticas con el recién proclamado régimen político, pues afirmaban que el momento era para seguir avanzando. El enfrentamiento interno en la Confederación fue agriándose hasta la escisión, mientras arreciaba la represión y las provocaciones gubernamentales contra esos sencillos obreros - cuando no estaban presos, Durruti y Ascaso laboraban como mecánicos en una empresa mediana de Barcelona - que eran vistos por los bienpensantes de toda laya como el aterrador puño de la Revolución Social. La histeria represiva cayó sobre Durruti y otros anarquistas en enero de 1932, deportándolos a Canarias y al Sahara “español”. La presión popular los liberó en septiembre, pero Durruti fue arrestado de inmediato por dos meses más.

Aún encarcelando a sus supuestos “líderes”, las posiciones más ofensivas crecían en el seno de la CNT y del proletariado, lo que llevó al fallido intento insurreccional anarquista de enero de 1933, tras el cual Durruti debe ocultarse hasta caer preso a fines de marzo. En julio ya está en la calle, con la CNT y la FAI encarando las variaciones de la escena política, pues la derecha se aprestaba a asumir las riendas del gobierno ante el fiasco de republicanos y socialistas, lo que ocurre tras los comicios de noviembre. En diciembre hay otra tentativa fracasada de huelga general insurreccional; Durruti y cientos de anarquistas van a los calabozos, pero una amnistía les permitió salir en mayo de 1934, a tiempo para que Durruti tenga papel decisivo en el traslado por carretera de 13.000 hijos de huelguistas aragoneses a Barcelona, para acogerse a la solidaridad de las familias obreras.

En octubre del 34 es la insurrección de Asturias, 14 días de heroica y desigual batalla de los trabajadores unidos contra el ejército, mientras que la represión y la indecisa conducta de la UGT y otros sectores dejaron a los anarquistas aislados en su afán de extender la flama revolucionaria. De nuevo Durruti pasa por el vaivén de meses de cárcel alternando con semanas de febril militancia pública, hasta que el triunfo electoral del Frente Popular en febrero de 1936, con el crucial voto de muchos afiliados de la CNT (que esta vez no hizo campaña notoria por la abstención), marcó otro vuelco a la situación. En medio de un explosivo clima político-social, se reúne en Zaragoza el IV Congreso de la CNT del 1 al 15 de mayo, donde parte esencial de los debates y el ambiente de pletórico fervor anarquista que allí se vivió fue el grupo Nosotros, entregado en esos días a prepararse junto a los trabajadores para el tremendo reto que se aproximaba. Derechas e izquierdas iban al choque inevitable, iniciado más temprano que tarde con el alzamiento militar del 19 de julio de 1936.

La CNT y la FAI enfrentaron con coraje, organización y movilización de masas la superioridad facista en armas y recursos; su contribución fue decisiva para resistir el zarpazo en toda la península y casi a solas derrotaron a los alzados en Cataluña, con Durruti como una de las figuras más arrojadas de esta victoria popular y sufriendo la dolorosa baja de Francisco Ascaso. El 24 de julio, desde una Barcelona donde el comunismo libertario empezaba a ser una realidad, Durruti partió con una columna armada a Zaragoza, ocupada por los golpistas. Luego de duros combates aquella milicia igualitaria, sin oficiales ni demás tramoya castrense, avanzó y estabilizó el frente de Aragón contra tropas regulares mejor equipadas, aun cuando no pudieron recuperar la ciudad. Paralelamente, las fuerzas anarquistas apoyaron la transformación social que significo el establecimiento de las colectividades agrarias aragonesas, para escándalo de comunistas, socialistas y demás acólitos del credo según el cual no se podía ganar la guerra si al mismo tiempo se hacía la Revolución. En su persona, Durruti encarnaba lo que eran los sentimientos y metas de los trabajadores en armas, siendo un peculiar “jefe” cuyo privilegio principal era combatir en primera fila, con la única jerarquía de la estima con que lo distinguían sus iguales.

Esa vida radiante y corajuda - “El Corto Verano de la Anarquía” la llamó su cronista Enzensberger - terminaría en noviembre de ese mismo año. El día 15, Durruti llegó a reforzar la defensa de Madrid con una columna de 1800 hombres, de inmediato van a lo más duro del combate y el 19 lo alcanza una bala, cuando transitaba en área supuestamente segura. Murió en la madrugada del 20, siendo sepultado 2 días después en el cementerio de Montjuich en Barcelona, acompañado del duelo más multitudinario visto en la urbe. Como con Zamora, el Che o Zapata, su muerte tiene estigmas de traición y el principal sospechoso, el PCE stalinista, desatará pocos meses más tarde una brutal persecución contra anarquistas y demás radicales que no sólo liquidó la Revolución Social amenazante, sino que fue el comienzo del fin de la propia República que decían salvaguardar.

40 años de existencia intensa tuvo este hombre que luchó por sus ideales sin treguas ni fanatismos; que nunca dejó de vivir de su trabajo; que actuaba tanto como leía y pensaba; que amó, soñó y tuvo amigos entrañables. En fin, Buenaventura Durruti fue lo que fue, y también lo que de mejor queda en nosotros cuando compartimos su trayectoria luminosa.

(CORREO A # 20, pp. 16-17; agosto 1992)


VI.6) “Ángel Cappelletti y su enfoque de la historia social del anarquismo en América Latina”

Resumen
El extenso Prólogo que Ángel Cappelletti (1927-1995) escribió para el volumen colectivo titulado EL ANARQUISMO EN AMERICA LATINA, representa a nuestro entender el intento más ambicioso y coherente que se ha hecho en la historiografía contemporánea para afrontar ese tópico, respecto al cual no hubo casi ningún interés en los medios académicos por bastante tiempo. Explicamos cómo en el Prólogo se concretan los resultados de una erudita y analítica labor de investigación sobre el tema que el autor desarrolló por muchos años, con previos logros parciales expresados en innumerables artículos y trabajos académicos que ahora sirven de base para un enfoque totalizador, con una extraordinaria riqueza al exhibir los detalles necesarios, pero a la vez denso en su interpretación de los hechos y sugerente en sus propuestas para posteriores líneas de trabajo. Comentamos aquí los puntos esenciales de la presentación y explicación que hace Cappelletti, destacando el sólido camino que abre para nuevas perspectivas tanto en la Historia Social como en otros ámbitos de la investigación histórica latinoamericana, que no puede seguir obviando los significativos procesos sociales, políticos y culturales que se han vinculado con la actividad e ideales anarquistas y anarcosindicalistas en el subcontinente.

Palabras claves: Ángel Cappelletti, anarquismo, anarcosindicalismo, América Latina, historia, movimientos sociales, ideas políticas, cultura.

[Nota previa: Este texto desarrolla ideas en principio esbozadas al intervenir como ponente en el Foro-Homenaje "Ángel Cappelletti como Anarquista", evento organizado por la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, a mediados de 1996. Ángel Cappelletti (1927-1995) nació y murió en Rosario, Argentina, pero los 27 años que vivió en Venezuela entre 1968 y 1994 fueron los más prolíficos en su producción intelectual y académica. Como humanista, como filósofo, como historiador de las ideas políticas y como anarquista, Cappelletti es una figura de obligado conocimiento para todo el que quiera acercarse con tino a cualquiera de estas dimensiones del pensamiento latinoamericano contemporáneo; es por ello que nos ha parecido válido asentar por escrito nuestros comentarios glosando la presencia de la temática del socialismo libertario latinoamericano en la obra de quien, además, fue inolvidable maestro y compañero de utopías y afanes.]

No es exagerado calificar al libro EL ANARQUISMO EN AMERICA LATINA (Cappelletti y Rama - comps. -, 1990) como hito fundamental en la bibliografía del anarquismo latinoamericano. Aun cuando el pie de imprenta indica noviembre de 1990, diversos inconvenientes editoriales retrasaron su aparición pública, así que apenas fue en junio de 1993 cuando salió a la venta en Caracas, en forma por demás restringida al tratarse de un grueso volumen, con pequeño tiraje (1.500 ejemplares en edición de tapa dura y 1.500 en rústica), publicado por la Biblioteca Ayacucho, organismo estatal venezolano que padece los clásicos males de los entes públicos de la cultura en el trópico, por lo cual se deduce que ha sido complicado para los interesados del país tener acceso a la obra por los canales habituales (adquisición en librerías o consulta en bibliotecas), y que resultase muy problemática o hasta inexistente la distribución en el exterior. Pese a todo, esta publicación fue un tributo al esfuerzo de una persona sin cuya voluntad entusiasta y capacidad erudita no es concebible emprender trabajo de tal magnitud y tantas dificultades: el Dr. Ángel J. Cappelletti, quien tomó en sus manos y llevó a feliz término un proyecto que permaneció en suspenso por un largo período tras la muerte en 1982 de quien lo había concebido e iniciado, el historiador y sociólogo uruguayo Carlos M. Rama.

Cappelletti no sólo efectuó la mayor parte de la recopilación de textos prevista en el plan inicial de la obra, sino que encaró la realización de un extenso ensayo sobre las claves históricas, sociales y culturales que marcaron país por país la presencia del socialismo libertario en nuestro subcontinente. Este trabajo prácticamente no tiene paralelo en la historiografía contemporánea, pues apenas ha llamado la atención de los investigadores ocuparse de proponer una visión total y articulada de la presencia del anarquismo en América Latina. De hecho, solamente hay otras dos obras escritas en los últimos 40 años que intentaron examinar globalmente la temática del anarquismo latinoamericano (los libros de D. Viñas [1983] y A. Gómez [1980]); pero a pesar de tratarse de trabajos del mayor interés en sus perspectivas y análisis, están lejos de poder presentar un soporte de datos e informaciones que les permitiera poder aprehender la riqueza y multiplicidad del tema, de modo que en ambos casos se limitan a bosquejar el proceso histórico del anarquismo para unos pocos países del área, mientras el ensayo de Cappelletti expone tal cúmulo de hechos y referencias para sustentar su enfoque del anarquismo latinoamericano, que consideramos que al fin se ha presentado una propuesta definida para construir la historia social del movimiento libertario en la región.

El trabajo sintetiza y da unidad orgánica a los numerosos artículos del autor en publicaciones periódicas sobre aspectos parciales de este vasto tema, algunos de los cuales se encuentran recogidos el volumen HECHOS Y FIGURAS DEL ANARQUISMO HISPANOAMERICANO (Cappelletti, 1991), siendo el obligado preámbulo al compendio documental de 454 páginas, que abarca 18 autores individuales y 6 colectivos, provenientes de 7 países del área, en una recopilación nunca antes hecha de testimonios escritos del anarquismo continental, tomados de las más diversas fuentes - a veces casi rarezas bibliográficas - y que en fecha y motivación van desde un combativo manifiesto obrero paraguayo de 1892, hasta la conceptual crítica a la democracia representativa publicada en 1983 por una intelectual y militante ácrata ítalo-uruguaya (Luce Fabbri). Otros nombres más (como el greco-mexicano Plotino Rhodokanaty, el cubano Enrique Roig San Martín, el exiliado español Abraham Guillén o los “Industrial Workers of the World” de Chile1) podrían agregarse a los que presenta la muestra antológica seleccionada, pero sin duda los que se incluyen en el libro lo merecen plenamente, ya sean individualidades resaltantes como el incansable combatiente mexicano Ricardo Flores Magón, el dramaturgo y ensayista uruguayo Florencio Sánchez, el fogoso intelectual peruano Manuel González Prada, el anarcosindicalista hispano-argentino Diego Abad de Santillán y el fundamental autor brasileño José Oiticica; o colectivos de evidente raíz popular como la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), el Partido Liberal Mexicano y la organización anarcosindicalista histórica de Uruguay (la FORU - Federación Obrera Regional Uruguaya -).

En el Prólogo, nombre por demás engañoso para un texto tan denso como éste que comentamos, Cappelletti trabajó con la acuciosidad característica de su amplísima y estimada labor intelectual, culminando lo que a nuestro entender es el examen contemporáneo más agudo y exhaustivo sobre el tema, digno de una calificación mayor a la de "simple esbozo" que su creador le atribuyó con modestia; y no sólo por su extensión de 218 páginas escritas con rigor, pasión y amenidad, sino porque allí se cimientan las bases para el rescate de una historia tan diversa y significativa como ignorada o tergiversada. Las investigaciones sobre el impacto y la presencia del anarquismo en la historia social de Colombia desarrolladas por los miembros del Proyecto Cultural Alas de Xué de Bogotá (Villanueva, Vega y otros, 1993); las vigorosas páginas de Frank Fernández sobre el quehacer y las vicisitudes del movimiento libertario cubano (Fernández, 1997); los múltiples trabajos sobre la trayectoria histórica del anarquismo en Brasil surgidos de la prolífica pluma de Edgar Rodrigues (Rodrigues y otros, 1997); las líneas esclarecedoras que el historiador venezolano Leonardo Rodríguez expone respecto al alcance de la actividad y el ideario anarcosindicalista en nuestro país, en una vasta obra sobre la evolución del sindicalismo nacional que prepara actualmente y de la que se han publicado fragmentos preliminares (Rodríguez, 1993); todos son ejemplos que ilustran respecto a que al texto de Cappelletti le cabrían ampliaciones de detalle, provenientes de estudios más precisos sobre la significación de la influencia libertaria en contextos sociales particulares; pero esto, más que deficiencia, es un reto que plantea el Prólogo al abrir tan amplias vías de información, análisis y reflexión.

Detengámonos a detallar esas vías, para lo cual citaremos extensamente el Prólogo. Para Cappelletti: "... El anarquismo tiene en América Latina una amplia historia, rica en luchas pacíficas y violentas, en manifestaciones de heroísmo individual y colectivo, en esfuerzos organizativos, en propaganda oral, escrita y práctica, en obras literarias, en experimentos teatrales, pedagógicos, cooperativos, comunitarios, etc. Esta historia - continúa - nunca ha sido escrita en su totalidad, aunque existen algunos buenos estudios parciales. Más aún, quienes escriben la historia social, política, cultural, literaria, filosófica, etc., del subcontinente suelen pasar por alto o minimizar la importancia del movimiento anarquista. Hay en ello tanto ignorancia como mala fe. Algunos historiadores desconocen los hechos o consideran al anarquismo como ideología marginal absolutamente minoritaria y desdeñable. Otros, por el contrario, saben lo que el anarquismo significa en la historia de las ideas socialistas y comprenden bien su actitud frente al marxismo, pero precisamente por eso se esfuerzan en olvidarlo o desvalorizarlo como fruto de inmadurez revolucionaria, utopismo abstracto, rebeldía artesanal y pequeño burguesa, etc." (Cappelletti y Rama – comps. -, 1990: X). ¡Ciertamente un fuerte reclamo a los historiadores latinoamericanos!. Pero las páginas mismas del Prólogo son la más patente demostración de su justeza, al evidenciar con tanta claridad la riqueza histórica de la experiencia del socialismo libertario en América Latina.

Como todo pensamiento originado en Europa, la ideología anarquista fue para América Latina producto importado. Esto lo comprendía Cappelletti, pero también que las ideas no son meros productos sino más bien organismos y, como tales, deben adaptarse al nuevo medio y, al hacerlo, cambiar en mayor o menor medida. Por ello, para él, decir que el anarquismo fue traído a estas playas por emigrantes europeos era casi acotar lo obvio. Interpretar el hecho como signo de su minusvalía, lo denunciaba como muestra de estupidez, pues bien debe saberse que hasta la idea misma de "patria" y la ideología nacionalista nos han llegado de Europa.

Cappelletti entiende que el anarquismo no fue solo la ideología de masas obreras y campesinas paupérrimas que, arribadas al nuevo continente, se sintieron defraudadas en su esperanza de una vida mejor y vieron cambiar la opresión de las antiguas monarquías europeas por la no menos pesada de las oligarquías republicanas de América. Fue muy pronto el modo de ver el mundo y la sociedad que adoptaron también masas autóctonas y aun indígenas, desde México (con Francisco Zalacosta y Julio Chávez, dos casi ignorados predecesores decimonónicos de esa indomable tradición de lucha indígena y campesina que ahora encarna el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas) hasta la Argentina (con Facón Grande, aquel legendario guerrillero gaucho de la Patagonia rebelde en la década de 1910). Con agudeza, Cappelletti anotaba que muy pocas veces se ve que la doctrina autogestionaria anarquista, aplicada a la cuestión agraria, coincidía de hecho con el antiguo modo de organización y de vida de los indígenas de México y Perú, anterior tanto al imperialismo hispano como al imperialismo de los aztecas y de los incas. En la medida en que los anarquistas lograron llegar hasta la población indígena, no tuvieron que inculcarles ideologías exóticas, sino sólo tornar conscientes las ancestrales ideologías colectivistas del calpull y del ayllu.

Explicando la incidencia social del Anarquismo en América Latina, también nos dice Cappelletti: "Por otra parte, en la población criolla se había arraigado muchas veces una tendencia a la libertad y un desapego por todas las formas de la estructura estatal que, cuando no eran canalizadas por las vías del caudillaje feudal, eran tierra fértil para una ideología libertaria. Casi nunca se menciona la existencia (en Argentina y Uruguay) de un gauchaje anarquista, que tenía su expresión literaria en los payadores libertarios. Pero aún prescindiendo de estos fenómenos, que serán considerados sin duda poco significativos por los historiadores académicos y marxistas, puede decirse sin lugar a dudas que el anarquismo echó raíces entre los obreros autóctonos mucho más profunda y extensamente que el marxismo (con la sola excepción, tal vez, de Chile)." (Cappelletti y Rama – comps. -, 1990: XI).

Cappelletti estaba consciente en que el movimiento ácrata latinoamericano no generó en el pasado aportes fundamentales a la teoría del anarquismo, pero recalcaba que desde el punto de vista de la organización y de la praxis produjo formas desconocidas en Europa. Así, la Federación Obrera Regional Argentina fue ejemplo de una central que, siendo mayoritaria (hasta llegar a constituirse, de hecho, entre las dos primeras décadas del Siglo XX, en central única), no hizo jamás ninguna concesión a la burocracia sindical, al mismo tiempo que adoptaba una organización diferente tanto de la Confederación Nacional del Trabajo en España y demás centrales anarcosindicalistas europeas como de la IWW norteamericana. Otro ejemplo, típicamente latinoamericano, es la existencia del Partido Liberal Mexicano, el cual pocos años después de su fundación adoptó una ideología que, sin ninguna duda, era anarquista (por obra, sobre todo, de Ricardo Flores Magón) y que, sin embargo, conservó su nombre y siguió presentándose como partido político (lo que le valió duras críticas de algunos ortodoxos europeos como Jean Grave). Para comprender mejor esta peculiar perspectiva del “magonismo” y su significación dentro del proceso revolucionario que se inició en 1910, sólo cabe referir a los interesados al extenso artículo de Cappelletti sobre los escritos e ideas de Flores Magón, publicado por entregas en cuatro ediciones consecutivas del quincenario anarcosindicalista hispano CNT (Cappelletti, 1996), sin duda un texto ineludible para apreciar con profundidad la trascendencia del gran revolucionario mexicano.

Como movimiento de acción colectiva y si se exceptúa el caso singular del liberalismo magonista mexicano, Cappelletti afirmaba que en América Latina el anarquismo histórico fue casi siempre anarcosindicalismo y estuvo esencialmente vinculado a organizaciones obreras y campesinas. Hubo, sin duda, algunos anarcoindividualistas en Argentina, Uruguay, Panamá, etc., y también algunos anarco-comunistas enemigos de la organización sindical (en Buenos Aires, durante las décadas de 1880 y 1890), pero la inmensa mayoría de los anarquistas fueron partidarios de un sindicalismo revolucionario y antipolítico (no, como suele decirse equívocamente, a-político).

Por otra parte, el anarquismo presentaba también algunos rasgos diferenciales en los distintos países de América Latina, y de ello Cappelletti hizo una magistral síntesis en su trabajo. Así, nos enteramos que en Argentina ha sido, con la FORA, más radical, hasta el punto de ser considerado extremista por la CNT española. En Uruguay ha sido más pacífico, tal vez porque menos perseguido (excepto durante la última dictadura de las décadas de 1970 y 1980). En México ha tenido significación en el gobierno, no solo por la participación del magonismo en la revolución contra Porfirio Díaz, sino también porque la Casa del Obrero Mundial – organismo de fuerte orientación ácrata - y sus "batallones rojos" se aliaron con Carranza en la lucha entre facciones revolucionarias, y porque luego los voceros anarcosindicalistas de la primera Confederación General del Trabajo polemizaron directamente con el propio presidente Obregón. En Brasil, por el contrario, estuvo siempre al margen de toda instancia estatal, y la república militar-oligárquica nunca lo tomó en cuenta sino para perseguir, desterrar o asesinar a sus militantes.

Otro fenómeno original que describe Cappelletti para el movimiento libertario de ciertos países latinoamericanos, entre 1918 y 1923, fue el anarco-bolchevismo. En Argentina, Uruguay, Brasil y México sobre todo, al producirse en Rusia la revolución bolchevique, muchos ácratas se declararon partidarios de Lenin y anunciaron su incondicional apoyo al gobierno soviético, pero no por eso dejaron de considerarse anarquistas. Esta corriente desapareció con la muerte de Lenin, pues quienes decidieron seguir a Stalin ya no se atrevían sin duda a llamarse "anarquistas". Digamos de pasada que un reflejo de estas concepciones lo tuvimos en Venezuela con Pío Tamayo, el esforzado luchador anti-dictatorial muerto en 1936, quien a partir de 1928 instruía a sus jóvenes compañeros de infortunio en las prisiones de Juan Vicente Gómez acerca de "el socialismo de Marx y Bakunin". Para conocer la vida, la obra y el ambiente histórico de este revolucionario venezolano, pueden verse los trabajos de Agudo Freytes (1969) y Sananes (1987), donde hay una descripción del entorno ideológico de la izquierda socialista en el área centroamericana y del Caribe para la década de 1920, con sus heterogéneas combinaciones de marxismo y anarquismo que obviaban la polémica que distanció a ambas teorías en Europa 50 años antes.

Con su sapiencia y juicio preciso característicos, Cappelletti nos ilustra sobre como "en todos los países del área el anarquismo produjo, además de vasta propaganda periodística y copiosa bibliografía ideológica, muchos poetas y escritores que, con frecuencia, fueron figuras de primera línea en las respectivas literaturas nacionales. No en todas partes, sin embargo, fueron igualmente numerosos y significativos. En Argentina y Uruguay puede decirse que la mayoría de los escritores que publicaron entre 1890 y 1920 fueron, en algún momento y medida, anarquistas. En Brasil y Chile, hubo asimismo, durante ese período, no pocos literatos ácratas, aunque no tantos como en el Río de la Plata. En Colombia, Venezuela, Costa Rica, etc., si bien no floreció una literatura propiamente anarquista, la influencia de la ideología libertaria se dio más entre literatos y poetas que en el movimiento obrero. Es importante, hacer notar, sin embargo, que aun allí donde literatura y anarquismo fueron casi sinónimos, como en el Río de la Plata (en el período mencionado), los intelectuales anarquistas nunca desempeñaron el papel de élite o vanguardia revolucionaria y nunca tuvieron nada que ver con la universidad y con la cultura oficial. En esto el anarquismo se diferencia profundamente del marxismo." (Cappelletti y Rama – comps. -, 1990: XII-XIII). La descripción detallada de este tópico ocupa muchos párrafos del Prólogo, proponiendo una estimulante invitación para que los historiadores de la literatura, del arte y de las ideas en América Latina exploren esta línea de investigación hasta ahora tan desatendida.

No rehuyó Cappelletti un problema de capital importancia en la temática que examinó: la decadencia del anarquismo histórico latinoamericano (que no trajo, como el mismo autor afirma, la total desaparición de ideas y actividades libertarias en nuestro ámbito durante el lapso posterior). Atribuía ese hecho en lo inmediato a tres causas histórico-políticas: 1) Una serie de golpes de Estado, más o menos fascistoides, que se producen alrededor de 1930 (Uriburu en Argentina, Vargas en Brasil, Terra en Uruguay, etc.); todos caracterizados por una represión general contra el movimiento obrero, los grupos de izquierda y los anarquistas en especial. En ciertos casos (Argentina) llegan a desarticular enteramente la estructura organizativa y propagandística de las federaciones obreras anarcosindicalistas. 2) La fundación de los partidos comunistas. El apoyo de la Unión Soviética y de los partidos afines europeos les confieren una fuerza material de la que carecen las organizaciones anarquistas, sin más recursos para su sostenimiento que las cotizaciones de sus propios militantes. En algunos países más (Brasil), en otros menos (Argentina), hay anarquistas que se pasan al partido comunista. 3) La aparición de corrientes nacionalistas-populistas (más o menos vinculadas con las fuerzas armadas e inclusive, a veces, con los promotores de golpes fascistoides).

Al analizar dichas circunstancias, Cappelletti explica como la particular situación de dependencia en que se encuentran los países latinoamericanos ante el imperialismo europeo y, sobre todo, norteamericano, deriva la lucha de clases hacia las llamadas luchas de "liberación nacional". Los trabajadores visualizan la explotación que sufren como imposición de potencias extranjeras. La burguesía (nacional y extranjera) vinculada a ciertos sectores del ejército y la iglesia católica, los convence de que el enemigo no es ya el Capital y el Estado, sino solo el Capital y el Estado extranjeros. Esta convicción (hábilmente inducida) es la causa principal de la decadencia del anarquismo histórico latinoamericano. Todo lo demás es secundario, inclusive las dificultades intrínsecas que se supone afectan a una organización anarquista en el mundo actual (tal como serian la necesidad de hacer funcionar sindicatos sin burocracia y la real o aparente inviabilidad de sus propuestas concretas).

No obstante, Cappelletti siempre confió calmadamente en que la situación del socialismo libertario en el subcontinente se modificaría en un sentido positivo para su reaparición como fuerza social, lo cual empezó a vislumbrarse en los años posteriores a la redacción del Prólogo (escrito hacia 1988). De ello tuvo exacta conciencia y, al respecto, no podemos dejar de mencionar un hecho que para él fue sintomático: al llegar a Venezuela en 1968, encontró que acá el ideal anarquista era asunto de un menguante puñado de exiliados veteranos, en su mayoría ibéricos; al irse en 1994 se despedía de un pequeño pero creciente movimiento ácrata, integrado esencialmente por gente joven nacida y activa en diversas zonas del país. Agregaremos que este neo-anarquismo venezolano es parte de un fenómeno latinoamericano, que parece correlacionado con procesos que también ocurren en otras latitudes, donde resurgen agrupaciones, actividades e ideas libertarias que recogen la tradición de Proudhon, Bakunin, Kropotkin y Malatesta en tanto herencia que armoniza con los nuevos contextos de organización horizontal y autogestionaria, ecologismo, feminismo, reconocimiento y valoración de la diversidad étnico-cultural, construcción de alternativas tecnológicas y de modo de vida, contracultura, y posibilidad de acceso e intercambio en el ciberespacio; combinación que puede explicar el atractivo que vuelve a tener el anarquismo para jóvenes en todo el planeta.

Tanto el Prólogo como la Selección de Textos del libro que comentamos hacen referencia central al período entre fines del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX. De hecho, la Cronología que Cappelletti preparó para este volumen va de 1861 a 1940 (Cappelletti y Rama – comps. -, 1990: pp. 457-481), pues dentro de ese lapso el anarcosindicalismo como movimiento social y el pensamiento ácrata como referencia cultural alcanzaron innegable relevancia en Latinoamérica, siendo mérito básico de la obra describir esa realidad para cada país del área, en toda una multiplicidad de expresiones y vínculos que son apenas conocidos hasta para la nueva generación que hoy procura impulsar el renacimiento libertario entre el Río Grande y la Tierra del Fuego.

Concluyamos apuntando que para nosotros el sentido de la recuperación consciente de la memoria inexplorada y amplia del anarquismo latinoamericano, no va en plan de sentimentalismo nostálgico ni de consagrar otra mitología histórica para afrontar dogmas positivistas, liberales o marxistas, pues se trata de rescatar el significado vivo que ese pasado tan fértil tiene para el presente y futuro de las luchas sociales en el continente. Es en tal ánimo que proponemos leer y debatir EL ANARQUISMO EN AMERICA LATINA, y esa sería tanto una tarea inaplazable para quienes se ocupan e interesan en la historia social de Latinoamérica, como también el homenaje más consecuente a la memoria de Ángel Cappelletti.

Bibliografía
AGUDO FREYTES, Raúl (1969)
Pío Tamayo y la Vanguardia. Caracas, Biblioteca UCV.

CAPPELLETTI, Ángel (1991)
Hechos y Figuras del Anarquismo Hispanoamericano, Móstoles, Madre Tierra.

CAPPELLETTI, Ángel (1996)
“Tierra y Libertad: El ideario de Ricardo Flores Magón”. CNT. Granada, V época: # 195, p. 9; # 196, p. 11; # 197, p. 9; # 198, p. 11.

CAPPELLETTI, Ángel y Carlos RAMA (1990)
El Anarquismo en América Latina (Prólogo y cronología: A. Cappelletti; selección y notas: C. Rama y A. Cappelletti), Caracas, Biblioteca Ayacucho. Prólogo: CCXVIII páginas. Selección de Textos, Cronología e Indice: 490 páginas.

FERNÁNDEZ, Frank (1997)
“CUBA – The Anarchists & Liberty”. <http://iww.org/~galt/cuba.html>.

GÓMEZ, Alfredo (1980)
Anarquismo y Anarcosindicalismo en América Latina. París, Ruedo Ibérico.

RODRIGUES, Edgar y otros (1997)

“Bibliografía Anarquista de Edgar Rodrigues”. <http://hipernet.ufsc.br:80/foruns/autonomia/edgar/links.html>

RODRÍGUEZ, Leonardo (1993)

“Conociendo al Anarcosindicalismo Venezolano”. CORREO A. Caracas, # 22, pp.16-17. (También en: <http://www.geocities.com/samizdata.geo/CorreoA.html>)

SANANES, Mary (1987)
Pío Tamayo, una Obra para la Justicia, el Amor y la Libertad. Caracas, sin editorial.

VILLANUEVA, O., VEGA, R. y otros (1992)
Biófilo Panclasta, el Eterno Prisionero. Bogotá, Proyecto Cultural Alas de Xué.

VIÑAS, David (1983)
Anarquistas en América Latina. México, Katún.

(ESTUDIOS HISTÓRICOS - Anuario del Instituto de Estudios Hispanoamericanos de la Fac. de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela -, Nº 9, 1997, pp.237-247)



vII.- FUENTES SOBRE Anarquismo en castellano



VII.1) Bibliografía básica editada entre 1970 y 1999

Hacemos esta lista desde Venezuela, sometidos a las carencias que cabe esperar en un país donde el tema del anarquismo es visto como raro o despreciable por casi todos los editores, distribuidores, libreros y bibliotecas; así que debe quedar muy claro que este catálogo es más ilustrativo que exhaustivo en cuanto a autores y tópicos, pues es posible encontrar mucho más como bibliografía ácrata contemporánea en castellano. Los 20 libros junto a cuyo nombre hay un asterisco*, son recomendados como textos de introducción general; en los demás se anota entre paréntesis su tema específico, en caso que el propio título no lo señale. Se indica inicial de nombre y apellido completo del autor o autores, también la editorial con su ciudad de ubicación. Muchas obras tienen diversas ediciones, a veces con modificaciones en el título. Para los “clásicos” se ha preferido apuntar las antologías más accesibles y menos costosas, pues se haría muy extensa esta sección si recogiera la amplia obra de esos autores.

D. ABAD DE SANTILLÁN: Estrategia y Táctica, Júcar, Gijón
“ “ “ “ : El Organismo Económico de la Revolución (propuesta económica anarquista), Zero-Zyx, Bilbao-Madrid.
H. ARVON: El Anarquismo en el Siglo XX *, Taurus, Madrid.
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE TRABAJADORES (AIT): La Internacional del Sindicalismo Revolucionario (anarcosindicalismo), Edición de la C.N.T. española.
M. BAKUNIN: El Estado y la Comuna, Zero-Zyx, Bilbao-Madrid.
“ “ : : La Libertad, Grijalbo, México.
M. BALLESTEROS, J.C. BEAS y B.MALDONADO: Magonismo y Movimiento Indígena en México, Edición del Año Ciudadano “Ricardo Flores Magón”, México.
A. BERKMAN: El ABC del Comunismo Libertario *, Júcar, Gijón.
A.M. BONANNO: ¿Qué es la Autogestión?, Círculo A, Caracas.
M. BOOKCHIN: Ecología Libertaria, Madre Tierra, Móstoles.
“ “ : El Anarquismo en la Sociedad de Consumo, Kairós, Barcelona.
“ “ : Por una Sociedad Ecológica, Gustavo Gili, Barcelona.
A. CAPPELLETTI: El Anarquismo en América Latina * (historia y antología), Biblioteca Ayacucho, Caracas.
“ “ : Etapas del Pensamiento Socialista (personajes e ideas), La Piqueta, Madrid.
“ “ : La Ideología Anarquista *, Alfadil, Caracas.
A. CARTER: Teoría Política del Anarquismo, Monte Ávila, Caracas.
M. CRANSTON: Debate Imaginario Marx-Bakunin, Círculo A, Caracas.
N. CHOMSKY: Conversaciones Libertarias, Madre Tierra, Móstoles.
C. DÍAZ: El Anarquismo como Fenómeno Políticomoral, Editores Mexicanos Unidos, México.
“ “ : Las Teorías Anarquistas *, Zero-Zyx, Bilbao-Madrid.
W. DRESSEN: Antiautoritarismo y Anarquismo * (con antología de M. Bakunin), Anagrama, Barcelona.
H. M. ENZENSBERGER: El Corto Verano de la Anarquía (vida y tiempos de B. Durruti), Anagrama, Barcelona.
O. ESCRIBANO: El Anarquismo de Ayer y Hoy *, Desalambrando, Buenos Aires.
L. FABBRI, F. OLAYA y H. SAÑA: El anarquismo frente a la Crisis de las Ideologías (análisis de la situación contemporanea), C.R.A., Caracas.
P. FEYERABEND: Contra el Método (metodología y ciencia), Orbis, Barcelona.
FUNDACIÓN ANSELMO LORENZO (Editores): Anarquismo Básico. Habla la Anarquía *, Madrid.
F. GARCÍA: Del Socialismo Utópico al Anarquismo *, Cincel, Madrid.
D. GUÉRIN: El Anarquismo *, Proyección, Buenos Aires.
I.L. HOROWITZ (recopilador): Los Anarquistas – 2 volúmenes - (antología y ensayos históricos), Alianza, Madrid.
P. KROPOTKIN: Obras * (antología), Anagrama, Barcelona.
“ “ : El Pensamiento de Pedro Kropotkin * (antología, con presentación de B. Cano Ruiz), Editores Mexicanos Unidos, México.
G. LANDAUER: La Revolución, Tusquets, Barcelona.
C. LIAÑO y otras: Mujeres Libres: Luchadoras Libertarias, Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid.
E. MALATESTA: La Anarquía * (antología), Zero-Zyx, Bilbao-Madrid.
J. V. MARQUES: ¿Qué Hace el Poder en tu Cama ? (sexo y vida cotidiana), El Viejo Topo, Barcelona.
J. MARTÍN LUENGO: La Escuela de la Anarquía, Madre Tierra, Móstoles.
R. MASSARI: Teorías de la Autogestión, Zero-Zyx, Bilbao-Madrid.
L. MERCIER VEGA: Anarquismo Ayer y Hoy, Monte Ávila, Caracas.
F. MINTZ: La Autogestión en la España Revolucionaria, La Piqueta, Madrid.
V. MUÑOZ: Antología Ácrata Española *, Grijalbo, Barcelona.
J. PEIRATS: Anarquismo *, Madre Tierra, Móstoles.
“ “ : Diccionario del Anarquismo *, Dopesa, Barcelona.
“ “ : Los Anarquistas en la Guerra Civil Española, Júcar, Gijón.
P. J. PROUDHON: ¿Qué es la Propiedad?, Orbis, Barcelona.
H. READ: Al Diablo con la Cultura (anarquismo y expresiones artísticas), Proyección, Buenos Aires.
A. RESZLER: La Estética Anarquista (arte), Fondo de Cultura Económica, México.
V. RICHARDS: Malatesta. Vida e Ideas * (biografía y antología de E.Malatesta), Tusquets, Barcelona.
R. ROCKER: El Pensamiento de Rudolf Rocker (antología, con presentación de D. Abad de Santillán), Editores Mexicanos Unidos, México.
T. TOMASSI: Breviario del Pensamiento Educativo Libertario, Madre Tierra / La Cuchilla, Cali.
N. WALTER y otros: Anarquismo Hoy *, Proyección, Buenos Aires.
C. WARD: Esa Anarquía Nuestra de Cada Día *, Tusquets, Barcelona.
G. WOODCOCK: El Anarquismo *, Ariel, Barcelona.

VII.2.1) Sitios en el WWW


Esta es una selección de sitios – con el agregado de la respectiva dirección de correo electrónico - que estimamos contienen información en castellano de relevancia para quien se inicie en el conocimiento del anarquismo o busque una visión panorámica del movimiento libertario hoy, considerando lo accesible vía Internet en agosto de 2000. Una lista continuamente puesta al día y mucho más extensa de recursos anarquistas del WWW en nuestra lengua puede solicitarse por e-mail a <mendezn@camelot.rect.ucv.ve>

Acracia (México)
<www.pobladores.com/territorios/gente/ACRACIA> <edantorcha@yupimail.com>

Anarchy Archives
http://anarchyarchives.org

Anarxya (España)
<www.geocities.com/SoHo/Atrium/2878/presentacion.html> <anarxya@hidramail.net>

Asociación Internacional de Trabajadores (AIT/IWA, anarcosindicalista) (España)
<www.iwa-ait.com> <secretariado@iwa-ait.com>

Autonomía (en portugués y castellano) (Brasil)
<www.hipernet.ufsc.br/foruns/autonomia> <autonomia@hipernet.ufsc.br>

Bandera Negra (Paraguay)
<clik.to/banderanegra> <banderanegra@LaRedaccion.com>

Biblioteca de Crítica y Alternativas Radicales (México)
<pagina.de/biblioteca.critica> <biblioteca.critica@pagina.de>

Biblioteca Social Reconstruir (México)
<www.libertad.org.mx> <libertad@mail.internet.com.mx>

Biblioteca Virtual Libertad
<www.bibliotecalibertad.cjb.net> <lestak80@yahoo.com>

Centro de Estudos Cultura e Cidadania – CECCA (en portugués y castellano) (Brasil)
<www.ceca.org.br> <ceca@mbox1.ufsc.br>

Centro Social Libertario (España)
<csl.tao.ca> <csl@tao.ca>

Centro Social Ocupado El Laboratorio (España)
<www.sindominio.net/laboratorio/lab.htm> <laboratorio@nodo50.org>

Colectivo Germinal (Chile)
<www.geocities.com/CapitolHill/5572/p.g.html> <www.geocities.com/CapitolHill/Senate/3873/p.g.html>
<germinal@starmedia.com> <agenciaprensa@mixmail.com>

Confederación Nacional del Trabajo (CNT/AIT) (España)
<www.cnt.es> <cnt@cnt.es>

Cybernautas Libertarios del Sur (Argentina)
<members.xoom.com/CxLxSx> <CxLxSx@bigfoot.com>

Ecocomunidad del Sur & Red de Ecología Social de Uruguay
<www.chasque.apc.org/ecocom/index.html> <www.chasque.apc.org/redesur>
<ecocom@chasque.apc.org> <redesur@chasque.apc.org>

EduKaos (Educación Libertaria) (España)
<members.xoom.com/au_la/edu.html> <aula68@hotmail.com>

El Kiosco Libertario (España)
<www.geocities.com/CapitolHill/3162> <kiosco@geocities.com>

El Zaguán Libertario (México)
<pagina.de/zaguanlibertario> <zaguanlibertario@pagina.de>

Federación Ciber Anarquista (España)
<fca.get.to> <fcanarkista@ctv.es>

FLEXIÓN / Archivos Ideológicos (España)
<dftuz.unizar.es/externo/a/archives.html> <flexion@dftuz.unizar.es>

Hacia la Anarquía (España)
<www.fortunecity.com/victorian/picasso/570/index.htm> <amalia11@arrakis.es>

Libertari@s de México
<www.angelfire.com/punk/libertarios/> <lahuelg@hotmail.com>

Lost Web – hacking y anarquismo (España)
<www.vermail.net/LOST/HOME.HTM> <lost@olemail.com>

Punks Unidos por la Libertad (Argentina)
<www.geocities.com/SunsetStrip/Gala/3621> <punksunidos@bigfoot.com>

Re/Evolución (Chile)
<pages.whowhere.com/politics/saranwako> <saranwako@mailcity.com>

Samizdata (Venezuela)
<www.geocities.com/samizdata.geo> <samizdata.geo@yahoo.com>

Semillas de Libertad – Acracia Digital (España)
<www.flyingmind.com/plataforma> <webmaster@flyingmind.com>

Spunk Press (archivo electrónico anarquista internacional, con bastante material en castellano) (Holanda)
<www.spunk.org/library/index/titleall.html> <spunk@spunk.org>

Subversiv@s (México)
<www.geocities.com/sbvaos > <sbvaos@hotmail.com>

Tierra y Libertad – Latinos Libres from USA (en español e inglés; Estados Unidos)
<www.geocities.com/CapitolHill/2374> <prat@chem.ucsb.edu>

Todo Educación (Argentina)
<www.geocities.com/SoHo/Gallery/1447/index.html> <profegabriel@usa.net>

Utopía – Biblioteca Virtual (España)
<www.hispamerica.com/gr/12/anarquia.htm> <lbodoque@idecnet.com>

Workers Socialist Movement en castellano (Irlanda)
<flag.blackened.net/revolt/wsm_cast.html> <wsm_ireland@geocities.com>

Zona Anarka (España)
<www.flyingmind.com/cheroky> <personal.redestb.es/cheroky-1/zonanar.htm>
<cheyeen@mx2.redestb.es>

VII.2.2) Foros de e-mail para noticias y/o debate sobre anarquismo

Estas listas de correo electrónico son gratuitas y abiertas a cualquiera que se interese, siempre que tenga un buzón de e-mail. Como suele suceder en el dinámico universo de los “foros virtuales”, pocos se logran mantener en el tiempo (más de 3 años) y con un tráfico de mensajes consistente, lo cual hasta donde sabemos es el caso del primero, el tercero, el séptimo y el noveno de los mencionados.

A-INFOS en castellano (lista electrónica de noticias; Canada)
Información y suscripción en <www.ainfos.ca>

AGORA (España)
Información y suscripción en <www.radioklara.org/agora.html>

ANARQLAT (en castellano y portugués; foro de noticias y debate; Venezuela)
Información en <csl.tao.ca/anarqlat>; suscripción en <majordomo@majordomo.ucv.edu.ve>

AUTOGESTIÓN (México)
Información y suscripción en <autogestion.listbot.com>

CANAL #LIBERTARIOS (canal de IRC y lista en e-mail; España)
Información y suscripción en <usuarios.tripod.es/libertarios/iexplorer/index2.html>

FEDERACIÓN CIBER ANARQUISTA (España)
Información en <fca.get.to>; suscripción en <fcanarquista.listbot.com>

FEEL - Foro Electrónico Escuela Libre (España)
Información en <reclus.unizar.es:1024/PERSONAL/JULIO/FEEL.html>;
suscripción en <feel@posta.unizar.es>

HISTORIA_SOCIAL (España)
Información en <eliseo@nodo50.org>; suscripción en <majordomo@listas.nodo50.org>

LIBERTARIAS (España)
Información y suscripción en <hello.to/anarxya>

MAGONISMO VIVO (México)
Suscripción en <magonismo-subscribe@listbot.com>

RED ANARQUISTA (España)
Información y suscripción en <www.eListas.net/foro/redanarquista>

UTOPÍA (España)
Información en <www.hispamerica.com/gr/12/listai.htm>;
suscripción en <servidor@dis.ulpgc.es>

VII.2.3) Radio en Internet

En el momento de redactar estas líneas (agosto del 2000) apenas comienzan las primeras experiencias radiales “on-line” del anarquismo en habla hispana, pero tenemos casi total certeza de su posterior desarrollo, tal y como ya ocurre en el área de otras lenguas. En todo caso, aquí van las señas de las radioemisoras y programas anarquistas cuya página web hemos podido ubicar y que están, o pronto estarán, incursionando en tal posibilidad comunicacional.

OyeRadio (España)
<www.ctv.es/USERS/factoria-sn> <factoria-sn@ctv.es>

Radio Alicia (México)
<sites.netscape.net/autogestion/radioalicia> <laboetie@df1.telmex.net.mx>

Radio Bronka (España)
<www.pangea.org/~rbronka> <rbronka@pangea.org>

Radio Klara (España)
<www.radioklara.org> <radioklara@olemail.com>

Radio Resistencia (España)
<www.angelfire.com/de/radioresistencia> <fracturaderadio@hotmail.com>

Radio Topo (España)
<csl.tao.ca/rrll/topo.html> <farl@posta.unizar.es>

Nota: En agosto de 2000 comenzó a transmitirse el espacio “La Hora Libertaria”, que la Comisión de Relaciones Anarquistas de Venezuela <ellibertario@hotmail.com> difunde en Radio Catia Libre, 93.5 FM del oeste de Caracas <www.librecomunicacion.org>. Ye se colocó una emisión de prueba en Internet, en <praha.indymedia.org>.

VII.3) Publicaciones periódicas actuales

Se apuntan las más conocidas, con 5 o más números editados desde 1996 a julio de 2000, constando que mantenían su aparición hasta fechas muy cercanas. Aclaramos que la cantidad de revistas, periódicos y fanzines anarquistas en el ámbito de nuestra lengua, según todas las evidencias, es hoy muy extensa pero resulta difícil disponer de ejemplares de cada uno y saber si su publicación es persistente. Están indicados nombre, periodicidad, adscripción a alguna agrupación (si la hay), dirección postal y, según existen para el momento que escribimos esto, ubicación en el WWW y e-mail.

A DESALAMBRAR (Aproximadamente cuatrimestral)
Casilla de Correos 18, (1871) Buenos Aires, Argentina
<home.newyorknet.net/cwmorse/ADesalambrar/index.htm> <a_desalambrar@yahoo.com>

A RACHAS (Cuatrimestral, Boletín de la Escuela Paideia)
Apartado 282, 06800 Mérida, España

ALBOR (Mensual)
Apartado 699, 01080 Vitoria, España

ALTER (Revista de periodicidad irregular)
Casilla de Correos 6730, CP 11000, Montevideo, Uruguay
<alter@multi.com.uy>

AMOR Y RABIA (Bimensual)
Apartado 6078, 47080 Valladolid, España
<amoryrabia@mixmail.com>

ARCHIPIÉLAGO (Revista trimestral)
Cardener 23, bajos-izda., 08024 Barcelona, España
<www.geocities.com/Athens/Forum/4455> <archipielago@geocities.com>

ARCHIVO A (Boletín bimensual, Biblioteca y Archivo Histórico Social “Alberto Ghiraldo”)
Casilla de Correo 984, (2000) Rosario, Argentina
<solmet@coopvgg.com.ar>

AUTONOMÍA (Mensual)
Zapotecos # 7, PB, Colonia Obrera, 06800 México DF, México
<pagina.de/periodicoautonomia> <ringolevio@yahoo.com>

BARRIKADA (Aproximadamente trimestral)
Casilla de Correos 15029, CP 11400, Montevideo, Uruguay
<labarrikada@hotmail.com>

BICEL (Semestral, boletín del Centro de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo)
Paseo Alberto Palacios, 2, 28021 Madrid, España
<www.cnt.es/fal> <fal@cnt.es>

CeNiT (Semanario de la Regional Exterior de la C.N.T. de España)
Félix Álvarez F.; 7, rue des Chènes Verts; 66240 Saint-Esteve; Francia

CNT (Mensual, portavoz de la Confederación Nacional del Trabajo)
Apartado de Correos 4040, 18080 Granada, España

COMUNIDAD PUNK (Periodicidad irregular, anarcopunk)
Apartado Postal 137-030, Admon. #137, C-55 Av. 6, Sta. Cruz, C.P. 09291, México DF, México
<jardfpunx@yahoo.com>

DESDE ABAJO (Periodicidad irregular, anarcofeminista)
(Misma dirección postal y e-mail que COMUNIDAD PUNK)

EKINTZA ZUZENA (Revista trimestral)
E.Z.; Apdo. 235, 48080 Bilbao, España
<www.nodo50.org/ekintza> <ekintza@nodo50.org>

EL ACRATADOR (Bimensual, Boletín contrainformativo del Centro Social Libertario)
Apartado 3141, 50080 Zaragoza, España
<csl.tao.ca> <csl@tao.ca>

EL LIBERTARIO (Bimensual, órgano de la Federación Libertaria Argentina)
Brasil 1551, (1154) Buenos Aires, Argentina
<members.xoom.com/ekorni/fla.html> <fla@siscor.bibnal.edu.ar>

EL LIBERTARIO (Bimensual, vocero de la Comisión de Relaciones Anarquistas)
E. Tesoro; Apartado Postal 6303, Carmelitas, Caracas, Venezuela
<www.geocities.com/samizdata.geo/LIB.html> <ellibertario@hotmail.com>

EL LIBERTARIO ANDALUZ (Revista semestral del Ateneo Libertario Fermín Salvochea)
Apartado 13, 41130 La Puebla Del Río (Sevilla), España
<www.arrakis.es/~grupotea/liberini.htm> <grupotea@arrakis.es>

EL SOLIDARIO (Cuatrimestral, revista de la Confederación Sindical Solidaridad Obrera)
Calle Espoz y Mina, 15, 1º Izq., 28012 Madrid, España
<www.nodo50.org/sobrera> <sobrera@nodo50.org>

EL ÚNICO (Periodicidad irregular, anarquista individualista)
Aristóbulo Del Valle 1226, PB, “G”, (1638) Vicente López, Prov. de Buenos Aires, Argentina
<www.elunico.org.ar> <bv850172@bed.buenayre.com.ar>

EN LA CALLE (Mensual, portavoz de la Organización Socialista Libertaria)
Casilla de Correos # 40, (1842) Monte Grande, Prov. de Buenos Aires, Argentina
<libertaria@infovia.com.ar>

GERMEN (Periodicidad irregular, vocero anarquista federado de colectivos e individualidades)
José Rosales Suasti; Apartado Postal 1-597, C.P. 76001, Querétaro Qro., México

JAKE LIBERTARIO (Bimensual, órgano de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias)
Apartado 2191, 50080 Zaragoza, España
<www.flyingmind.com/FIJL/fijl.html> <fijl@flyingmind.com>

LA CAMPANA (Semanario, de la Escuela Errico Malatesta)
Apdo. de Correos 97, 36080 Pontevedra, España
<lacampana@jet.es>

LA HOJA LIBERTARIA (Aproximadamente trimestral)
Alejandro Arias; Isla Baru # 2953, Col. Jardines De La Cruz, Guadalajara, Jal. C.P. 44950, México
<www.geocities.com/RainForest/8238/hojamenu.html> <lacomun@yahoo.com>

LA LLETRA A (Revista de periodicidad irregular)
Apartado 314, 43280 Reus, España

LA PROTESTA (Aparición irregular, es el más antiguo periódico anarquista en castellano, publicándose desde 1897)
A. Fiorito; Casilla de Correos 20, (1439) Buenos Aires, Argentina
<laprotesta@topmail.com.ar>

LETRA NEGRA (Revista de periodicidad irregular)
Apdo. Postal 462, Admon. Palacio Postal 1, C.P. 06002, México D.F., México
<lnegra@laneta.apc.org>

LIBERTAD (Periodicidad irregular, vocero de la Organización Anarquista Libertad)
Casilla de Correos # 15, (1824) Lanús E., Prov. de Buenos Aires, Argentina
<www.geocities.com/Athens/Rhodes/8285/entrar.htm> <saludyanarquia@latinmail.com>

LIBRE PENSAMIENTO (Revista cuatrimestral de la Confederación General del Trabajo)
Sagunto 15, 28010 Madrid, España
<spcc.cgt@cgt.es>

LUCHA LIBERTARIA (Periodicidad irregular, vocero de la Federación Anarquista Uruguaya)
Magallanes 1764, CP 11800 Montevideo, Uruguay
<radowisky1@yahoo.com>

MARGEN (Revista cuatrimestral)
Apartado Postal 21-011, C.P. 44241, Guadalajara, Jal., México
<rmargen@altavista.net>

MILFUEGOS (Semestral)
Casilla de Correos 18168, CP 11400, Montevideo, Uruguay
<milfuegos.tao.ca> <milfuegos@tao.ca>

MUJER PÚBLICA (Quincenal, del Colectivo Anarquista Feminista “Mujeres Creando”)
Casilla 18806, La Paz, Bolivia
<creando@ceibo.entelnet.bo>

OPCIÓN LIBERTARIA (Periodicidad irregular, boletín del Grupo de Estudios y Acción Libertaria)
Casilla de Correos 141, CP 11000, Montevideo, Uruguay

ORGANIZACIÓN OBRERA (Periodicidad irregular, órgano de la Federación Obrera Regional Argentina)
Jesús Gil; Coronel Salvadores 1200; Buenos Aires, Argentina

ORTO (Mensual)
Vía Augusta, 2, 08911 Badalona, España
<www.ctv.es/USERS/factoria-sn> <factoria-sn@ctv.es>

POLÉMICA (Revista mensual)
Apartado 21005, 08080 Barcelona, España
<webs.demasiado.com/polemica> <polemica@teleline.es>

ROJO Y NEGRO (Mensual, portavoz de la Confederación General del Trabajo)
Compañía, 9, 1º izda., 31001 Pamplona, España
<rojoynegro@ctv.es>

SOLIDARIDAD OBRERA (Mensual, órgano de CNT/AIT en Cataluña)
Apartado de Correos 302, 08720 Vilafranca del Penedès, España
<www.ecn.org/solidaridad-obrera> <soli@ecn.org>

SOLIDARIDAD OBRERA (Mensual, de la C.R.T. en Cataluña)
Joaquín Costa, 34, entlo., 08001 Barcelona, España
<soliobrera@hotmail.com>

SUBSUELO INSURGENTE (Periodicidad irregular, anarcopunk)
Roberto, Apartado Postal 76759, El Marqués, C.P. 1070, Caracas, Venezuela
<subsuelozine@hotmail.com>

TIERRA Y LIBERTAD (Mensual, vocero de la Federación Anarquista Ibérica)
Paseo Alberto Palacios, 2. 28021 Madrid, España
<www.arrakis.es/~grupotea/tylini.htm> <tierraylibertad@lycosmail.com>

UPL (Bimensual, boletín de la Unidad Punk Libertaria)
Apdo. M-9364, Admon. Palacio Postal 1, CP 06002 México D.F., México
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VII.4) Cine y video

Hay aquí una breve selección de obras audiovisuales que existen en español y en formato de video VHS – NTSC (“sistema americano”, que es el imperante en Venezuela), de acuerdo a lo que encontramos en el Archivo Audiovisual Nacional de la Biblioteca Nacional de Venezuela (AAV) <www.bnv.bib.ve/ARCHIVO.HTM>, la Fundación Cinemateca Nacional de Venezuela (CNV) <www.mysite.com/cidven/cid.htm> y en la Biblioteca de la Comisión de Relaciones Anarquistas de Venezuela (CRA) <ellibertario@hotmail.com>. Vale – y hasta con más fuerza - la observación que hacíamos en la bibliografía sobre la dificultad para localizar títulos referidos al tema anarquista desde este país, pero cabe esperar que a corto o mediano plazo un mayor ancho de banda en Internet contribuya a abrir oportunidades para conocer muchas otras producciones audiovisuales libertarias. De igual modo, cuando esto se escribe estimamos como inminente la producción de libros electrónicos y de obras multimedia en castellano sobre anarquismo, que en 1999 y 2000 se inició para el ámbito de habla inglesa.

Hay en el WWW la posibilidad de consultar un catálogo muy extenso de films anarquistas o sobre anarquismo, elaborado en 1999 por el CIRA (iniciales en francés del “Centro Internacional de Investigaciones sobre Anarquismo” de Lausanne, Suiza), buena parte del cual está constituido por obras originalmente realizadas en castellano <www.anarca-bolo.ch/cira/films/films.htm>.

Arte y Anarquía – documental, 35 minutos, 1989, España. Realización de la Fundación Anselmo Lorenzo de Madrid. Guión: Emilio García W. (CRA)

Casas Viejas – reconstrucción dramatizada, 137 minutos, 1983, España. Dirección y guión: José L. López Del Río. Actores principales: actuales habitantes de Casas Viejas. (CRA)

Cero en Conducta – ficción, 44 minutos, 1933, Francia. Dirección y guión: Jean Vigo. Actores principales: Luis Lefévre, Gerard de Bedarieux, Jean Daste. (CNV)

Durruti en la Revolución Española – documental, 55 minutos, 1998, España. Producción de la Fund. Anselmo Lorenzo de Madrid. Dirección: Paco Ríos. Guión: P. Ríos y Abel Paz. (CRA)

El Vindicador – documental, 45 minutos, 1989, producción germano-argentina. Dirección: Frieder Wagner. Guión: Osvaldo Bayer. (CRA)

La Escena Punk en México, Una alternativa Libertaria – documental, 47 minutos, 1994, México. Producción de Sin Medios Producciones. Dirección y guión: Jesús Martín. (AAV)

La Patagonia Rebelde – reconstrucción dramatizada, 105 minutos, 1974, Argentina. Dirección: Héctor Olivera. Guión: H. Olivera, Fernando Ayala y Osvaldo Bayer. Actores principales: Héctor Alterio, Luis Brandoni, Pepe Soriano y Federico Lippi. (CRA)

Las Otras Voces del Planeta – documental, 40 minutos, 1994, España. Producción, dirección y guión: Taller de Imágenes de la Confederación General del Trabajo en Madrid. (AAV)

Minuesa: Una Ocupación con Historia – documental, 17 minutos, 1994, España. Producción, dirección y guión: FENDETESTAS. (AAV)

México Insurrecto – documental y musical, 117 minutos, c1998, México. Realización de Efecto Dragón, con el apoyo de grupos anarquistas de México. (CRA)

¿Por qué perdimos la guerra? – documental, 90 minutos, c1976, España. Dirección: Diego Santillán y Luis Galindo. Guión: Diego Santillán. (CRA)

Sin Dios – documental y musical, 61 minutos, 1999, México. Realización de Juventudes Antiautoritarias Revolucionarias y Difusora Libertaria “La Idea”. (CRA)

Sin Dios... más de 10 años de autogestión – documental y musical, 45 minutos, 1998, España. Realización de Difusora Libertaria “La Idea”. (CRA)

Tierra y Libertad – ficción, 104 minutos, 1995. Coproducción británico-hispano-germana. Dirección: Ken Loach. Guión: Jim Allen. Actores principales: Ian Hart, Rosana Pastor, Iciar Bollaín. (CNV) (CRA)

1 Organización que existió entre los años de 1910 y 1920; tomó el nombre, los métodos y la ideología sindicalista
revolucionaria de los “wobblies” norteamericanos, pero funcionando independiente de estos.