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The following periodical appears in Anarchy Archives thanks to FLA, the Federacion Libertaria Argentina and their project, Biblioteca-Archivo de Estudios Libertarios.



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p4

Acotaciones

El arte de fusilar ha llegado a su perfección máxima

Las dos Américas, están demostrando, cada día, mayor interés por los fusilamientos y por las electrocuciones. Se ve que es un interés sincero, porque, a menudo, se ejecuta contra la opinión de todo el mundo. Últimamente, sopló por los dos continentes, una especie de pampero de ejecuciones publicas. La primera víctima que tronchó el vendaval fue Madeiros. A continuación, Sacco y Vanzetti. Luego, la veleta se inclinó hacia México. El día 4 fueron fusilado tres generales: Arnulfo Gómez, Vizcarra y Castaños. Esto ocurrió por la mañana. Por la tarde, fueron sorteados otro tres: Meza Pérez, Almeda y Palacios. Por la noche hubo una lotería general. Se calcula que el número de los agraciados alcanzó a treinta...

De México, el huracán pasó a Bolivia. En la madrugada del cinco fue ejecutado en el Panóptico del Altiplano, (La Paz, sic), el condenado A. Jáuregui, apresado en 1926, y cuya ejecución aplazase indefinidamente como en el caso de Sacco y Vanzetti.

A fuerza de fusilar, sin duda, se adquiere una pericia incuestionable, y es así como el arte dramático de pegar cuatro tiros, avanza a pasos agigantados. La técnica de los americanos, en esta asignatura es ya superior a la de los europeos. Y no resultaría exagerado, afirmar que de estos países llamados despectivamente "bárbaros", partirá el mejor día para el otro mundo, la formula de la renovación total en lo que se refiere al instrumental quirúrgico y a su aplicación practica. El último descubrimiento del tío Sam—la silla eléctrica—confirma nuestra suposición.

Confesemos que la silla eléctrica ha dejado atrás toda la producción pretérita. Recién hemos podido comprobar que el doctor Guillotine era un retrogrado. Se echamos una ligera ojeada al pasado, además la diferencia profunda que nos separa de todos los medios que utilizaron los hombres para finiquitar a los hombres, se hace más profunda todavía. Nos tropezamos con una serie de instrumentos y aparatos rudimentarios, como el garrote y la cachiporra, verdaderos cachivaches punitivos propios de la infancia mental del genero humano. Tomemos, por ejemplo la horca. No se puede pedir mayor ingenuidad para poner fin a una cuestión tan formal como es la supresión de un individuo que plantar tres palos y ceñirle una cuerda con un nudito.

En Norte América, nación piadosa y emotiva, raza privilegiada y progresista, la horca, ha pasado a ocupar un lugar en los museos de antigüedades. Los americanos, cada vez que se recuerda semejante instrumento pasatista tienen la misma sonrisita piadosa que tienen los futuristas cuando hablan de Ricardo Rojas...Después de la horca, viene la hoguera. Si no viene después, debemos confesar, entonces, que ya existía antes. La hoguera significa un paso hacia el futuro, pero no convence a nadie, especialmente aquel en cuyo honor se enciende. El fusilamiento es anterior a la guillotina y posterior a la invención de los fusiles...Pero, no posee, sin embargo, la eficacia que se le atribuyó al principio y ofrece los mismos inconvenientes de la horca. O por lo menos, se presta a las mismas objeciones lógicas. La cuerda de la horca cumple debidamente sus menesteres. A veces: marra; a veces: se rompe o no aprieta. Llena está la historia de los ahorcados que burlaron aviesamente la cerradura del lazo. Otro tanto puede decirse del fusilamiento. A menudo, se simula fusilar como en el caso del señor Mario Caravadossi cada vez que representa "Tosca": musiquita de Puccini, letrita de Sardou...O sucede algo peor: de los diez o veinte tiradores, tan sólo uno acierta y le pega al reo en una pata. De ahí que al fusilamiento fue menester añadir un acto suplementario que se denomina "tiro de gracia". La guillotina, si bien produce una desnucación rápida y limpie, requiere, no obstante, el mismo cuidado que requiere una navaja de afeitar. Aparte de que exige un afilador práctico y consciente. De lo contrario, le pasa al operador lo que le pasa a esos peluqueros chambones que ordinariamente afeitan en seco. Todos estos inconvenientes han sido subsanados por el genio de la América del Norte, a quien le cupo la fortuna de inventar el instrumento más perfecto que se conoce en la historia "del delito y de la pena": la silla eléctrica. Dos cosas le debemos a nuestros queridos hermanos de allá arriba: la invención de un asiento tan cómodo, que evita a todo delincuente morir "de parado", y la perfección de la cría del cerdo.


The art of execution has arrived at its maximum perfection

The two Americas are demonstrating a great interest, growing every day, in executions and electrocutions. It seems that this is a sincere interest, because, frequently, it is done against the opinion of the rest of the world. Recently, a series of public executions blew across the two continents like the violent winds of the pampas. The first victim broken by the gale was Madeiros. Next came Sacco and Vanzetti. Then, the weathervane pointed to Mexico.  Three generals were executed on the day of the 4th: Arnulfo Gomez, Vizcarra and Castaños. This happened in the morning. By the afternoon, three others' lots were drawn: Meza Perez, Almeda, and Palacios. By night time there was a general lottery. The number of winners has reached thirty...

From Mexico, the hurricane passed to Bolivia. In the early morning of the fifth, the condemned A. Jauregui, arrested in 1926, was executed in the Panopticon of Altiplano (La Paz, sic). His execution was postponed indefinitely as in the case of Sacco and Vanzetti.

By virtue of execution, without doubt, one acquires an unquestionable skill, like that of the dramatic art of putting four bullets in somebody, which advances in giant's strides. The technology of the Americans, in this arena, is already superior to that of the Europeans. And it would not turn out to be exaggerated, to declare that from these countries disrespectfully called "barbaric", will ruin the great day for the rest of the world, the formula of the total renovation of that which refers to the surgical instrument and its practical application. Uncle Sam's latest discovery—the electric chair—confirms our supposition.

We confess that the electric chair has left behind all previous advances. We have just been able to prove that doctor Guillotine was a reactionary. If we take a quick look at the past, as well the profound difference that now separates us from all past methods that men use to "finagle" other men, this becomes even more profound. We run into a series of instruments and rudimentary apparatuses, like the garrote and truncheon, truly punitive garbage typical of the mental infancy of the human race. We have, for example the gallows. You couldn't ask for a more ingenious way to put an end to a question as serious as the suppression of an individual then to put together three poles and throw a knotted rope over them.

In North America, a pious and emotional nation, a privileged and progressive people, the gallows has come to occupy a place in the museums of antiquity. Americans, every time that a similarly awful tool is recalled, have the same little pious smile that futurists have when they speak of Ricardo Rojas...After the gallows comes being burnt at the stake. If the bonfire doesn't come after, we must confess then that it was existent beforehand. The bonfire signifies a step towards the future, but no one is convinced, especially those in whose honor they are lit. The firing squad comes before the guillotine and is subsequent to the invention of the rifle...but, it doesn't have, however, the efficiency attributed to the earlier methods and still offers the same inconveniences of the gallows. Or, at the least, it offers itself to the same logical objections. The rope of the gallows properly does its job. Sometimes it errs, sometimes it break or doesn't tighten. History is full of hanged persons that maliciously evade the lock of the noose. The same can be said for the firing squad.  Often, shootings are simulated as in the case of Mr. Mario Caravadossi every time the play "Tosca" is performed; opera by Puccini, play by Sardou...Or something worse happens: of the ten or twenty men in the firing squad, only one is on and hits the accused in the leg. Hence to the firing squad it was necessary to add a supplementary act designated the "grace shot". The guillotine, if it produces a quick and clean decapitation, requires, however, the same care required by a shaving razor, apart from demanding a seasoned and conscious person to sharpen it.  On the contrary, what happens to the operator is that which happens to clumsy barbers that ordinarily dry shave. All of these inconveniences have been corrected by the genius of North America, whom fortune has fit to invent the most perfect tool ever known in the history of "crime and punishment": the electric chair. Two things we owe to our beloved brothers up there: the invention of a seat so comfortable as to avoid the shame in dying sitting down, and perfecting the raising of pigs.

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